Recuerdo a la madre Isabel, una monja de aires falangistas, explicándonos en 5º de EGB la Conquista de América. Conquista, evangelización, educación y urbanidad a pueblos indígenas, todo en uno. Aprendí a recitar de memoria todos nuestros logros, de la Patagonia al virreinato de Nueva España, de los hechos de armas de Pizarro a los de Núñez de Balboa o Cabeza de Vaca. Recuerdo que aprendimos también que Hernán Cortés conquistó México porque en su pueblo se le perdió siendo niño la piara de cerdos en la dehesa y se embarcó hacia América para escapar del castigo de su padre. Así se enseñaba entonces la historia.
Solo al final nos dijo la madre Isabel que era cierto que algún desalmado había hecho también negocio, cambiando oro y plata por cuentas de vidrio a los incautos indios, pero que eso era insignificante con respecto a la grandeza de la Conquista.
Un poco por la naturaleza rebelde de la preadolescencia, o porque fue lo último que se nos quedó en la cabeza, la mayoría contestamos en el examen que los españoles fuimos a América a cambiar canicas por lingotes de oro. Casi le da un patatús al ir leyendo en alto las respuestas. ¡Noooooooo! ¡Esto nooooo es lo que os dije! y acabó convocando un claustro urgente.
Me viene ese ataque de ira a la cabeza al comprobar entre divertido y asombrado la reacción de la legión de odiadores ultras que tengo en redes sociales (y sus libelos ultradigitales) por una entrevista que hice días atrás a un licenciado en comunicación y humanidades mexicano, Juan Miguel Zunzunegui, sobre su libro Al día de siguiente de la Conquista. Me había convertido en la Antiespaña, en el defensor de la llamada Leyenda Negra.
Debo de tener una curiosa manera de defender la Leyenda Negra: invitar precisamente a alguien que con una pasión tan mayestática defendía todo lo contrario, la herencia dejada por los españoles en México y en toda América, sin mácula de culpa
Desde luego debo de tener una curiosa manera de defender la Leyenda Negra: invitar precisamente a alguien que con una pasión tan mayestática defendía todo lo contrario, la herencia dejada por los españoles en México y en toda América, sin mácula de culpa. Tengo que ser por tanto un criptoodiador de España, porque, ahora que caigo, la otra entrevista que he hecho sobre este asunto (el mismo día que Claudia Sheinbaum exigía disculpas a España) fue a mi buen amigo y tocayo Javier Santa Marta, defensor de la misma tesis que Zunzunegui. No pude evitar reírme cuando apareció con una camisa de Hernán Cortés en el plató. Ese día las lanzas me llegaban desde México por supuestamente reivindicar las matanzas de los conquistadores. Santa Marta y yo no coincidimos casi en nada, ni a la hora de ver la política de nuestro país ni al analizar parte de nuestra historia (de fútbol ya mejor ni hablar), pero me parece un gran divulgador y muy buen tipo. Por eso cada año le entrevisto media hora en TVE en prime time en las vísperas de sus jornadas de El Escorial contra la leyenda negra. Es el único programa de televisión que lo hace. Un par de meses atrás llegó con una imagen de Carlos V impresa en la camisa. Lo dicho, extraño caso de defender una visión apocalíptica de la Conquista.
En el caso de Zunzunegui seguí el manual básico de la entrevista que aprendí en este oficio: ante la certeza y firmeza del invitado, sugerir algunas dudas. En este caso, la conquista española había sido en su opinión casi un dechado de virtudes versallescas y quijotescas, que al parecer allí fuimos a desfacer todo tipo de entuertos. Nuestra llegada allí hace 500 años parecía diseñada por los cascos azules de la ONU y la Cruz Roja. Por eso traté de buscar algún resquicio, al menos para el debate. Siempre se debe entrevistar a la contra, salvo que quieras que te digan ‘me alegro de que me haga esa pregunta’ y tengas entonces que salir corriendo a gatas del plató.
Por ello, ante el entusiasmo de mi invitado (muy bien documentado) sobre las bondades de los conquistadores, le planteé si todo lo hecho era bueno, si pasaba algo por pedir disculpas tantos años después por algunas de las cosas que pudiéramos haber hecho con los indígenas y su cultura, aunque eso no ocultase que la huella dejada debía ser reconocida y admirada. Más elegante y empático buscando la discrepancia no pude ser.
