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Vivir en las hipérboles

No hay matices en los brochazos gordos de la política ni rima en la prosa de la actualidad de cada día. Esta semana, el PSOE ha dado un salto cualitativo importante al acordar por primera vez la entrega a Bildu de un gobierno local, el de Pamplona. Hasta ahora, los abertzales habían prestado sus votos a los socialistas para las investiduras de Pedro Sánchez y María Chivite pero nunca habían recibido apoyos de vuelta. Es un paso significativo, así se desprende del interés del propio PSOE en subrayar que no había habido pacto tras el 28-M; pero fue tan exagerada la ofensiva del PP en aquella campaña que los socialistas ya han pagado por adelantado su factura. Si muchos ciudadanos están convencidísimos de que Arnaldo Otegi entra y sale de la Moncloa como Pedro por su casa, ¿qué coste añadido puede tener que el PSOE apoye a un alcalde? 

Cerramos una semana que bien le puede servir al PP para evaluar hasta qué punto rentabiliza su decisión de vivir en las hipérboles. Su discurso contra la amnistía a los encausados del procés llegó el martes al hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo sin lustre, ni pena ni gloria. Se subió Feijóo a la tribuna (esta vez le favorecía el formato) pero a partir de ahí todo fue más de lo mismo: argumentos que rebotan en los oídos de quienes tienen la radio de fondo o están viendo la tele. A la Ley de Amnistía le quedan muchos capítulos, pero el PP ya ha hecho spoiler de toda la trama de su estrategia de oposición. Poco más le queda por decir. 

Triunfan las frases cortas, los puñetazos dialécticos y las arengas a la tropa. No deberían sobrar los argumentos cuando se trata de no herir a las víctimas del terrorismo y honrar su memoria

También al PSOE le pueden servir estos primeros pasos de la legislatura para medir hasta dónde quiere llevar su máxima de no volver a poner la otra mejilla. Todavía respiran por la herida del 28-M. Fallaron en esa estrategia. No funcionó el plan de Pedro Sánchez sacando cada día bolitas del bombo de las promesas electorales sin que nadie combatiera los ataques a los candidatos por tierra, mar y aire. “Ya no nos vuelve a pasar”, repiten desde entonces. Para Óscar Puente es casi una misión callarle la boca a la oposición y suelta sin complejos que él no tiene “ningún problema, ninguno, en pactar con una fuerza democrática y progresista como Bildu”. Sin transición. El PSOE se dedicó en la campaña de mayo a ignorar esos acuerdos y esa repentina exhibición, con tanta normalidad y simpleza, ha desconcertado a más de uno. 

¿Queda algún espacio para la pedagogía? En el griterío y la bronca de cada día, cada vez tienen menos cabida los razonamientos y triunfan las frases cortas, los puñetazos dialécticos y las arengas a la tropa. No deberían sobrar los argumentos cuando se trata de no herir a las víctimas del terrorismo y honrar su memoria. ¿Por qué no explicar que el futuro alcalde de Pamplona se señaló contra la banda cuando ETA mataba? No estaría de más tirar de hemeroteca para serenar el debate y recordar que Joseba Asirón firmó un manifiesto contra ETA tras el asesinato de Tomás Caballero en 1998. “Nosotros, euskaldunes navarros en el umbral del siglo XXI, ante el criminal atentado cometido en Pamplona, queremos manifestar nuestra más firme y total condena”. Eso decía el texto suscrito por Asirón cuando todavía quedaban 13 años para que la organización terrorista anunciara el cese definitivo de la violencia. 

Saltan chispas y casi todo está incendiado sin que, hasta ahora, nada haya hecho mella en Bildu. Más bien todo lo contrario: en mayo pasado, mejoró en más de cuatro puntos su resultado electoral y le pisa los talones al PNV. El relato desquiciado fuera de Euskadi contrasta con la progresiva normalización de Bildu en la sociedad vasca (29,21% de los votos en las municipales), realidades paralelas que terminan dando argumentos a quienes basan su oferta electoral en rechazar a una España que no les entiende.

Puede decirse, esta semana lo hemos vuelto a ver, que la pendiente de excesos y desmesura por la que se deja arrastrar el PP en su competición con Vox provoca efectos contrarios a las causas que dicen defender: hace imposible la serenidad del debate democrático y contribuye bastante poco a consolidar la unidad política y social de España.

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