Saquen sus opiniones de nuestros ovarios

Cuando en los años 70 la artista Judy Chicago mostró al mundo su obra Red Flag hubo gente que no supo interpretar lo que veía. En la imagen se mostraba un primer plano de una mano extrayendo de una vagina un tampón lleno de sangre. Un acto cotidiano, pero tan poco representado que, según confesó la propia autora, llegó a confundirse con un pene ensangrentado. 

La publicidad ha camuflado el color de la sangre en tonos azul pastel, ha utilizado metáforas absurdas sobre nubes para ignorar su olor o ha minimizado sus dolores convirtiendo a las mujeres en superheroínas con una compresa entre las piernas. Contestar con un "estoy mala" era una respuesta habitual para evitar decir "tengo la regla". ¿Quién no ha pedido, entre susurros, un tampón a una amiga para evitar que otras personas se enteraran? ¿Qué mujer no ha ido al baño, avergonzada, porque ha manchado su ropa de sangre? También se nos advertía que era mejor no bañarnos en el mar, teñirnos el pelo o preparar mayonesa. Quizá hoy suene ridículo, pero varias generaciones hemos crecido con estas falsas creencias que dan buena cuenta de lo estigmatizada que ha estado la menstruación en nuestra sociedad y que han provocado que muchas mujeres recelaran de ella. En otros países, como la India, el tabú sigue siendo tan grande que se impide ir al colegio a las chicas con el período porque se las considera impuras. 

Nos han hecho creer que menstruar, un proceso fisiológico que afecta a más de la mitad de la población y que nos acompaña de media unos 40 años, es algo que debe permanecer en el ámbito de lo privado. Sangrad todos los meses, sí, pero hacedlo en silencio. Tras la vacunación contra el coronavirus, siete de cada diez mujeres presentaron alteraciones en sus ciclos menstruales. Por increíble que parezca, los estudios clínicos que se realizaron antes de la comercialización de los fármacos no tuvieron en cuenta la menstruación de las participantes, por lo tanto, ninguna de las vacunas contempló en sus prospectos esos cambios como posibles efectos adversos. Un ejemplo más del sesgo androcéntrico que impera en todos los ámbitos, incluida la medicina, y que perpetúa la idea de que lo masculino es la norma y lo femenino, la excepción, y como tal tiene que permanecer en una posición subordinada. La pregunta es obligada: ¿estaríamos hoy discutiendo sobre las bajas por regla dolorosa si los hombres también la tuvieran? 

Nos han hecho creer que menstruar, un proceso fisiológico que afecta a más de la mitad de la población y que nos acompaña de media unos 40 años, es algo que debe permanecer en el ámbito de lo privado

La menstruación no es una enfermedad, como tampoco lo es el embarazo, aunque provoca dolores incapacitantes en un 15% de las mujeres, algo que debería impulsar la investigación en enfermedades como la endometriosis. España se enfrenta, por primera vez, a la legislación sobre este tipo de bajas laborales, y más allá del debate que ha generado dentro del feminismo, sobre si será un avance en igualdad o una zancadilla profesional, lo que ha puesto en evidencia otra vez es la facilidad con la que se cuestionan nuestros cuerpos y decisiones. Durante días, hemos tenido que soportar mansplainnings sobre cómo nos sentimos cuando menstruamos. También burlas de los que aseguran que, a pesar de la supervisión médica, aprovecharemos estos permisos para ausentarnos del trabajo. Ni que decir tiene que habrá mujeres, las de los empleos más precarios, que tendrán mucho más complicado acogerse a ellos. La mayoría de los comentarios humillantes provienen de hombres a los que, seguramente, les asquea nuestra regla pero son capaces de visionar la película más violenta de la cartelera. Puestos a entrometerse en nuestra salud sexual, sería mucho más eficaz que usaran esa vehemencia en defender la eliminación del IVA de los productos de higiene femenina que condena a tantísimas mujeres a la pobreza menstrual. 

Judy Chicago está considerada como una de las primeras artistas feministas que conceptualizaron la menstruación.  Ella abrió un camino que muchas otras siguieron, y, a pesar del paso del tiempo, algunas de estas obras han estado rodeadas de polémica o incluso han sido censuradas. Debemos derribar el mandato social que nos dice que menstruar es algo que pertenece a nuestra intimidad. No es así. Lo personal es político y nuestras reglas, también

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