Hay que tener mucho cuidado con las ocurrencias y las metáforas, señor Tellado. Recientemente ha sido designado Secretario General del Partido Popular, cargo que le convierte en el número dos de su organización. Se viene caracterizando por propuestas disparatadas y metáforas brutales e indignas de un político democrático. Sin olvidarnos de su último desafuero, no podemos dejar de recordar que propuso en el Congreso de los Diputados utilizar los buques de guerra para interceptar los cayucos, sin precisar, con detalle, en qué iba a consistir su despliegue. Dispone usted de varias alternativas. La primera y la que creo que va más con su talante, sería colocarse en la proa del buque insignia y conminarles, con un potente megáfono, a que se den la vuelta y retornen al punto de partida. Desesperados, se lanzarían al agua con grave riesgo de sus vidas y algo tendría usted que hacer. Otra opción sería detenerlos, subirlos a bordo, se supone que para alimentarles y atenderles sanitariamente para después llevarlos a un puerto seguro. Le advierto que en este caso ya habrían accedido a territorio español y habría que aplicarles nuestra legislación. La tercera alternativa, que no quiero ni imaginármela, sería seguir las directrices del Gran Dictador Donald Trump, disparando a matar contra las frágiles embarcaciones repletas de seres humanos hundiéndolas en las profundidades del océano. Según parece, se trataba de una posibilidad materializada en imágenes de eso que llaman “inteligencia artificial”. Reconozco que estoy siendo muy crítico, pero estoy seguro de que este crimen no entra en sus previsiones.
Si el buque abordado fuese el Open Arms o cualquier otro de una organización humanitaria, cumpla usted con las propuestas de su socio Santiago Abascal, desaloje a la tripulación y a los rescatados y ordene ejercicios de tiro hasta hundirlo. Por lo menos serviría para afinar la puntería. Como político que aspira a formar parte de un Gobierno sometido al ordenamiento jurídico, debería saber que ya existe un servicio de Salvamento Marítimo adscrito al Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible que cumple ejemplarmente con las obligaciones que imponen los Convenios Internacionales sobre Salvamento Marítimo firmados por España. Le advierto que podría ser acusado de duplicar innecesariamente el gasto público, lo que puede ser considerado como un delito de malversación de caudales públicos, según la preclara mente jurídica del juez Peinado.
No sé si es usted consciente de la monstruosidad democrática que acaba de perpetrar, con el aplauso generalizado de esa España que, como dijo mi padre espiritual Antonio Machado: ¡ha de helarte el corazón! Reproduzco textualmente su frase por si le sirve para reflexionar. En este nuevo curso político se "empezará a cavar la fosa donde reposarán los restos de un Gobierno que nunca debió haber existido en nuestro país". Ya sabemos que es una metáfora, pero su contenido puede tener lecturas con reminiscencias de un pasado sangriento que debería conocer y condenar. En julio de 1936, el general Queipo de Llano publicó un Bando de Guerra en el que ordenaba “pasar por las armas sin necesidad de juicio” a los pertenecientes a partidos políticos, sindicatos y organizaciones que conformaban el Frente Popular. Se supone, aunque no fue así, que “el profundo catolicismo imperante” les debería haber dado digna sepultura. Franco y Mola participaban de la misma idea.
Volviendo a la metáfora, sin duda usted será el primero en coger pico y pala para cavar la fosa, lo más profunda posible, para enterrar al actual Gobierno. Parece que deja fuera a los partidos políticos que lo sostienen parlamentariamente. Precíselo, no vaya a ser que, distraídos, caigan en el mortal hoyo. Como veo que le gusta el oficio de sepulturero, me he entretenido en buscar literatura que le pueda ayudar a comprender el desatino de la frase que ha llegado a pronunciar en sede parlamentaria.
