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La reflexión de Sánchez abre el primer debate en serio sobre su sucesión en el PSOE

Sobre la amnistía

Xosé Fortes

A muchos les sorprenderá que un militar tercie en una polémica que se pretende jurídica. Aunque jurídica no debe de ser cuando magistrados con gruesas puñetas enfocan desde perspectivas opuestas la constitucionalidad o no de la medida. Lo hago porque es básicamente una cuestión política y por consiguiente podemos opinar sobre la misma todos los ciudadanos, incluido el ex presidente González y por supuesto los que hemos ejercido la carrera de las armas.

Que la Amnistía es un acto esencialmente político lo comprobamos analizando la de 1977, que pretendía hacer borrón y cuenta nueva de la herencia franquista. Al final no pudo ser la Amnistía General que todos esperábamos, ya que por presiones militares fuimos excluidos los nueve militares de la Unión Militar Democrática (UMD) expulsados del ejército en el Consejo de Guerra de Hoyo de Manzanares de 1976.

Yo comprendí las razones de Gutiérrez Mellado para oponerse a nuestra inclusión. En su lugar hubiera hecho lo mismo. El hecho de pertenecer a otra generación fue la principal diferencia entre nosotros y el vicepresidente del gobierno, al que, por lo demás, siempre consideramos, militar y políticamente, uno de los nuestros. El tener que lidiar con aquel generalato de miuras, y con aquella oficialidad marcada a fuego por la guerra y el franquismo, fue, sin duda, la razón profunda de su oposición a nuestra amnistía. 

Yo le creo plenamente, y coincido con él, cuando afirma que tuvo que elegir “entre los militares de la UMD separados del servicio y la tranquilidad del ejército”. Como él mismo recuerda, “la UMD era entonces todavía un pretexto para los que estaban dispuestos a actuar contra la democracia”.

Da para reflexionar el hecho de que la jerarquía militar de aquellos años no pusiera objeciones a la amnistía de miembros de ETA, con delitos de sangre, y se opusiera frontalmente a nuestro reingreso por pedir democracia, Europa y profesionalización de las Fuerza Armadas.

Comprendí, sólo en cierto modo, las declaraciones de Felipe González recién llegado al gobierno, después del 23-F y de unas elecciones  en las que el PSOE obtuvo más de diez millones de votos. A las preguntas del periodista sobre la UMD, manifestó lo siguiente: “Es una cuestión de justicia pero no prioritaria”.

Vueltos al terreno político actual habría que decir que al Procés, que debió haberse frenado mucho antes, se llegó en buena parte por la abulia del entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Y debió haberse frenado no con tanques o cañones sino con acuerdos políticos que iban desde un distinto tratamiento del Estatuto a acuerdos económicos como los que le planteó en su momento Artur Mas.

Al final, la de 1977 no pudo ser la Amnistía General que todos esperábamos, ya que por presiones militares fuimos excluidos los nueve militares de la Unión Militar Democrática (UMD) expulsados del ejército

El intento de evitar después de aquella escalada nacionalista el referéndum de Octubre fue un catálogo de despropósitos. Un buen ejemplo de lo que nunca debe hacerse. Desde decir que no habría urnas, y las hubo, hasta enviar para coordinar las operaciones de orden público a un coronel destinado en Madrid, Pérez de los Cobos, cuando en Cataluña había generales de la Guardia Civil y comisarios de rancia antigüedad que afrontarían con mucha mayor competencia los problemas de orden público que pudieran plantearse. Aquel nombramiento explica en buena medida cierta desidia de las fuerzas de orden público desplegadas en Cataluña, que dejaron la zona de choque en manos de los recién llegados en aquel famoso buque y que habían sido despedidos en sus plazas de procedencia con el grito de “¡A por ellos!” ¿Qué nos había pasado para estar tan lejos de la conllevancia de la que hablaba Azaña?

Pero volviendo a las medidas de gracia, conviene dejar claro que los indultos aprobados por el gobierno de Pedro Sánchez, al que se llegó a acusar de connivencia con los acusados, desinflaron en buena medida aquella efervescencia independentista, como pudo comprobarse en las últimas elecciones y en diversas manifestaciones.

Pasados seis años de aquellos sucesos, da la impresión de que amnistiar, o paliar con otra medida de gracia similar, a los cientos de afectados por aquellos sucesos, por un desenfocado sentido de la obediencia o fervor nacionalista, ayudará a descargar tensiones muy enraizadas en lo identitario, y a normalizar la situación de Cataluña, o como decía hace días Feijóo, “buscar ¡el encaje de Cataluña en España!” Incluso aunque incluya al principal protagonista de aquellos hechos, de cuya calificación moral voy a abstenerme. 

Unos afirman que la Amnistía sólo puede concederse cuando hay un cambio de Régimen. Otros aducen motivos más rebuscados, como que con la amnistía se legalizaría el Procés. Felipe González llegó a afirmar, gratuitamente, que la Amnistía no cabía en la Constitución. Yo, como no soy jurista, y mientras se pronuncia el Tribunal Constitucional, remitiría al lector a los argumentos de Nicolás Sartorius, con los que coincido plenamente. Ni es exclusiva de los cambios de régimen, como podemos comprobar en distintos países europeos, ni rompe para nada con el espíritu de la transición, ni supone darle la razón a los amnistiados. Se limita a cubrir aquellos hechos  con la nube del olvido. 

En todo caso debo recordar que la Amnistía de que se habla no sería la primera después del referéndum constitucional. Nuestra Amnistía de diciembre de 1986 fue una nueva amnistía, aunque la forma de plasmarla fuera incluyéndonos en la Amnistía de 1977, de la que habíamos sido injustamente excluidos. 

Gracias a ella, recuperábamos nuestra condición de militares con todos los derechos excepto los económicos, es decir, sin gratificación alguna por aquellos 10 años de expulsión de las Fuerzas Armadas, que algunos sobrellevaron con gran dificultad. 

En cuanto a nuestros derechos profesionales debo decir que los recuperamos de aquella manera. No se nos concedió destino alguno y, en mi caso, se me denegó el acceso al Curso de Mandos Superiores, vulgarmente conocido como el Curso de General, por lo que a los pocos meses pedí el pase a la reserva.

Pedro Sánchez tendrá que hilar fino en la exposición de motivos y en el texto de la Amnistía o medida similar. Pero debe dar el paso sin que le tiemble el pulso, a pesar de que el anticatalanismo, por desgracia, proporciona votos allí donde el nacionalismo español es más excluyente. Y poder así pasar página de una vez de aquel Procés, siempre que JUNTS y ERC en su escalada competitiva no se suban al monte, que siempre entra dentro de lo posible. 

Suerte, Presidente. Le hará falta.

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Xosé Fortes es coronel de Infantería retirado.

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