El nombre de la violencia

Tras los ataques terroristas de septiembre de 2001 en EE.UU. y el impacto que produjo el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, la respuesta del entonces presidente George W. Bush fue la guerra. Las portadas de todos los diarios y revistas de análisis político se llenaron con una frase, “América en guerra”. Hoy sucede una situación similar tras el atentado terrorista de Hamás el pasado 7-10-23, “Israel en guerra”.

Poner nombre a la violencia significa mucho, y ver quién se lo pone también. Con relación a la autoría de la violencia, no es lo mismo hablar de banda terrorista, grupo armado, movimiento de liberación, organización criminal… la violencia que se pueda utilizar desde cada una de esas posiciones es la misma, pero el significado que se le da en parte vendrá matizado por “quién” la haya llevado a cabo. Y por la misma razón, tampoco es lo mismo hablar de las circunstancias que envuelven a la violencia como conflicto, enfrentamiento, misión, incursión… que hacerlo como guerra.

Poner nombre a la violencia significa mucho, y ver quién se lo pone también

También es importante ver quién le pone el nombre a los acontecimientos y en qué sentido lo hace. Si la parte más débil del enfrentamiento desde el punto de vista bélico utiliza el nombre más trascendente en relación al uso de la violencia, y habla directamente de “terrorismo” o “guerra”, normalmente significa que “va a por todas” y que la violencia va a ser su principal argumento, a sabiendas de que será insuficiente ante la fortaleza de la otra parte. Pero su objetivo no suele ser vencer en el terreno militar, sino desestabilizar al máximo a su enemigo, llamar la atención internacional y generar un nuevo escenario en el que plantear sus reivindicaciones bajo un nuevo marco.

Si, por el contrario, la parte más débil utiliza nombres más limitados para quienes usan la violencia, como “movimiento de liberación”, “grupo revolucionario”, “frente libertador”… lo que suelen buscar es una movilización social que apoye su causa, además de desgastar a la otra parte por medio de diferentes estrategias y acciones.

Cuando la parte poderosa utiliza un nombre más limitado para la violencia que se produce en el enfrentamiento, y habla de conflicto, operación, crisis, acción violenta… lo que busca es presentar a sus autores como posiciones marginales dentro de la población, y darles prioridad a las iniciativas políticas, aunque sin renunciar al uso de la violencia contra los grupos que la utilizan.

Pero si desde las posiciones poderosas se denomina a la violencia con la máxima intensidad y se habla directamente de “guerra”, lo que se pretende es contar con la “justificación” del “todo vale” propio de ese escenario bélico, y conseguir la mayor destrucción de la otra parte sin diferenciar entre la población y los violentos.

Israel en guerra”, recogen ahora todos los medios, pero ¿cuál era la situación antes del ataque terrorista de Hamás? ¿Se puede iniciar una guerra contra un grupo terrorista?

No todo vale para la guerra, ni la guerra vale para todo conflicto… Tener una cultura que lleva a decir que “en el amor y en la guerra todo vale” es el ejemplo más gráfico de cómo se entienden las relaciones y la violencia en la sociedad, de cómo el poderoso siembre busca el escenario más favorable para utilizar su poder, y de lo que podemos esperar de esa cultura y sus mandatarios cuando se presentan los problemas.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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