Una guerra mundial de género

Ignacio Paredero

“Estoy convencido de que esa necesaria y natural autopurificación de la sociedad fortalecerá a nuestro país”. (Vladimir Putin) 

Cualquier guerra simultanea varios planos de batalla, económicos, ideológicos, territoriales, simbólicos, políticos... y la batalla de Putin es un ejemplo de ello. Además de la guerra material en Ucrania, de las vidas perdidas, de los elementos geopolíticos, de las implicaciones de cara a la OTAN y la Unión Europea, del acceso al Mar Negro, de la guerra por las zonas rusoparlantes del Donbás y otros elementos que desconozco, la batalla de Putin, en el plano ideológico, es una batalla entre modelos de sociedades. Es la I guerra mundial ideológica por el género.

Esta batalla no ha comenzado ahora. La guerra militar en Ucrania es la expresión militar en un territorio y de forma física, violenta, virulenta, de una batalla entre Putin y occidente, que llevaba produciéndose desde hacía más de una década, con movimientos ideológicos o militares, una guerra soterrada que ha estallado literalmente en Ucrania. Una guerra que tiene su campo de batalla también en el ámbito de las ideas y en la política para impulsar la ideología, los dirigentes y el modelo de sociedad que Putin prefiere, sociedades afines a la suya, iliberales, ultranacionalistas. Sociedades contrarias al concepto de la igualdad de género.

Ejemplos de lo esencial que es el género en esta batalla son el apoyo económico y político a líderes europeos y norteamericanos con discursos contrarios al consenso liberal en derechos humanos. A líderes como Viktor Orbán, a los dirigentes del PIS polaco, a Marine Le Pen, a Salvini, a los Tories pro Brexit o a Santiago Abascal, vía Hazte oír. Con esta estrategia, Putin logró colocar a un afín  en la presidencia de EEUU, Donald Trump, que se apresuró a romper la alianza con Europa y apoyar a los Tories que defendían el Brexit, una vuelta al nacionalismo económico y contra los organismos internacionales como la Unión Europea que obsesionan a Putin. Y por supuesto, también promovió la oposición a los derechos de las mujeres, de las personas LGTBI+ y de las personas trans. Una interpretación de la sociedad contraria a todos los avances feministas, contraria a la igualdad de género. 

La esencia ideológica de la guerra de Putin, el modelo de sociedad que pretende imponer, se opone a la igualdad de la mujer y de las minorías y rechaza con ferocidad la igualdad de género, el concepto denominado por la Iglesia como “ideología de género”

Es fundamental entender esto: lo que se contrapone como elemento diferencial entre modelos de sociedades diferentes, lo que justifica en términos “morales” la batalla entre la Rusia de Putin y occidente, es la amenaza del concepto de “género” y los avances que permite en derechos de las mujeres, del colectivo LGTBI+, derechos trans, avances percibidos por Putin como decadentes amenazas existenciales para la esencia rusa, elementos que disuelven la hombría, la unidad de la familia, la religión y la patria Rusia. Las “libertades de género” son la “decadencia” de occidente. 

No es en absoluto casualidad que todos los grupos y líderes que financia Putin sean machistas, homófobos y tránsfobos. No es casualidad que los gobiernos que apoya como el de Polonia o el de Hungría, sean los más rabiosamente contrarios a los derechos de las mujeres, al aborto y a los derechos LGTBI+. No es casualidad que personas de confianza de Putin estén sentados en la dirección de organizaciones como "Hazte Oír", que batallan contra el aborto y los derechos trans. No es casualidad que Putin se compare y defienda a J. K. Rowling, que defiende elementos centrales claves del corpus ideológico de Putin, una regresión hacia lo biológico en detrimento del género. La esencia ideológica de la guerra de Putin, el modelo de sociedad que pretende imponer, se opone a la igualdad de la mujer y de las minorías y rechaza con ferocidad la igualdad de género, el concepto denominado por la iglesia como “ideología de género”. 

El género es el concepto clave del feminismo establecido por Simone de Beauvoir, pues desvincula lo social de lo biológico, afirma que no se nace mujer, se llega a serlo; afirma rotundamente que la desigualdad de la mujer no es natural, que la realidad biológica no determina la social, que esa determinación y su desigualdad es contingente, es social, es artificial y que, por tanto, la desigualdad de la mujer (y del colectivo LGTBI+ y de las personas trans), no son biológicas, no son inevitables, no son un hecho objetivo, sino que son dependientes de nuestras sociedades, nuestras leyes, costumbres y normas. 

Todo, absolutamente todo avance en la igualdad de la mujer y del colectivo LGTBI+, deviene de esta comprensión de que la inmensa mayoría de la desigualdad no es “natural” ni biológica. Que lo biológico puede o no ser fuente de opresión y desigualdad, única y exclusivamente por su interpretación social, por el género, por los aspectos sociales asociados a los biológicos de forma contingente. Que la actual estructura social de género es opresiva para la mujer y también para la diversidad sexual. Y es al tomar conciencia de que nuestra estructura social es contingente y no natural, cuando podemos pensar en cambiarla, podemos flexibilizar, modificar o cambiar lo social, el género, hasta hacerlo vivible, e incluso llegar a la igualdad de género. 

