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Gorbachov y la 'Operación Ryan'

Boris Volodarsky

La muerte de una gigantesca figura internacional auténtica como fue M. S. Gorbachov ha provocado en todo el mundo una oleada de reacciones contrapuestas. En primer lugar, en la propia Rusia. La voz de Dmitry Peskov, por cuenta de su jefe en el Kremlin, se refirió al expresidente de la URSS como un hombre de Estado que contribuyó a poner fin a la guerra fría, pero que se había equivocado completamente con respecto a Occidente.

Mi familia y servidor estamos muy en deuda con Gorbachov. De no haber sido por su decisión de dar comienzo a la perestroika y a la glasnost, nuestra vida hubiera sido completamente distinta y a mí no me hubiese sido posible escribir estas líneas a manera de elogio fúnebre.

Como parte de la Operación Ryan (“Sorpresa”, ataque con misiles nucleares), en el verano de 1988 estaba en un campo de entrenamiento secreto en Lituania y dispuesto a participar en un eventual despliegue muy por detrás de las líneas enemigas en alguna parte de Occidente. El nuevo secretario general del PCUS, M. Gorbachov, exigió la terminación del programa. Sólo en nuestra pequeña base militar había 300 oficiales de las fuerzas especiales y al menos la mitad de entre ellos se encontraban en condiciones de actuar inmediatamente.

La operación la había lanzado en mayo de 1981 Yuri Andropov, entonces jefe máximo de la agencia de inteligencia KGB (Comité para la Seguridad del Estado). Se trató de un esfuerzo conjunto la KGB y las fuerzas especiales de la Inteligencia Militar (GRU) amén de las de la Dirección S (ilegales, en Occidente conocidos como operadores no oficiales y sin cobertura) de la primera Dirección Principal de la KGB (en la actualidad, el SVR).

Andropov se convirtió después en el primer secretario del PCUS y, por ende, en jefe del Estado soviético. A su muerte en 1984, le sucedió brevemente un Konstantin Chernenko enfermo y que el historiador John Lewis Gaddis describió como “un zombi geriátrico y debilitado que no comprendía ni los informes de inteligencia, alarmantes o no, cuando llegó al poder”.  En 1985 Gorbachov fue elegido secretario general y por consiguiente jefe del Estado. Cinco años más tarde se convirtió en el primer presidente de la URSS. La 'Operación Ryan' fue desactivada totalmente en abril de 1989.

Como consecuencia de la perestroika y de la glasnost, a quien esto escribe, al igual que a centenares de otros oficiales de las fuerzas especiales, se le dio de baja con todos los honores y se me autorizó a dedicarme a los negocios y a salir al extranjero. Esta oportunidad la utilizaron muchos inmediatamente, incluida mi propia familia, para salir del país.

La URSS fue una asociación bastante extraña y muy artificial de estados. Esto quedó claro en 1991 cuando se colapsó y el “imperio” se desintegró

No me parece absolutamente correcto afirmar, como hacen muchos, que Gorbachov “contribuyó a poner fin a la guerra fría”. Fue, probablemente, la muerte natural de la Unión Soviética y de lo que algunos llaman el imperio soviético (probablemente debido a los “éxitos” de Stalin entre 1939-53) lo que la liquidó. La URSS fue una asociación bastante extraña y muy artificial de estados. Esto quedó claro en 1991 cuando se colapsó y el “imperio” se desintegró. Es lo que Putin ha lamentado y calificado como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. Él le daría marcha atrás, caso de tener la ocasión. Para Putin, un oficial provincial de bajo grado de la KGB, y para su secretario de prensa en la actualidad, un colaborador de la KGB que fue enviado como diplomático a Turquía, la guerra fría nunca terminó.

En realidad, cuando tras el colapso del primer Estado comunista de trabajadores y campesinos, ellos y sus seguidores se convirtieron en lo que son hoy, decidieron modificar de nuevo el orden mundial. Con la ayuda de un grupo de apparatchiks, antiguos comunistas y hoy millonarios en dólares de lo que denominan el Consejo de Seguridad de Rusia, en febrero de 2022 Putin y sus asociados decidieron reemprender la guerra fría y convertirla en algo cada vez más caliente. Quizá en una nueva guerra mundial.

El premio Nóbel de la Paz Mijail Gorbachov estuvo en contra claramente y se alejó de la política de Putin. Como líder elegido del partido y presidente de la URSS, sus esfuerzos transformaron esta, derrumbaron el telón de acero, eliminaron toda una clase de armas nucleares, terminaron con la guerra soviética en Afganistán y abogaron por un modelo de política internacional que denunció la violencia como solución real a los problemas políticos.

Ahora los archivos de Seguridad Nacional de Washington han dedicado un largo y dolorido epitafio a un gran hombre y a un antiguo líder soviético que hasta su último día vivió en una residencia oficial en la que todos y cada uno de sus muebles pertenecían al Estado y llevaban colgado un número de inventario. Algo radicalmente opuesto a los palacios y yates privados de Putin, Medvedev, Miller y Sechin.

A la hora en que escribo este tributo a Gorbachov, un amigo mío, un socio muy cercano de Berlusconi, me informa de que en Italia se han requisado 11 villas en Cerdeña propiedad de Vyascheslav Kantor, uno de los oligarcas que están en el bolsillo de Putin. Al menos dos habían sido propiedad de Il Cavaliere, amigo de Putin de larga fecha.

Naturalmente no fue Gorbachov, como afirma el portavoz del Kremlin, quien accidentalmente destruyó un gran país y abrió la puerta a muchos años perdidos para la economía, una gran humillación y el colapso de numerosas capacidades geopolíticas. Ha sido Putin quien lo hecho al invadir Ucrania y desatar una guerra.

En la Rusia de hoy, a Putin se le compara con Akela, el líder de la manada de lobos que adoptó a Mowgli. Al igual que Akela cuando iba de caza, es decir, al tratar de conquistar un país vecino, el Putin ya entrado en años fracasará en hacerse con su presa. No hay forma de que Rusia pueda ganar la guerra. Hoy, al recordar a Gorbachov, merece la pena subrayar que tenía raíces ucranianas. Se dice que siempre le gustaron la música y que también cantaba canciones populares del país.

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Boris Volodarsky es doctor en historia por la London School of Economics and Political Science y autor del libro El caso olrlov. Los servicios secretos soviéticos en la guerra civil española.

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