En alguno de ellos se narra que los sepultureros, a menudo, padecen alucinaciones. Siguiendo con mi lúgubre búsqueda –no he encontrado nada en Edgar Allan Poe–, he localizado un relato de Rainer Maria Rilke titulado El Sepulturero, que conjuga las consecuencias de las políticas inhumanas que ocasionan los naufragios y la muerte en la mar con el inevitable reguero de cadáveres a los que hay que dar sepultura. Reproduzco uno de sus pasajes: Hay muchos muertos que trae el mar, los deja por la noche en las playas. Quien los encuentra no se asusta, sino que lo acepta como alguien que lo sabe hace mucho tiempo. Hay entre nosotros un anciano que vive en una isla, a la que el sombrío mar llevó tantos muertos que ya no había lugar para los vivos. El sepulturero, agotado después de haber cavado una profunda fosa, no se cree la historia: quizás se haya equivocado el anciano que lo contaba, yo no la creo, yo creo que la vida es más fuerte que la muerte.
No dude que, si sus gritos de auxilio son escuchados por algún demócrata, le ayudará a salir del agujero en el que se ha metido
Me hubiera divertido encontrar un relato en el que el sepulturero, agotado por el esfuerzo desplegado para cavar una profunda fosa, pierde el equilibrio y se cae hasta lo más hondo. Aturdido por el golpe es incapaz de salir y pide auxilio. Quizá sus correligionarios le dejen abandonado porque su salida de tono les ha podido causar algún ligero rechazo demoscópico. Pero no dude que, si sus gritos de auxilio son escuchados por algún demócrata, le ayudará a salir del agujero en el que se ha metido. Una vez fuera y a salvo, debe meditar sobre el daño que producen frases como las que ha pronunciado, en la convivencia necesaria en una sociedad democrática. Fiel a su estilo, con motivo del asesinato de Charlie Kirk, ha deslizado un mensaje que, subliminalmente, puede incitar a la violencia contra la izquierda. No se equivoque, señor Tellado, los demócratas combatimos el odio con la palabra. Repase los libros y las hemerotecas. El número de militantes de izquierda asesinados por activistas de la extrema derecha, desde la llamada transición democrática, alcanza cifras insoportables. Por favor, no introduzca a ETA en la ecuación. Esa banda asesina estuvo a punto de acabar con la democracia y dar el poder a los nostálgicos del autoritarismo. Medítelo, no siga por ese camino.
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José Antonio Martín Pallín es abogado. Antes, ha ejercido como fiscal y magistrado del Tribunal Supremo. Es, además, autor de los libros 'El Gobierno de las Togas' y 'La Guerra de los jueces' (Catarata).
Hay que tener mucho cuidado con las ocurrencias y las metáforas, señor Tellado. Recientemente ha sido designado Secretario General del Partido Popular, cargo que le convierte en el número dos de su organización. Se viene caracterizando por propuestas disparatadas y metáforas brutales e indignas de un político democrático. Sin olvidarnos de su último desafuero, no podemos dejar de recordar que propuso en el Congreso de los Diputados utilizar los buques de guerra para interceptar los cayucos, sin precisar, con detalle, en qué iba a consistir su despliegue. Dispone usted de varias alternativas. La primera y la que creo que va más con su talante, sería colocarse en la proa del buque insignia y conminarles, con un potente megáfono, a que se den la vuelta y retornen al punto de partida. Desesperados, se lanzarían al agua con grave riesgo de sus vidas y algo tendría usted que hacer. Otra opción sería detenerlos, subirlos a bordo, se supone que para alimentarles y atenderles sanitariamente para después llevarlos a un puerto seguro. Le advierto que en este caso ya habrían accedido a territorio español y habría que aplicarles nuestra legislación. La tercera alternativa, que no quiero ni imaginármela, sería seguir las directrices del Gran Dictador Donald Trump, disparando a matar contra las frágiles embarcaciones repletas de seres humanos hundiéndolas en las profundidades del océano. Según parece, se trataba de una posibilidad materializada en imágenes de eso que llaman “inteligencia artificial”. Reconozco que estoy siendo muy crítico, pero estoy seguro de que este crimen no entra en sus previsiones.