Hace unos días en su discurso más oscuro en la televisión pública rusa, Vladimir Putin llamó a “purificar” Rusia, cargando contra los rusos traidores a la madre patria que no pueden prescindir de los lujos occidentales, como “las llamadas libertades de género”, una nada velada referencia a la homosexualidad, bisexualidad, transexualidad o al feminismo. Putin continuó afirmando que occidente les utiliza para “infligir el máximo daño a nuestro pueblo”, señalando con claridad a todas las personas LGTBI+ de Rusia como una “quinta columna”, como enemigas del pueblo ruso, que intentan “dividir a nuestra sociedad”, con el único objetivo de “la destrucción de Rusia”. Putin terminó afirmando: “Estoy convencido de que esa necesaria y natural autopurificación de la sociedad fortalecerá a nuestro país, nuestra solidaridad, nuestra cohesión y nuestra capacidad para responder a cualquier desafío”.

Independientemente de que podamos considerar delirantes las interpretaciones de Putin, no hay ninguna duda de que, para él, los derechos de las minorías, el feminismo y especialmente los derechos LGTBI+ son la principal amenaza ideológica para Rusia; que percibe estos derechos como estrategias de occidente contra Rusia; que entiende las “libertades de género” como una amenaza existencial para la esencia de la patria rusa; que las percibe como maniobras para dividir, fragmentar y socavar la unidad del pueblo ruso. Las personas LGTBI+ son “anti rusas”, las organizaciones LGTBI+ son organizaciones hostiles a Rusia. Los derechos LGTBI+ son una forma de ardid occidental para destruir Rusia, corroyendo sus valores de familia, religión y patria. Es un auténtico “pánico LGTBI+” el de Putin, como en su momento se desataron los pánicos contra los judíos antes de la segunda guerra mundial, o contra cualquier minoría a la que, en nombre de la nación, se señala como fuente de todos sus males. 

Divide et impera. Es la máxima para lograr una victoria contra un enemigo superior, divídelo, señala culpables internos, que se peleen entre sí y gracias a ese desorden podrás lograr que dentro de su propio territorio, tus tesis y tus aliados se impongan. No es casualidad que, en redes sociales, veamos cómo se alimenta la polarización y la división entre el conjunto de la población y el feminismo, culpando a las feministas y  entre el feminismo y los derechos LGTBI+, culpando a las personas trans. No solo no es casualidad, es que la estrategia está planificada, organizada y apoyada por las organizaciones que financia Putin. No es casualidad tampoco que quienes están atacando de forma más furibunda los derechos trans estén derivando de forma ya nada oculta hacia las posiciones del partido que aquí apoya Putin, Vox. Los casos de Lidia Falcón o de Lucía Etxebarría son ejemplos muy claros. Esperpéntico fue ver que, a la manifestación convocada por significadas opositoras de los derechos de las personas trans del año pasado, Hazte Oír hizo acto de presencia con su autobús para apoyarlas.

Hay que reconocer el enorme éxito estratégico de Putin en la batalla ideológica. Cómo ha sabido leer que existen grupos sociales, mayoritariamente hombres conservadores, que se perciben como perjudicados socialmente y culpan a la igualdad de la mujer y al feminismo. Y más difícil todavía, cómo ha visto que mujeres identificadas como feministas podían coincidir ideológicamente en su lucha contra los derechos LGTBI+ y contra el concepto de género definiendo a las personas trans como una demencial amenaza. Las consecuencias las conocemos: Se ha logrado que mujeres feministas alimenten una división que debilita el feminismo y que estén apostando por lo biológico como la “verdadera” explicación y fuente de la desigualdad natural entre hombres y mujeres, para defenderse de esa “amenaza trans”. Debemos ser capaces de reconocer la maestría en el trabajo discursivo e ideológico, de dividirnos y generar odios para promover sociedades más afines a la suya, sociedades que ideológicamente estén en su órbita, gobernadas por sus aliados de la ultraderecha, en España, Vox.

Es hora, por tanto, de tomar conciencia de una vez por todas de que estamos inmersos en una batalla de años que, en su plano ideológico, es una verdadera guerra mundial de Putin contra el género, contra el feminismo y los derechos LGTBI+, una guerra de modelos de sociedad. Es el momento de tomar conciencia de que si se quiere enfrentar esta batalla ideológica tenemos que tener muy claro que la batalla existe y debemos también señalar a los aliados políticos de Putin en España, Hazte Oír y Vox, teniendo claro que son parte de la estrategia de Putin para su victoria ideológica sobre nuestra sociedad. Y es hora de tener claro que el enemigo del activismo LGTBI+ o de las personas trans no es el feminismo y que los derechos de las personas trans no son enemigo alguno del feminismo. Y que divididas, caeremos.

Tengamos claro de una vez que la batalla ideológica de Putin no es casual y no es inocente, y que si nos divide y derrota en lo ideológico, en poco tiempo nos gobernará la misma ideología que él defiende, como ya ocurrió con EE.UU. y Trump.

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Ignacio Paredero es sociólogo, politólogo y activista LGTBI+

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