Plaza Pública

Carta abierta al presidente de una asociación de vecinos

Francisco Javier López Martín

Querido Antonio.

Me dirijo a ti, como presidente de la Asociación de Vecinos de Cuatro Caminos Tetuán, pero esta carta va dirigida a cuantas personas os conjuráis en esa aventura de defender los derechos de la ciudadanía, el vecindario, el pueblo llano, que sufre cada día las ineficacias, las ineficiencias, la desidia de nuestros gobernantes. Una carta abierta a quienes dedican tiempo de su vida a defender lo que es de todas y todos en las Asociaciones de Vecinos y Vecinas.

Acabáis de entregar los premios Constitución la del 31, inequívoca muestra de vuestras convicciones republicanas y me habéis honrado con uno de ellos. En el diploma habéis escrito, Por su contribución al conocimiento de “los nadies”. Entre los premiados se encuentran otras personas que, desde la política municipal y autonómica, el teatro, el urbanismo, el cine, la pintura, el diseño, colaboran con vuestro esfuerzo por situar al barrio en una de esas centralidades que pugnan por convivir con el Madrid Central. Reconocimientos que no han olvidado a mujeres y hombres que nos han dejado, pero que han compartido vuestra vida y empeños.

Mi primera afiliación, fue a una asociación de vecinos de Villaverde, cuando aún se llamaban Asociaciones de Cabezas de Familia. Dicho de otra manera, las mujeres y los jóvenes estábamos legalmente de prestado, aunque teníamos un extraoficial carnet juvenil. Eran aquellos tiempos dictatoriales de democracia orgánica (nunca supimos bien de qué órganos se trataba, aunque podíamos imaginarlo), en la que la representación venía de la familia, el municipio y el sindicato (vertical, por supuesto).

Si los militantes de las CCOO, desde las empresas, se fueron infiltrando en el sindicato vertical hasta ganar las elecciones sindicales, en los barrios, como vecinos, también se fueron haciendo con algunas de aquellas asociaciones vecinales, especialmente las ubicadas en los barrios obreros.

Barrios como Vallecas, Chamartín de la Rosa, Carabanchel, Canillejas, Fuencarral, Villaverde, habían sido antes pueblos, absorbidos por la capital a finales de los 40 y principios de los 50 del siglo pasado. Se habían convertido en lugares de asentamiento de los miles de trabajadores y trabajadoras que llegaban de toda España buscando un empleo en la siempre pujante industria del suelo y la construcción, en sus empresas auxiliares, talleres y en las industrias del metal, automoción, la alimentación, la electricidad, el gas, tabacos, o la confección.

Casa baratas, chabolas, Unidades Vecinales de Absorción, poblados dirigidos, colonias benéficas, obras sindicales del hogar, fueron rodeando los viejos núcleos urbanos, conformando extraños desarrollos urbanísticos. Calles sin asfaltar, alcantarillados deficientes, transportes insuficientes, sin centro sanitarios, ni colegios.

Luego vendría el asalto a los pueblos de la periferia, esta vez sin absorciones de por medio, que dieron lugar al crecimiento acelerado de los pequeños municipios que rodeaban Madrid. Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, Coslada y San Fernando, Getafe y Leganés, Móstoles y Alcorcón, Fuenlabrada, entre otros muchos.

No fue fácil el duro recorrido vecinal. Cuando llegó la democracia era mucho el trabajo por hacer, muchas las carencias, los desastres urbanísticos, las necesidades de servicios públicos esenciales. No fue fácil ir construyendo espacios de convivencia. La limpieza de las calles, el asfaltado de las calzadas, las aceras transitables, plazas, parques, colegios, centros de salud, ambulatorios y hospitales, centros de atención a la drogodependencia que consumió a muchas familias, universidades, centros culturales, autobuses, metros, cercanías. Nada hubiera sido posible sin vuestro trabajo vecinal.

Miro el tablón de anuncios de vuestra asociación y allí veo que los años han pasado deprisa, pero los problemas siguen siendo parecidos. Muestras de cine en barrios que han ido viendo echar el cierre a todos sus cines. Premios Superbache para unas calles abandonadas de la mano de los gobernantes. Defensa de los servicios públicos. Derecho a la vivienda. Convivencia de generaciones, culturas, nacionalidades distintas. Comercio de barrio. Oposición a la proliferación de las casas de juego. Teatro comunitario. Cuestionamiento de movimientos especulativos como la Operación Chamartín, o el Paseo de la Dirección.

Carta abierta a mi alcaldesa

Ahora entiendo mejor esa reivindicación de lo constitucional y republicano en vuestros premios. España fue un día República democrática de Trabajadores organizada en régimen de Libertad y Justicia. Luego, tras una larga dictadura, se convierte en Estado social y democrático de Derecho que persigue la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Dicho de otra manera, la legitimidad de los valores republicanos de la Constitución del 31, son los que legitiman la Constitución del 78.

Ahora comprendo que lo esencial de ser republicano, ya sea bajo una dictadura, o en una monarquía constitucional, no es esperar el advenimiento de un régimen republicano, sino trabajar por la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, en cada momento del día, en cada instante de la vida. Proteger lo que es de todos y de todas. Ser republicano, como lo sois en Cuatro Caminos-Tetuán, es sostener los valores republicanos. Defender la vida.

Francisco Javier López Martín

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