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Luces Rojas

Buenos empleos para todos

Luz Rodríguez

Tomo prestado este título de un informe que recientemente ha aparecido en el Reino Unido. Se tratada del conocido como Taylor Review y acaba de ser publicitado con el nombre y el objetivo de lograr Good Work For All. Me voy a referir después a alguna de sus propuestas, y adelanto ya que, como todos los documentos de esta clase, ha recibido elogios y críticas, pero ahora me interesa destacar no tanto su contenido o sus debilidades y fortalezas, sino el método elegido para abordar una remodelación del mercado de trabajo. Según datos de Eurostat, el Reino Unido tiene una tasa de desempleo del 4,8% y una tasa de temporalidad en el empleo del 5,6%, datos ambos aparentemente envidiables. Sin embargo, los británicos no se dan por satisfechos con estos resultados y han decidido encargar una reflexión a un grupo de expertos que les guíe para operar después en sede política los cambios que conduzcan a conseguir “buenos empleos”. Este el para mí el principal valor del Taylor Review: la consciencia colectiva de que es necesaria una reflexión serena sobre cómo modificar las claves del mercado de trabajo con el objetivo de mejorar la calidad del empleo que produce.

España está creando empleo. Eso es innegable. Aunque todavía no hemos alcanzado los 20,6 millones de ocupados que teníamos cuando dio comienzo la crisis, desde el primer trimestre de 2014, fecha en la que llegamos al punto más bajo de ocupación con 16,9 millones de ocupados, se han creado más de 1,8 millones de empleos, más de medio millón de ellos solo en el último año. Estamos creciendo por encima del 3%. Y todo parece indicar que los beneficios empresariales se están recuperando. Pero el último día del mes de agosto se extinguieron más de 300.000 contratos de trabajo. Lo que es indicativo del peso del sector turístico y la estacionalidad de nuestra economía, aunque también de la hipertrofia de la temporalidad. Nuestra tasa de temporalidad está ya en el 26,9%, con más de 4,2 millones de asalariados con contrato temporal. En el último mes se han firmado más de 1,5 millones de contratos de trabajo, un absoluto récord histórico, 9 de cada 10 de ellos temporales. La duración media de los contratos no alcanza los 50 días, con una importante concentración de ellos con una duración inferior a los 7 días. De su lado, más del 40% de los trabajadores de nuestro país tienen ingresos inferiores a los 12.000 euros anuales, el coste salarial sigue disminuyendo y el 14,1% de los ocupados están en riesgo de pobreza.

Semejantes datos de temporalidad y salarios no sólo conforman un modelo de mercado de trabajo de escasa calidad, sino el propio modelo de sociedad. No es sólo el trabajo que tienes, sino la sociedad en la que vives lo que depende del empleo. ¿Qué país estamos construyendo para nosotros y nuestros hijos con contratos de trabajo de corta duración y salarios que apenas cubren las necesidades más básicas de las personas? ¿Qué modelo de Estado de Bienestar y pensiones podemos sustentar sobre estas mismas bases? ¿La educación, la sanidad, la cultura, la ciencia, el progreso tecnológico o la propia confianza en las instituciones políticas pueden avanzar y arraigar entre una población empobrecida y con trabajos con fecha de caducidad? Más allá de las discrepancias partidarias perfectamente legítimas y de las diferencias entre los intereses de trabajadores y empresarios legítimas también, creo que puede estarse de acuerdo en que el modelo de empleo que tenemos en este momento no es el mejor y que el modelo de sociedad que puede construirse a través del mismo, tampoco. Sucede, sin embargo, que, en lugar de iniciar una reflexión desapasionada sobre cómo acometer los cambios necesarios, se juega a la complacencia o a la confrontación o se mira al pasado, sin entablar una deliberación serena sobre el mercado de trabajo que queremos ahora y en el futuro.

  Por eso me parece encomiable el esfuerzo hecho en el Reino Unido con el encargo y la elaboración del Taylor Review. Para empezar han identificado los grandes retos a que se enfrenta el mundo del trabajo en ese país: el pobre crecimiento de los salarios, la baja productividad, la creación de puestos de trabajos acordes con los niveles de educación y cualificación profesional de la fuerza de trabajo, la eclosión de nuevos modelos de negocio, especialmente las plataformas digitales, y el avance de la digitalización/automatización y los efectos que tendrá sobre el volumen y la configuración del empleo. Estoy convencida de que esos son también en mayor o menor medida los desafíos de nuestro propio mercado de trabajo, pero los británicos han tenido la audacia de ponerlos encima de la mesa para debatir sobre ellos y nosotros todavía no.

Más audaz es aún el enfoque con el que quieren abordar dichos retos: la calidad del empleo. Entre las propuestas del Taylor Review pueden leerse dos verdaderamente interesantes y novedosas. La primera, dirigida al Gobierno, es que, junto con la cantidad de empleos que puedan crearse, se ingenie un sistema que mida y publicite la calidad del empleo. La segunda, también dirigida al Gobierno, y que consiste en nombrar un responsable político dentro del mismo encargado de la calidad del empleo. Es verdad que no es fácil medir la calidad del empleo. También lo es que es un concepto un tanto subjetivo, porque lo que puede ser calidad para algunos puede no serlo para otros. Tener un salario elevado puede ser símbolo de buen empleo para una parte de la población, mientras que para otra puede serlo disponer de más tiempo libre para el cuidado de la familia o el disfrute del ocio. Aún así, el Taylor Review marca una serie de ámbitos y variables que bien pudiéramos hacer nuestros: los salarios, la seguridad en el empleo, la educación y la formación profesional, las condiciones de trabajo, incluida la salud y la seguridad en el mismo, la conciliación de la vida profesional y privada y la consulta, participación y representación colectivas. Yo añadiría a ellos la igualdad de mujeres y hombres en el acceso, la permanencia y las oportunidades en el trabajo para completar un cuadro que perfectamente podría servirnos de referencia para empezar a medir y publicitar hasta qué punto es “bueno” el empleo que se crea en nuestro país y por dónde empezar a realizar cambios.

No se me escapa que el Taylor Review tiene aspectos criticables que la propia opinión pública británica ha ido poniendo de manifiesto, pero para mí posee ese valor central de servir de reflexión y propuesta en frío sobre los cambios que deben hacerse en el mercado de trabajo para afrontar los grandes retos del futuro con la vista puesta en la calidad del empleo. Una reflexión y propuesta en frío que yo querría para mi propio país y que, si me lo permiten, iré haciendo desde estas páginas.

A los españoles nos gustan los robots

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Luz Rodríguez es profesora de Derecho del Trabajo en UCLM

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