Baneo total al gas ruso: quién gana y quién pierde

Antonio García-Amate

Tras el estallido de la guerra en Ucrania, la UE ha reducido sus importaciones de gas ruso por gaseoducto, pasando de un 45% a un 13% del suministro total. No obstante, las importaciones de GNL por transporte marítimo han representado un 19% de las importaciones durante el pasado año. Una doble vara de medir en toda regla, dejando la hipocresía de la política europea a la vista de todos. Es más, la UE ha gastado más dinero en la compra de petróleo y gas ruso (205.000 millones de euros) que en ayudas financieras emitidas a Ucrania (135.000 millones de euros).

Lejos de ser un dato aislado, los propios comisarios de la UE advierten que la sobredependencia de las importaciones rusas puede ser un problema de seguridad energética, dada la poca probabilidad de que la guerra en Ucrania finalice a corto plazo. Para reducir dicha dependencia, la UE ha sancionado en numerosas ocasiones a buques, compañías y personas físicas relacionadas con la comercialización de gas ruso y que pueden estar involucradas en la financiación de la guerra. Esto ha generado una oleada de acciones ilegales por parte de Rusia que le ha permitido seguir manteniendo un nivel relativamente alto de exportaciones, no solo a Europa, sino a India y China principalmente. Acciones como la compra de buques de los que no se sabe su propiedad o el apagado de los transpondedores para evitar ser detectados han sido algunas de las prácticas más conocidas durante estos años. En vista de la poca eficiencia de las sanciones, la UE ha ido un paso más allá.

El próximo 17 de junio, la UE espera lanzar un primer borrador de ley con el que busca reducir a cero las importaciones de petróleo y gas ruso. La estrategia a seguir pasa por dos fases. La primera: los nuevos contratos y las compras al contado de gas natural ruso estarán prohibidas al finalizar el año 2025. En una segunda fase, los contratos a largo plazo de importación con compañías rusas serán rescindidos al cierre de 2027. Una medida, como poco, ambiciosa.

¿Está siendo realista la política europea teniendo en cuenta que durante 2024 las importaciones de GNL ruso supusieron un 19%? ¿En año y medio habrá reemplazo a este porcentaje? ¿Qué consecuencias negativas supondrá para personas y empresas? Todas estas preguntas, y muchas más, se las está haciendo ahora mismo cada uno de los países de la UE. Como es normal, y dada la heterogeneidad de la dependencia energética que los miembros comunitarios tienen con Rusia, no todos están de acuerdo con la decisión.

Para empezar, lejos de tener una política energética común, Bruselas ha pedido a los países miembros que desarrollen un plan nacional para reemplazar el gas ruso que ahora consumen. Muy inteligente por parte de la Comisión… Países como Francia o Bélgica, mayores importadores de GNL ruso, están demandando garantías adicionales que permitan asegurar un abastecimiento seguro de energía a sus territorios. Otros países del este europeo, como es el caso de Hungría o Eslovaquia, van a tratar de mantener la entrada de gas ruso barato. De lo contrario, estos países con alta dependencia energética van a sufrir un incremento sin precedentes de su factura de la luz. ¿Quién paga ese extra coste? Entiendo que la respuesta irá en el plan nacional que el propio país debe de redactar. Un sinsentido absoluto. El propio primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, ha advertido de que va a intentar bloquear esta medida. Por otro lado, nuestro país parece estar de acuerdo con la estrategia de la Comisión. Curioso, teniendo en cuenta que España es uno de los mayores receptores de GNL ruso, gracias a los contratos a largo plazo que Naturgy tiene con Rusia. Hablando de contratos… ¿Quién paga los 18.500 millones de euros en los que se estima el coste legal entre compañías europeas y rusas?

Para empezar, los contratos existentes entre compañías europeas y rusas son acuerdos soportados en acciones de inversión bilaterales entre ambos países. La ausencia de restricciones antes del inicio de la guerra en Ucrania permitió a las compañías europeas firmar acuerdos multianuales con proveedores rusos, algunos de los cuales finalizan en el 2040. La fórmula legal que ofrece Bruselas es la de “fuerza mayor” para evitar la cláusula del take or pay, una disposición que obligaría a las compañías europeas a pagar el gas contratado incluso sin haberse consumido.

La fórmula legal que ofrece Bruselas es la de “fuerza mayor” para evitar la cláusula del 'take or pay', una disposición que obligaría a las compañías europeas a pagar el gas contratado incluso sin haberse consumido

En el caso de España tenemos dos claros ejemplos. Naturgy firmó un contrato de compra en 2018, por el cual se compromete a la compra de GNL proveniente de la planta Yamal. Este contrato expira en 2041. Otras compañías como TotalEnergies o Shell se encuentran en una situación similar. Yo me pregunto, ¿esto lo ha tenido en consideración la Comisión? ¿Es la cláusula de “fuerza mayor” el fin a todos los problemas? Sin ser yo especialista en leyes, permítanme dudar de la facilidad con la que se espera resolver el problema…

Hablando de perdedores en esta trama, ¿y a nosotros, nos va a afectar esto? ¿Qué pensáis? Bueno, aunque quede lejos el invierno de 2025, ya se habla de que Europa encara una estación invernal dura, dada las reservas por debajo del 90% y teniendo en cuenta que ya no podemos consumir gas ruso vía Ucrania. Esto hará que los pecios se incrementen, trasladándose a los mercados eléctricos, y finalmente a nosotros, cómo no. Lejos de aceptar la realidad, la Comisión indica que las medidas están diseñadas para preservar la seguridad energética y limitar cualquier impacto en el precio de la energía. Y, una vez más, me surge la pregunta: ¿cómo va a conseguir reemplazar el 20% del total de energía importada para 2027? La respuesta está en dos palabras mágicas: renovables y diversificación. Asunto arreglado.

Hemos hablado de perdedores, pero… ¿hay ganadores? Por supuesto, si hay perdedores tiene que haber ganadores. Según un informe reciente de S&P, se estima que el sector energético de Estados Unidos va a generar inversiones por valor de 100.000 millones de euros aprovechando esta coyuntura geopolítica. Francia, uno de los detractores de la nueva estrategia comunitaria, firmó en 2023 acuerdos multianuales con Qatar para la importación de GNL. Esto es a lo que la Comisión llama “diversificación”. Me parece muy bien, pero no hay que ser especialmente avispado para dar cuenta de que la “limitación del impacto en el precio de la energía” está muy lejos de ser una realidad. Habrá que esperar al próximo 17 de junio para ver con qué nos sorprende nuestra querida Comisión Europea. No puedo esperar a verlo.

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Antonio García-Amate es profesor en el Departamento de Economía y Empresa de la Universidad Pública de Navarra.

Tras el estallido de la guerra en Ucrania, la UE ha reducido sus importaciones de gas ruso por gaseoducto, pasando de un 45% a un 13% del suministro total. No obstante, las importaciones de GNL por transporte marítimo han representado un 19% de las importaciones durante el pasado año. Una doble vara de medir en toda regla, dejando la hipocresía de la política europea a la vista de todos. Es más, la UE ha gastado más dinero en la compra de petróleo y gas ruso (205.000 millones de euros) que en ayudas financieras emitidas a Ucrania (135.000 millones de euros).

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