¿Hacia otra crisis financiera?

Antonio Estella

No sé si les pasará a ustedes, pero yo personalmente, cada vez que oigo a los economistas decir, cuando colapsa una entidad financiera, eso de que “no es previsible que haya contagio al resto del sistema financiero”, me pongo en apnea. Recordemos brevemente: en la crisis financiera de 2008, pasamos del “todos tranquilos” a “esta vez es diferente”, casi en cuestión de semanas. Por ahora estamos en la primera fase, la de la negación de la realidad. Esperemos que esta vez los economistas tengan razón, y no nos veamos dentro de unas semanas en el “cada vez es diferente, y, además, peor que la anterior”.

En cuestión no ya de días, sino de minutos, la quiebra del Silicon Valley Bank, y del Signature Bank, ha puesto en dificultades a una de las entidades bancarias más importantes de Europa, el Credit Suisse. La respuesta, en Estados Unidos, y también en Suiza, se ha producido, afortunadamente, casi en cuestión de segundos también: se protegerá ilimitadamente a los depositantes de estas dos entidades. Recordemos que Suiza no es miembro de la UE y retiene, por tanto, su soberanía monetaria (dentro de los límites que vienen impuestos por una integración de los mercados de capitales casi absoluta en el mundo).

Sin embargo, no sabemos en estos momentos si se desatará el pánico bancario tanto a un lado como al otro del atlántico, y si los depositantes acudirán de forma masiva a retirar sus depósitos de los bancos. Lo que nos dicen los economistas es que esta vez también es diferente a la anterior porque resulta que el problema se centra en las subidas, tan rápidas, de los tipos de interés, que han hecho que los bancos americanos antes mencionados no pudieran afrontar los pagos de los depósitos remunerados a corto plazo y hayan tenido que vender a pérdida la deuda pública del tesoro americano que habían suscrito a largo plazo con anterioridad a las alzas de los tipos de interés. Pero recordemos una vez más la crisis de 2008: Lehman no era una entidad sistémica y sin embargo puso en jaque a todo el sistema financiero del mundo. Lo de Lehman era simplemente en el segmento sub-prime de la actividad crediticia de las entidades financieras, a pesar de lo cual se acabó contagiando al resto de los segmentos. Lo de Lehman era una cuestión de liquidez, y no de solvencia, y de repente se empezó a cuestionar la solvencia de determinades entidades financieras, como si hubiera una línea de demarcación tan clara entre lo que es liquidez y lo que es solvencia. El origen específico de la actual crisis puede no ser exactamente la misma que en 2008; pero sus consecuencias podrían aproximarse mucho a las de aquella crisis, si no se ataja de manera radical e inmediata el problema.

Solamente los Bancos Centrales, también el Europeo, tienen los recursos y los mecanismos, monetarios e institucionales, para hacer frente a las imperfecciones del sistema económico y financiero de nuestro planeta

La buena noticia es que hemos aprendido bastante de la anterior crisis financiera. Por ejemplo, hemos aprendido que las crisis no tienen por qué estallar en nuestras fronteras. Una vez más, ésta se ha producido en Estados Unidos. Hay que coordinarse más y mejor con las grandes potencias financieras del planeta, y de hecho se han tomado muchas medidas en esta dirección después de la crisis de 2008. Segundo, se sabe que este tipo de crisis solamente se extienden si no se actúa de manera completamente expeditiva y tajante. En Estados Unidos, la crisis de 2008 duró no más de dos años. En 2010 el país estaba de nuevo en la senda de crecimiento y el fantasma de un gran crack financiero se había esfumado. En Europa, en la Unión Europea, se tardó muchísimo en reaccionar, y ello hizo que se tardaran tantos años en salir de la crisis económica. Esperemos que esta vez se hayan aprendido las lecciones del pasado, aquí también. El Banco Central Europeo, si tiene algún papel, es el de contener las crisis, o, mejor dicho, el de contener los contagios financieros. Es el Banco de último recurso de la UE, digan lo que digan los Tratados al respecto; por lo tanto, tiene que actuar como tal y de manera inmediata. Dicho de otra manera: tengo serias dudas sobre la capacidad de control de la inflación de los Bancos Centrales; pero lo que sí que tengo claro es que son un instrumento absolutamente fundamental para luchar contra las crisis y los contagios. Solamente los Bancos Centrales, también el Europeo, tienen los recursos y los mecanismos, monetarios e institucionales, para hacer frente a las imperfecciones del sistema económico y financiero de nuestro planeta.

Quedan, sin embargo, cosas por hacer, y si las hubiéramos hecho a lo largo de todos estos años, estaríamos en estos momentos mucho más tranquilos. Lo primero que hay que hacer es establecer una cobertura europea de depósitos ilimitada, de tal manera que se protejan los depósitos bancarios en el caso de que una entidad quiebre. La Comisión Europea propuso, en Noviembre de 2015, la adopción del Reglamento de la UE para el establecimiento de un Esquema Europeo de Garantía de Depósitos, bajo determinadas condiciones que debían cumplir los Bancos. Esta propuesta, que aseguraría, con el tiempo, el 100% de los depósitos bancarios a través de un seguro de alcance comunitario, lleva desde entonces durmiendo el sueño de los justos, gracias, sobre todo, a la oposición del gobierno alemán en la materia.

La segunda de las reformas que hay que hacer es la del mandato del Banco Central Europeo, en la línea que he señalado más arriba. El Banco Central Europeo tiene que aparecer, en los Tratados, como lo que en realidad es: el prestamista de último recurso de la zona euro (y probablemente, en coordinación con los Bancos Centrales de los Estados Miembros sometidos a una excepción, de toda la Unión Europea). En realidad, el BCE lleva desarrollando esta labor desde al menos la crisis de 2008, y sin duda alguna, desde la crisis del covid. Pero teniendo en cuenta cuál es su mandato jurídico, siempre la desarrolla de manera temerosa, como si fuera un niño pequeño que acabara de hacer una travesura, y siempre expuesto a que el Tribunal Constitucional Alemán anule alguna de sus medidas en el ordenamiento jurídico de aquel Estado Miembro, lo que pondría en cuestión su propia credibilidad. Materialmente, el BCE parece más decidido a desarrollar el papel que la Historia (sí, la Historia, con H mayúscula) le ha llamado a desplegar. Ahora solamente falta que la realidad jurídica se acomode a la material, de tal manera que nadie pueda ponerle peros a la acción del BCE. Hagamos estas reformas para que la próxima vez que los economistas vuelvan a decirnos “todos tranquilos” podamos estar todos tranquilos, pero de verdad.

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Antonio Estella es director del Master en “Gobernanza Económica Europea: Derecho, Políticas y Economía” de la Universidad Carlos III de Madrid.

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