Cifras que hablan: 20.000.000, 500.000, 1.000, 16

Isabel Rodríguez

Este domingo acudiré, tal como he hecho siempre, a la manifestación con motivo del Primero de Mayo. Para mí no es una conmemoración más en el calendario. Es una fecha que pone en valor el compromiso con el empleo, con la unidad y con el anclaje en unas ideas sustentadas en la defensa de los trabajadores y las trabajadoras.

Hace 130 años que se conmemora el Primero de mayo. Desde que un año antes lo decidiera el Congreso Internacional Obrero celebrado en París en 1889 para homenajear a los mártires de Chicago. El 1 de mayo de 1886, los trabajadores de la que entonces era la segunda ciudad con más habitantes de Estados Unidos anunciaron una huelga general con la gran reivindicación de la jornada laboral. «Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa», rezaban las pancartas preparadas para la ocasión.

Para mí es una cita que está vinculada de forma indisoluble a mis raíces personales y familiares. Conservo recuerdos de las celebraciones del Primero de mayo desde que yo era pequeña. Recuerdos de los encuentros en la Casa del Pueblo, acompañando a mis padres. Corría la primera década de la democracia. Nosotros, los niños y niñas, revoloteábamos jugando felices y les veíamos felices. Allí estábamos familias humildes y “currelas”. Juntas en una fiesta con un marcado sentimiento de clase, de unidad, de lucha.

Esa es la atmósfera que forma parte de mi memoria y que luego he podido cultivar en las convocatorias que arrancan en la glorieta de la Virgen de Gracia, en Puertollano, y concluyen con los mensajes en la concha de la música. Tengo muy presente la esencia de estas reivindicaciones para comprender la progresiva mejora de las condiciones laborales. Quienes en aquella época se consideraban humildes comenzaron a sentirse “clase media”. Fue solo un espejismo, como comprobamos una década después.

La adolescencia no hizo más que acrecentar el sentimiento de reivindicación. Sartre sostenía que muchos jóvenes se afanan por ideas y conceptos que tendrán en veinte años. Tal vez algo así me ocurrió a mí, porque la evocación de la estampa portando la pancarta de Juventudes Socialistas en la manifestación por el Primero de Mayo resulta indisociable de la responsabilidad política e institucional que ahora me cabe el honor de ejercer.

La gran recesión generada a partir de 2008 provocó una crisis que nos devolvió a la precariedad y a una oleada de recortes en la que temblaron los cimientos de la política y del sindicalismo. Puede que fuera inducido, por aquello de que la protesta unitaria y fuerte nunca interesa. En ese extremo coinciden quienes son partidarios de una sociedad individualista, desordenada, asamblearia.

Daba la impresión, a la vista del hachazo perpetrado al sistema de protección social en la gestión de la crisis de hace una década, de que la democracia, la libertad y los derechos políticos hubieran traído bienestar por encima de nuestras posibilidades.

No me resigno ante esa especie de fatalidad, de modo que me llena de orgullo formar parte de un Gobierno que ha apostado por consolidar el modelo de bienestar social y por una recuperación justa, inclusiva y dialogada. Una hoja de ruta que no detuvo la pandemia y que tampoco lo va a hacer la incertidumbre generada por la guerra en Ucrania.

Hay cifras que hablan por sí solas.

Hace diez años, España registraba un récord histórico de desempleo, con una tasa del 26%, rozando los seis millones de parados. Sólo en un año se destruyeron 700.000 puestos de trabajo.

Hoy en día hemos superado los veinte millones de personas ocupadas. Y en marzo se firmaron más de 500.000 contratos fijos.

En tan solo un año y medio, España ha recuperado los niveles de afiliación a la Seguridad Social previos a la pandemia, mientras que durante la crisis financiera se tardó más de una década

En tan solo un año y medio, España ha recuperado los niveles de afiliación a la Seguridad Social previos a la pandemia, mientras que durante la crisis financiera se tardó más de una década. Gracias, en gran medida, al mecanismo de los ERTE, que permitió garantizar rentas y salvar más de tres millones de empleos.

Y el salario mínimo interprofesional ha pasado de 735,90 euros en 2018 a 1.000 euros en la actualidad. Recuerdo que en mi época de juventud, una aspiración generalizada era la de ser mileurista. Es este Gobierno el que lo ha hecho posible.

La juventud reclama oportunidades y estamos volcados en dárselas, asumiendo como prioritario el mandato de atajar la precariedad y el alto desempleo.

Con este objetivo, cumplimos el compromiso de abordar la modernización del mercado de trabajo a través de una reforma laboral acordada con los agentes sociales y centrada en la dignificación del trabajo, lo que va a permitir a millones de jóvenes satisfacer sus expectativas vitales y profesionales. Como ha dicho el presidente del Gobierno, no vamos a consentir que nuestros jóvenes vuelvan a pagar la crisis.

Cumplimos en materia de corresponsabilidad con la ampliación del permiso de paternidad a 16 semanas, una conquista que ha situado a España a la cabeza de Europa en esta materia.

Esta iniciativa es decisiva para avanzar en igualdad y corresponsabilidad, una de las mayores inquietudes de la juventud, y va acompañada de la exigencia a las empresas de incluir un registro de salarios para evitar que las mujeres ganen menos que los hombres. Desde 2018, la brecha salarial entre mujeres y hombres se ha reducido en casi cinco puntos hasta situarla en el 16,2%, según la EPA.

Para un mejor empleo siempre es necesaria una buena educación. El Gobierno ha aprobado una nueva ley de Formación Profesional que ajusta los perfiles profesionales a las demandas de las empresas y una partida sin precedentes para becas de estudiantes, adelantando la convocatoria a marzo. Es la primera vez que nuestro país invierte más de 2.000 millones de euros en becas. Va a significar que, aproximadamente, un millón de jóvenes en este país puedan disfrutar de ese derecho y seguir formándose.

Todas estas políticas no son suficientes, por supuesto. El Gobierno no se conforma. Pero nunca en la historia de nuestro país habíamos tenido tantas personas trabajando ni habíamos abordado con tanta determinación los desafíos de nuestra juventud.

Este año hay muchos motivos para volver a las calles a reivindicar el Primero de Mayo. Estamos a las puertas del Día Internacional del Trabajo, pero también de una fecha extraordinariamente simbólica ligada de forma indeleble al Partido Socialista Obrero Español.

Basta recordar que el PSOE se fundó en la madrileña taberna Casa Labra de Madrid el 2 de mayo de 1879 y que el tipógrafo y estadista que encabeza aquel grupo de fundadores, Pablo Iglesias Posse, también alumbró la Unión General de Trabajadores (UGT). Es una ocasión oportuna, por tanto, de poner de relieve la imprescindible función que cumplen los sindicatos en representación de la clase trabajadora y como ejes vertebradores de la democracia. Así lo reconoce la Constitución y así es percibido por la gran mayoría de españoles y españolas.

Frente a las rivalidades y los enfrentamientos que azuzan los extremismos, la respuesta del Gobierno es clara: unidad, estabilidad y confianza. Saldremos adelante creciendo con fuerza, apuntalando el Estado del Bienestar y recuperando derechos. Sólo así lograremos garantizar la vertebración social, territorial e intergeneracional de nuestro país.

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Isabel Rodríguez es portavoz del Gobierno y ministra de Política Territorial.

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