Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
La transición hacia una economía circular se erige como uno de los imperativos más significativos y transformadores de nuestro tiempo; representa una respuesta sistémica ante la evidencia de los límites planetarios y la acuciante necesidad de evolucionar hacia un modelo de desarrollo más resiliente y, fundamentalmente, sostenible. Nos encontramos en un contexto global caracterizado por una presión creciente sobre los recursos naturales, una marcada volatilidad en los precios de las materias primas, disrupciones frecuentes en las cadenas de suministro y la urgencia ineludible que nos impone la crisis climática. En este escenario, el modelo económico lineal tradicional, aquel fundamentado en la secuencia de "extraer, producir, usar y tirar", se manifiesta, de forma progresiva e inequívoca, como insostenible desde una triple perspectiva: ambiental, social y económica.
Frente a esta realidad, la economía circular emerge con vigor como un paradigma alternativo y, crucialmente, regenerativo. Su propósito fundamental no es otro que desvincular el crecimiento económico del consumo de recursos finitos y de la generación de impactos ambientales negativos. Para alcanzar tal fin, se hace imprescindible un rediseño de los sistemas productivos, de los modelos de consumo y de las propias cadenas de valor. Este rediseño se orienta estratégicamente a minimizar la generación de residuos y, simultáneamente, a maximizar la utilización y el valor intrínseco de los recursos que ya se encuentran en el sistema económico, promoviendo para ello un abanico de estrategias que incluyen la reutilización, la reparación, la renovación, la remanufactura y el reciclaje de alta calidad.
Es importante subrayar que este cambio de paradigma no responde únicamente a una necesidad ambiental perentoria, sino que, además, se configura como un potente motor de innovación, un catalizador para la mejora de la competitividad empresarial y una fuente tangible de creación de valor económico y social a largo plazo. En este contexto, la Directiva sobre Información Corporativa en materia de Sostenibilidad (CSRD) de la Unión Europea, junto con sus correspondientes Estándares Europeos de Reporte de Sostenibilidad (ESRS), y en particular la Norma Europea de Información sobre Sostenibilidad E5 (NEIS E5) relativa al uso de los recursos y economía circular, impulsan una mayor transparencia, rigor y comparabilidad en la manera en que las empresas informan sobre sus estrategias, las acciones que acometen y el desempeño que alcanzan en este ámbito vital.
La buena noticia es que el compromiso de las empresas españolas con la economía circular va en aumento
La buena noticia es que el compromiso de las empresas españolas con la economía circular va en aumento. Muchas compañías ya no ven este modelo solo como una obligación para gestionar residuos, sino como una fuente de valor y una parte clave de su negocio a largo plazo. Cada vez más empresas cuentan con políticas claras sobre el tema, e incluso están creando puestos directivos y comités dedicados específicamente a la sostenibilidad y la economía circular.
Se están realizando esfuerzos importantes en el diseño ecológico de los productos, buscando que duren más o se puedan reciclar mejor al final de su vida útil. También se observa un interés creciente en utilizar más materiales reciclados y de origen renovable en la producción. La gestión de los residuos que generan las empresas también ha mejorado significativamente. Muchas empresas se esfuerzan por reducir la cantidad de residuos que envían al vertedero, y algunas incluso han logrado obtener certificaciones de "residuo cero a vertedero" para algunas de sus instalaciones. Además, se está invirtiendo en innovación para encontrar nuevas soluciones, como el desarrollo del reciclaje químico para tratar plásticos que antes eran difíciles de reciclar.
Pero a pesar de estos avances, el camino hacia una circularidad total es todavía largo y presenta bastantes barreras. Uno de los grandes retos para las empresas es mirar más allá de sus propias fábricas y oficinas. Es fundamental que analicen y actúen sobre toda su cadena de valor: desde cómo y dónde obtienen sus materias primas hasta qué ocurre con sus productos una vez que los consumidores dejamos de usarlos.
Con frecuencia, el enfoque principal sigue estando en gestionar los residuos que ya se han generado, en lugar de adoptar estrategias verdaderamente proactivas para prevenir que esos residuos se produzcan en primer lugar. Aunque muchas empresas establecen objetivos, estos a menudo no son lo suficientemente ambiciosos o no cubren todos los aspectos importantes de la economía circular, como por ejemplo, la reducción significativa del consumo de materias primas vírgenes.
Por otro lado, la información financiera en materia de economía circular también es una asignatura pendiente. Resulta prácticamente imposible conocer cuánto dinero se invierte realmente en iniciativas de economía circular y qué beneficios económicos concretos se están obteniendo gracias a ellas. Y aunque se informa sobre el uso de materiales reciclados, a menudo falta detalle sobre el origen exacto y la cantidad total de estos materiales en todos los productos que se comercializan.
Para acelerar esta transformación, la Unión Europea ha puesto la lupa sobre las empresas. Se han desarrollado nuevas normativas, como la Norma Europea de Información sobre Sostenibilidad (NEIS), y más concretamente la NEIS E5, que está específicamente dedicada al uso de los recursos y la economía circular. Estas reglas exigen mucha más transparencia y un mayor nivel de detalle en la información que las entidades deben proporcionar. Las empresas tendrán que informar con más rigor sobre sus políticas, las acciones que llevan a cabo, los objetivos que se marcan y cómo la economía circular afecta o podría afectar a sus resultados financieros. Este nuevo marco ayudará a que se puedan comparar mejor las actuaciones entre diferentes empresas y a asegurar que los compromisos se traduzcan en acciones concretas y medibles.
En definitiva, el viaje de las empresas españolas hacia la economía circular está definitivamente en marcha. Se observan avances, pero también una necesidad clara de acelerar el ritmo y profundizar en los esfuerzos realizados. Los próximos años serán cruciales. Con el impulso de las nuevas regulaciones europeas y una creciente conciencia por parte de la sociedad, la transformación hacia un modelo donde nada se desperdicia y todo se aprovecha no es solo una opción, sino un imperativo estratégico para asegurar un futuro más sostenible y mantener la competitividad. La tarea es grande, pero las oportunidades para innovar, ser más eficientes y crear valor también lo son.
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José Luis de la Cruz es director de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.
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