La portada de mañana
Ver
La red infinita del lobby de la vivienda: fondos, expolíticos, un alud de 'expertos' y hasta un pie en la universidad

Democracias en alto riesgo

Gaspar Llamazares | Miguel Souto

La tecnología y la irrupción de internet, que han propiciado un gran avance de la globalización en las últimas décadas (que ahora se encuentra en un cierto repliegue), han sido testigos de grandes cambios geopolíticos en los últimos años. Desde la crisis financiera de 2008 estamos asistiendo al paso acelerado de un mundo unipolar a otro multipolar, con el ascenso de China y ahora de Rusia, aunque la cosa viene de más atrás. Además, las democracias están amenazadas por populismos y autocracias de distintos tipos, que hoy gobiernan a un porcentaje muy elevado de la población mundial.

En este contexto, en el que el mundo se ha dado la vuelta y se ha puesto del revés, con un gran auge de los nacionalismos, Rusia reclama un sitio en el proyecto de la nueva organización bipolar o multipolar en ciernes. Esto es así por vez primera desde el final de la guerra fría, cuando Gorbachov, nombrado secretario general del PCUS en 1985, y alentado por la explosión de uno de los cuatro reactores de la central nuclear de Chernóbil en 1986, recurrió a la glasnost (en esencia, una transparencia limitada), y puso en marcha un periodo de reformas (perestroika), que terminó provocando la implosión de la Unión Soviética, aunque también en este caso la crisis venía de mucho antes. Rusia reclama ahora, y mediante los tambores de guerra, el sitio que cree que le pertenece, con un Putin al frente que, desafiando al derecho internacional, emprende la invasión ilegal de Ucrania, un país vecino independiente al que le unen lazos y querellas históricos, en una acción sin precedentes desde la invasión de Irak a Kuwait en 1990 (sin olvidarnos de la cadena de intervenciones de los EEUU al calor del 11S, bajo la bandera de la guerra preventiva y frente al terrorismo que han devastado las Naciones Unidas y el derecho internacional).

La globalización es una actualización de la fe modernista en la tecnología que implícitamente excluye la política como escenario de las decisiones

Tony Judt

La tecnología y la digitalización jugaron durante estos últimos años un papel fundamental en la geoestrategia rusa. Hay muchas muestras de lo anterior que, además, ilustran la vulnerabilidad de los Estados ante la revolución digital. Ejemplos paradigmáticos de dicha utilización del ciberespacio se dieron con la victoria de Trump sobre Hillary Clinton. También en las intoxicaciones y mentiras constantes que buscaban poner palos en las ruedas de la unidad de Europa. Lo cierto es que a nuestra época le ha tocado entrar en una crisis detrás de otra. La nueva crisis geopolítica ha venido precedida por una gran crisis sanitaria con una pandemia que todavía no se ha cerrado, y en la cual la digitalización también ha jugado un papel determinante, en un amplio sentido lleno de ambivalencias, con el auxilio del trabajo, la enseñanza, la sanidad y la administración telemáticas, pero acelerando al mismo tiempo el distanciamiento social, la uberización de la empresa y un alejamiento cada vez mayor entre la administración y los administrados.

De modo que esto no va de los Estados Unidos y China exclusivamente, en contra de lo que pensábamos estos últimos años. Independientemente de lo que pase con esta guerra y durante los próximos años, el equilibrio entre USA y China, con la UE intentando apuntalar un área propia de influencia, tendrá que buscar un nuevo espacio multipolar con una dificultad extrema para integrar a la Rusia de Putin, al margen de la crisis que, probablemente, se derive de la invasión y de lo imprevisible de sus efectos. Todo ello a sabiendas de que es difícil que convivan equilibrios que responden a proyectos radicalmente distintos sin que se produzcan nuevos choques y, posiblemente, situaciones que van a producir retrocesos en los derechos conquistados, amenazas seguras a nuestro Estado del bienestar o, incluso, llegar a poner en riesgo la supervivencia de las actuales democracias. Todo esto, con la esperanza de que a nadie se le ocurra utilizar el arma nuclear y poner en peligro (más todavía que con la actual deriva hacia la catástrofe climática) la vida sobre la Tierra.

Este movimiento sísmico de la geopolítica del populismo, y a su servicio la tecnología y la revolución digital, amenaza los derechos de las personas y, por tanto, a las democracias. Y esto ocurre en un momento especialmente delicado para estas últimas. No olvidemos, como decíamos antes, que un porcentaje muy elevado de países en el mundo está gobernado por autocracias y que estas van en aumento. Por otra parte, las célebres GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) y el resto de las corporaciones internacionales no tienen la menor intención de responder ante nada ni ante nadie en un ciberespacio sin controles. Acrecientan su poder sin barreras terrenales al que únicamente la UE intenta poner tímidamente normativas democráticas (véase la ley sobre protección de datos). Sólo los Estados, tal como los conocemos hoy, el proyecto europeo y las sociedades democráticas, a la espera de una gobernanza global, parecen interponerse entre estos intereses y los abusos a los ciudadanos. Conviene recordar que no tenemos otros mimbres para construir el futuro.

______________________________

Gaspar Llamazares Trigo y Miguel Souto Bayarri son médicos y autores, junto a la psicóloga Gema González López, del libro 'Salud: ¿derecho o negocio? Una defensa de la sanidad pública'.

Más sobre este tema
stats