La esperanza de vida de Moreno Bonilla

José González Arenas

A lo largo de la historia, la política ha demostrado ser la herramienta más poderosa para cambiar la vida de las personas. Existen muchas formas de medir el éxito de un gobierno, pero pocas son tan claras y humanas como la esperanza de vida. Cuando las políticas públicas se diseñan y aplican con sensibilidad, escucha y rigor, la salud de la gente mejora. Se abren hospitales, los centros de salud cuentan con médicos y enfermeras suficientes y todos pueden acceder a tratamientos y medicamentos sin trabas ni demoras. Una sociedad que cuida su sanidad pública construye futuro y reduce las desigualdades. Por eso, cada punto ganado en la esperanza de vida es un triunfo colectivo, una muestra palpable de políticas bien hechas que ponen a las personas en el centro.

Desgraciadamente, en Andalucía estamos viviendo en los últimos años la cara oscura de la política mal orientada. Bajo el mandato de Juan Manuel Moreno Bonilla, se ha venido produciendo un deterioro significativo en el sistema sanitario público andaluz, y esto tiene consecuencias muy graves: la esperanza de vida de los andaluces se está viendo afectada, hasta el punto de situar a nuestra región entre las más castigadas de España.

Andalucía, con sus paisajes de luz, su gente cálida y su enorme diversidad, siempre ha luchado por avanzar, por alejarse de aquello que nos relegó en el pasado. Sin embargo, hoy volvemos a encabezar rankings indeseados. La tasa de mortalidad en Andalucía alcanza las 871,1 muertes por cada 100.000 habitantes, un 11,6% por encima de la media nacional. Detrás de estas cifras frías está la realidad dura de muchas familias: abuelos, padres, hijas y amigos que se apagan antes de tiempo.

La esperanza de vida en nuestra tierra se mantiene en 82,5 años, y expertos alertan que no es solo una ligera diferencia estadística con respecto a otras regiones. No es fruto del azar, ni se debe exclusivamente a factores externos. Todo responde al desgaste progresivo de nuestra sanidad pública. En estos últimos años, los centros de salud han sufrido una saturación sin precedentes. Los profesionales, desbordados y mal remunerados, no dan abasto. Largas listas de espera desesperan a quienes necesitan una consulta o un tratamiento. El material se queda obsoleto, las inversiones prometidas no llegan, y el personal sanitario migra a otras comunidades donde las condiciones laborales les permiten ejercer su vocación con dignidad.

Esta situación repercute especialmente en los sectores más vulnerables: las personas mayores y quienes luchan contra enfermedades crónicas como la diabetes o la EPOC. Para ellos, cada retraso en una cita puede marcar la diferencia. Quienes tienen recursos terminan acudiendo, resignados, a la sanidad privada. Pero quienes no pueden permitírselo, a menudo sufren en silencio, esperando una llamada que tarda en llegar. Muchas muertes que podrían evitarse, simplemente no lo son. Y detrás de cada número hay un rostro, una historia, una vida que se despide demasiado pronto.

Los datos lo confirman con crudeza: Andalucía supera la media estatal en cinco de las seis principales causas de muerte, como el cáncer, los infartos, los ictus, la insuficiencia cardíaca y el suicidio. Cuando los sistemas de prevención y atención temprana fallan, estas enfermedades golpean con más fuerza. No solo se acorta la vida, sino que también empeora la calidad de la última etapa de nuestros seres queridos.

Frente a este panorama, algunos discursos políticos tratan de desviar la atención, hablando de la influencia del cambio climático o la contaminación ambiental en la esperanza de vida. Es cierto que estos factores existen y deben preocuparnos. Pero lo que realmente marca la diferencia, lo que puede dar años de vida y esperanza a los andaluces, son unas políticas sanitarias robustas, bien financiadas y al servicio de todos.

Frente a este panorama, algunos discursos políticos tratan de desviar la atención, hablando de la influencia del cambio climático o la contaminación ambiental en la esperanza de vida

Andalucía merece una sanidad pública fuerte, que no deje a nadie atrás. Necesitamos volver a creer que la buena política sí puede salvar vidas. Cada día perdido es una oportunidad menos para cambiar el rumbo. No podemos resignarnos ni aceptar como inevitable la pérdida de esperanza de vida. Porque defender la vida, en el fondo, es defender nuestra dignidad como sociedad. Andalucía tiene derecho a vivir más y mejor.

José González Arenas es secretario de medioambiente del PSOE de Córdoba

A lo largo de la historia, la política ha demostrado ser la herramienta más poderosa para cambiar la vida de las personas. Existen muchas formas de medir el éxito de un gobierno, pero pocas son tan claras y humanas como la esperanza de vida. Cuando las políticas públicas se diseñan y aplican con sensibilidad, escucha y rigor, la salud de la gente mejora. Se abren hospitales, los centros de salud cuentan con médicos y enfermeras suficientes y todos pueden acceder a tratamientos y medicamentos sin trabas ni demoras. Una sociedad que cuida su sanidad pública construye futuro y reduce las desigualdades. Por eso, cada punto ganado en la esperanza de vida es un triunfo colectivo, una muestra palpable de políticas bien hechas que ponen a las personas en el centro.

Más sobre este tema