Las consecuencias de admitir en un procedimiento judicial el SAP (Síndrome de Alienación Parental) son tan graves que con frecuencia ponemos el esfuerzo en evitar ese resultado y no vemos toda la estrategia que envuelve la utilización de este falso síndrome.
Veamos brevemente el escenario en que surge el SAP y su significado.
El SAP no ha existido siempre, se creó en 1985 por Richard A. Gardner en el contexto de la década de los 70, después de que se empezaran a promulgar en EE.UU. las llamadas "leyes de divorcio no culpable” (la primera de ellas fue en el estado de California en 1969). Los divorcios aumentaron de manera significativa porque las mujeres pudieron divorciarse. Antes había que demostrar una acción culpable en uno de los cónyuges (adulterio, maltrato, adicciones…), exigencia que hacía prácticamente imposible que las mujeres pudieran separarse debido a la falta de credibilidad en su palabra y a la culpabilización que conllevaba su iniciativa, la cual se volvía contra ellas.
Pero cuando a partir de los 70 los avances sociales permitieron los divorcios y se fue tomando conciencia de lo que había dentro de las relaciones matrimoniales que la sociedad presentaba como idílicas, la situación de muchos hombres-padres fue cuestionada. La única forma que tenían de mantener el control de las mujeres tras la separación era a través de los hijos e hijas, pero como no lo conseguían porque se demostraba de manera clara y sencilla que los padres no participaban de forma directa en los cuidados y educación de los hijos, tuvieron que recurrir a otras estrategias.
Fue ahí, tras 15 años del inicio de las leyes de divorcio no culpable, cuando “inventan” el SAP para explicar la conducta de rechazo de los hijos e hijas al padre, una conducta que era evidente, pero que con el SAP era atribuida a la manipulación de la madre y, por tanto, quitaba la posibilidad de atribuirla a otras causas, entre ellas la violencia previa que pudiera haber ejercido el padre durante la convivencia. Una situación que, como explicamos en el anterior artículo, es bastante probable en el contexto de los divorcios conflictivos.
Los hechos eran tan evidentes que a pesar de que desde el inicio determinados sectores intentaron que se incluyera en la clasificación DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) americana y en la CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades) de la OMS, nunca ha sido aceptado.
Por lo tanto, tenemos una serie de referencias muy gráficas que nos dicen mucho sobre el significado de todo lo que envuelve al SAP:
- Cuando las mujeres no se podían separar ni divorciar, a pesar de todas sus “capacidades” para manipular y lavar los cerebros de los hijos e hijas, el SAP no existía.
- Cuando se pueden separar y los juicios otorgan de forma mayoritaria la custodia a las madres por ser ellas las responsables de los cuidados y la educación de sus hijos, inventan el SAP para contrarrestar la pérdida de control de los hombres-padre sobre ellas, y así, de paso, no tener que responder económicamente en todo lo relacionado con las necesidades de sus hijos e hijas.
- Con el tiempo se van acumulando, uno tras otro, los fracasos de intentar incluir el SAP como una entidad clínica en las clasificaciones de enfermedades y trastornos mentales, y se demuestra científicamente que el proceso psicológico que daría lugar a él no se puede desarrollar en las circunstancias en las que se desenvuelven las relaciones de la mayoría de los hijos afectados. Todos estos avances producen un rechazo institucional del SAP, incluso con críticas por parte de Naciones Unidas, pero en lugar de cuestionarlo y reconocer la manipulación, quienes lo defienden comienzan a cambiarle el nombre para hablar de “conflictos”, de “interferencias parentales”, de “programación de los hijos”… Cualquier nombre vale para ocultar el de “SAP”, al tiempo que se mantiene la idea básica de que las mujeres malas y perversas manipulan a sus hijos e hijas contra el padre.
- En ningún momento, ni quienes hablan de SAP ni los juzgados e instituciones que lo admiten, inician una investigación para descartar otras posibles causas de rechazo del padre, entre ellas la violencia de género que haya podido existir durante la convivencia, situación que no sólo es factible, sino que las estadísticas oficiales nos indican que es probable.
La falta de interés en la investigación de la violencia de género que haya podido existir no es nada casual, todo lo contrario. Esta actitud es totalmente armónica con el mensaje que se lanza a la sociedad y a las madres sobre la relación que hayan podido tener con el padre rechazado por sus hijos tras la separación.
Porque lo que se impone al defender la existencia del SAP es que las madres no puedan hablar con sus hijos e hijas sobre la violencia que el padre ejerce sobre ella y también sobre ellos. Ese es el verdadero significado del SAP y de lo que lo envuelve, una omertá respecto a todos los elementos negativos que los hijos e hijas puedan estar sufriendo como consecuencia de la forma de ejercer la paternidad que tenga su padre, bien sea por violencia de género, violencia infantil o cualquier otra conducta que incida negativamente sobre los niños y niñas.
Las madres no pueden hablar de nada de ello, ni con sus hijos ni con las administraciones e instituciones. En el momento en que se sabe que la madre ha hablado con sus hijos sobre la violencia que ejerce el padre o sobre cualquier otro comportamiento crítico, todo se vuelve contra ella. Se utilizan las explicaciones que pueda dar la madre a sus hijos e hijas para sobrellevar la situación que viven, o para que tengan algo de consuelo en ese ambiente violento, o incluso al intentar justificar lo que ocurre en casa con el objeto de que no les impacte tanto la violencia y puedan recuperarse antes... En lugar de responder desde los juzgados e instituciones con una investigación sobre los hechos, todo ello se utiliza como una demostración de la maldad de ella para indisponerlos contra el padre. Como si el rechazo surgiera de las palabras de la madre y no de las experiencias traumáticas que ocasiona el padre.
Las madres no pueden hablar de nada de ello, ni con sus hijos ni con las administraciones e instituciones. En el momento que se sabe que la madre ha hablado con sus hijos sobre la violencia que ejerce el padre o sobre cualquier otro comportamiento crítico, todo se vuelve contra ella
¿Qué significa esa actitud, que las madres no pueden hablar con sus hijos e hijas de la violencia que ejerce el padre o de cualquier otra conducta negativa que lleve a cabo? ¿Que no pueden denunciar la violencia sobre ellas y sus hijos?
El SAP no es un accidente, sino un elemento necesario para conseguir a través de la amenaza de “quitarle” los hijos, lo que antes la misma cultura androcéntrica conseguía impidiendo el divorcio de las mujeres y negando la violencia de género.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
Las consecuencias de admitir en un procedimiento judicial el SAP (Síndrome de Alienación Parental) son tan graves que con frecuencia ponemos el esfuerzo en evitar ese resultado y no vemos toda la estrategia que envuelve la utilización de este falso síndrome.