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Luces Rojas

Ni un minuto un corrupto en el PSOE de Pedro Sánchez. ¿Excepto Andalucía?

Braulio Gómez

Creo que sólo hay un factor que puede alterar el desenlace electoral que pronostican las encuestas y que sitúan a Podemos como la única fuerza política capaz de ganar al Partido Popular en las próximas elecciones generales. En unas semanas, la Fiscalía del Tribunal Supremo tendrá que decidir si corrobora la tesis mantenida en la instrucción de la juez Alaya, según la cual los dos últimos presidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, serían participes o conocedores del fondo de los ERE que fue concebido para burlar la ley y desviar fraudulentamente una importante cantidad de dinero que debería haber sido destinado a paliar la dramática situación de los andaluces que perdieron su empleo en los últimos años. Además, podrían ser imputados también buena parte de los consejeros socialistas de sus gobiernos, incluidos Gaspar Zarrías o María del Mar Moreno.

En unas semanas, Pedro Sánchez tendrá que decidir si prefiere un PSOE unido pero sin votos bajo el paraguas corrupto del PSOE andaluz o si expulsa cautelarmente a todos los implicados aunque le cueste la unidad de un partido que ha dejado de ser un referente de honradez para la mayoría de los españoles, por culpa, entre otras cosas, de los escándalos que ha ido acumulando la gestión socialista de la Junta de Andalucía.

La estrategia del nuevo líder socialista parece pasar por la toma de medidas, la plasmación de hechos, la ejecución de acciones como única vía posible para la recuperación de la credibilidad perdida por su partido. El problema es que desde la oposición tiene una capacidad limitada para resolver problemas, para demostrar con hechos que su llegada a la dirección socialista ha cambiado profundamente la acción política de su partido. Sobre su mesa tiene tres problemas políticos urgentes que aquejan a nuestro país: la brutal tasa de paro, el encaje de Cataluña en el Estado español y la crisis de las instituciones democráticas.

Respecto al primero, poco puede hacer desde la oposición para mejorar la situación del mercado laboral. Da igual lo que diga, no le van a creer. Le recordarán que las políticas económicas de su partido fueron un desastre. Da igual que se invente una Transición económica o que prometa derogar la reforma laboral. Habla cartucho, que no te escucho. Su propuesta de reforma constitucional como solución para mejorar la convivencia entre españoles tampoco va a poder desarrollarla. En el parlamento hay una mayoría absoluta que no está por la labor. Sus llamadas al diálogo quedan ahogadas entre los portazos de Rajoy y la vía rupturista elegida por la Generalitat.

Sólo tiene abierto el camino de los hechos consumados en sus acciones encaminadas a mejorar la imagen y credibilidad de una clase política que lleva siendo el segundo problema de los españoles todo lo que llevamos de década. Los ciudadanos le tomarán en serio cuando tome medidas fulminantes contra su propio partido, que es el principal problema que puede resolver actualmente Pedro Sánchez.

Las medidas de transparencia o las primarias no le van a ayudar tanto en esta difícil tarea de recuperar la credibilidad como la expulsión fulminante de los golfos y tramposos del Partido Socialista. Aquí está acertando de lleno, aunque choque con los estatutos garantistas del partido. “Ni un minuto un corrupto en el PSOE de Pedro Sánchez” es un lema acertado por lo alto que pone el listón de exigencias éticas en su partido y con el que puede recuperar la confianza de los ciudadanos si se aplica de forma sistemática.

Los socialistas beneficiados por las tarjetas opacas de Caja Madrid y el alcalde socialista de Parla enfangado en la trama corrupta que dirigía el ex secretario general del Partido Popular de Madrid ya saben que el nuevo PSOE no protege ni un segundo a los tramposos. En este plano ha empezado a diferenciarse sensiblemente del Partido Popular y es por aquí por donde puede volver a sintonizar con la ciudadanía. Los ciudadanos tienen que sentir que los nuevos dirigentes socialistas forman parte de la gente a la que le asquean los representantes políticos que se saltan la ley en su beneficio o en el de su partido.

Haría mal el líder socialista en quedarse con una definición restringida y minimalista del concepto de corrupción. Sus tiempos, los de la recuperación electoral del PSOE, no están para los matices. No sirven los argumentos que suenan a excusas: sólo ha prevaricado, su delito es administrativo, no penal, estamos hablando de malversación de fondos públicos, no de enriquecimiento personal, hasta que haya un juicio oral no se activará nuestro código ético. El ciudadano del que se quiere recuperar la confianza no es tan sofisticado como para hacer este tipo de diferenciaciones. Seguramente no entiende que cuando el líder socialista habla de Magdalena Alvárez, se empeñe en recordar que la exministra socialista solo está acusada de un delito administrativo. Esto es verdad, pero también es verdad que está imputada en el caso de los ERE fraudulentos por prevaricación y malversación de fondos públicos. Motivo por el cual tuvo que dimitir como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones.

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Si nos atenemos a sus últimas declaraciones, la secretaria general del PSOE andaluz no va a colaborar en la aplicación de medidas estrictas contra los dirigentes andaluces afectados por los escándalos. Susana Díaz apoya explícitamente tanto a Manuel Chaves, como diputado del Congreso, como a José Antonio Griñán en su refugio como senador. Hasta ahora, ninguno de los dos ha reconocido públicamente su responsabilidad política ni en el caso de los ERE, ni en el de los cursos de formación.

Cuando le preguntan a Susana Díaz si habría habido algo que se pudiera haber hecho mejor en los últimos 30 años de Gobierno socialista, la presidenta de la Junta no es capaz de condenar ni los ERE fraudulentos ni la desaparición del dinero de los cursos fantasmas de formación. En cambio, en la misma entrevista critica la estrategia política de su compañero y líder nacional que no llevaba ni cien días en el cargo y desliza con maldad propia de la vieja política que Pedro Sánchez todavía no se ha ganado su apoyo como candidato a la presidencia del Gobierno. Paradójicamente, puede que sea lo mejor que le podía pasar a Pedro Sánchez. Si el PSOE andaluz busca otro candidato a presidente de Gobierno, podrá visibilizar su sincero empeño de eliminar una vieja forma de hacer política a través de unas primarias abiertas que volvieran a ilusionar a los perdidos votantes y simpatizantes del Partido Socialista.

El PSOE de Pedro Sánchez sólo conseguirá diferenciarse definitivamente del Partido Popular en cuanto a la honradez del proyecto político que defiende en el momento en el que el presidente Mariano Rajoy no pueda decirle en el Parlamento cuando se habla de corrupción: ¿Va a tomar decisiones en el tema de los ERE? ¿No le deja Susana Díaz tomar medidas o no las quiere tomar? Conteste, ¿sí o no?

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