Abolición, por dignidad

Lidia Guinart

“No soy descendiente de esclavos, sino de seres humanos esclavizados”. Así sentenció la desaparecida activista de los derechos humanos Makota Valdina. Esta frase me hace pensar en la tan manida expresión “trabajadoras sexuales”, que hemos tenido que escuchar demasiadas veces en las últimas semanas, en el debate en el Congreso sobre la "ley del Solo Sí es Sí" y, más recientemente, en la toma en consideración de la Proposición de Ley socialista para la persecución de todo tipo de proxenetismo. De la misma manera que los antepasados de Valdina no eran en esencia esclavos y esclavas y no eligieron voluntaria y libremente ser privados de libertad y autonomía, tampoco es así en el caso de las mujeres prostituidas. Vender tu cuerpo a cambio de dinero no es trabajo, como no lo puede ser vender un riñón. Por eso la prostitución no es un trabajo, sino la esclavitud del siglo XXI. Justo por eso, porque la explotación sexual se produce en situaciones de extrema vulnerabilidad, muchas veces con engaños, con extorsión y con amenazas.

Perseguir el proxenetismo en todas sus formas, eximir a las mujeres prostituidas de tener que demostrar que están siendo explotadas, algo que penalmente ha sido en la práctica casi imposible de probar hasta la fecha dadas las amenazas que suelen sufrir la mayoría de estas mujeres y sus familias; protegerlas y asistirlas, a la vez que se persigue a los demandantes de prostitución. Estas son las premisas básicas de la ley que ha registrado el grupo socialista en el Congreso y que empieza su tramitación. La primera ley abolicionista de la prostitución en España.

Esta ley marcará, sin duda, un antes y un después en la legislación tanto española como europea en materia de igualdad. De la misma manera que lo hizo la ley 1/2004 en materia de violencia de género. Europa y el mundo nos miran. Lo dejó bien claro Jonathan Machler, director de la Coalición Abolicionista Internacional que agrupa a 35 organizaciones de todo el mundo, en el diálogo que concluyó en La Ciba, en Santa Coloma de Gramenet, cuatro días de encuentro internacional de líderes y supervivientes de la prostitución. Supervivientes que, como Alika Kinan o como Amelia Tiganus, han vivido para contarlo. Y lo cuentan tal como lo vivieron: un infierno del que no fue fácil salir, una experiencia vital que les ha marcado y que les ha convertido, ya superado el horror, en activistas abolicionistas convencidas. Y en la jornada “Abolición prostitución Ya” que tuvo lugar el pasado miércoles en Madrid participaron un total de ocho supervivientes que apoyaron la ley abolicionista del PSOE y pusieron en valor que nuestro país dé este paso adelante. Lo mismo hicieron organizaciones feministas de referencia que organizaron las jornadas, tanto CAP Internacional como Feminicidio.net o la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres. Sin fisuras, todas se mostraron partidarias de que la legislación sea realidad cuanto antes.

Me asombra, y hasta me indigna, la vehemencia con que algunas formaciones, entre las que se cuentan alguna derecha y muchas izquierdas, defienden el supuesto derecho de estas mujeres a prostituirse

Por eso me asombra escuchar, en la voz de regulacionistas de las formaciones políticas que se oponen a esta ley, que no contamos con las mujeres, con las que ellas llaman “trabajadoras sexuales”. Tanto como me asombra, y hasta me indigna, la vehemencia con que algunas de estas formaciones, entre las que se cuentan alguna derecha y muchas izquierdas, defienden el supuesto derecho de estas mujeres a prostituirse. Evidentemente no estamos hablando de lo mismo. Desde el abolicionismo, que no hay que confundir con el prohibicionismo, respetamos, faltaría más, la decisión de quienes desean en total y absoluta libertad vender su cuerpo a cambio de dinero. El problema es que la inmensa mayoría de estas mujeres no lo hacen libremente. Y el problema también radica en que quienes alzan la voz, supuestamente en nombre de las mujeres, se erigen en verdad en defensa de los intereses de los proxenetas que se lucran con la explotación sexual de mujeres.

Demasiadas falsedades interesadas se están vertiendo sobre esta ley. La proposición no se refiere en ningún caso a la pornografía, como se ha pretendido. Tampoco desprotege a las mujeres prostituidas. Y no es excluyente para una futura regulación integral en cuestión de trata de seres humanos en la que, de hecho, ya está trabajando el Gobierno. Lo que sí hace es evitar que unos cuantos se sigan lucrando a expensas de mujeres que en sus países de origen viven situaciones extremas, mujeres e incluso niñas que son captadas con engaños y promesas de una vida mejor y de un trabajo digno. Mujeres y menores que, al llegar a España, se encuentran con un “o lo tomas o te expones a multitud de riesgos para ti y para tu familia”. Personas que son deshumanizadas porque existen hombres capaces de obtener sexo de alguien que no les desea a cambio de dinero, de alguien que está sufriendo una tortura inimaginable en la que la libertad y el consentimiento son una pura quimera.

Nuestra sociedad tiene que caminar hacia la plena democracia y solo lo conseguirá con igualdad real entre hombres y mujeres, algo incompatible con la violación, por mucho que medie dinero. Únicamente sin violencia hacia la mitad de la población podremos transitar por la senda de la democracia sin tener que agachar la cabeza

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Lidia Guinart es diputada por Barcelona y portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

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