Citó toda una retahíla de pueblos indígenas que casi me provocó un mareo (Tlaxcaltecas, Totonacas, Amecamecas, Cholutecas, etc) sometidos por los Mexicas y a los que los españoles liberaron de la tiranía de Moctezuma. Le planteé entonces, en modo irónico, si fuimos allí en plan ONG a liberarlos, sin ánimo de hacer lucro o negocio al mismo tiempo. Y así, entre preguntas, respuestas y repreguntas a la contra, fue transcurriendo la entrevista en la que mi invitado dejó clara su postura, muy respetable: España había salvado a México hace 500 años de un holocausto caníbal. Cada año me dijo que se hacían 20.000 sacrificios humanos, en los que extraían en un ritual el corazón de los pueblos oprimidos. Con ese frenesí pronto se quedarían sin esclavos. Mal negocio para un opresor, pensé para mí, pero no objeté nada al respecto. No dudo de las fuentes, aunque es cierto que siempre las suele administrar el vencedor. Negó también que se pudiese llamar siquiera Conquista a lo que hicimos en el actual México. Le hice observar que ese era precisamente el título de su libro. Creo que se fue muy satisfecho porque cada una de las preguntas le permitían desarrollar su tesis. De eso se trata. Una entrevista no es un combate.
Por un momento me puse a pensar qué hubiese pasado si me hubiese sumado de forma surrealista a su entusiasmo por la Conquista durante la entrevista y no hubiese decidido jugar a la contra, como recomienda el manual.
-P. Entonces, todo es culpa de Claudia Sheinbaum.
-R. Sheinbaum es una pendeja que solo enseña a odiar a todo lo español en las escuelas.
-P. Es que es una vergüenza, a dónde habéis llegado desde que nos fuimos...
R. Increíble. Sheinbaum sí que debería pedir perdón por todos los crímenes del narcotráfico, del que su lucran ella y López Obrador.
-P. Están entonces peor que cuando les dimos la independencia.
-R. Muchísimo peor.
-P. Quizás sea necesario que los invadamos de nuevo, porque Sheinbaum parece peor que Moctezuma.
-R. No lo diga en broma...
-P. Todo es hablarlo.
-R. Pues ya me están tardando, gachupines, en coger la espada y embarcarse.
Como siempre, y es todo un clásico en todas las conquistas, los que llegan se aprovechan de los pueblos sometidos para ofrecerles un trato y ocupar el corazón del imperio rival
Ni los españoles fuimos solo a cambiar canicas por oro y a esclavizarlos (de hecho, las leyes de Indias fueron el primer texto precursor de derechos humanos para pueblos exoeuropeos) ni tampoco fuimos en una expedición científica de National Geographic a cartografiar las Nuevas Indias. Eso lo haría un par de siglos más tarde Alexandro Malaespina. Tampoco Hernán Cortés recibió en su móvil un whatsap de los Totonecas para liberarlos del yugo Mexica antes de embarcar. Se fue como todos los conquistadores a por oro, plata, riquezas y gloria, y lo que se interpusiese probaría el filo de su espada. Como siempre, y es todo un clásico en todas las conquistas, los que llegan se aprovechan de los pueblos sometidos para ofrecerles un trato y ocupar el corazón del imperio rival. Ha pasado siempre y siempre pasará. También en Tenochtitlan, hace 500 años.
España dejó su cara y su cruz en América, aunque visto lo que han hecho otros países europeos (incluso en épocas mucho más recientes) la leyenda negra es en su conjunto algo más que discutible. Una cosa son las cuestiones diplomáticas, la necesidad de transigir y conceder una disculpa para tener buenas relaciones con un pueblo hermano tan importante en nuestra historia (vale, Claudia, para ti la perra gorda) y otra el estudio y el rigor histórico. Exigir disculpas por lo que hicieron hace medio milenio nuestros antepasados suena algo extemporáneo. No tanto como exigir al gobierno italiano perdón por la traición a Viriato, el asalto de Numancia o el expolio del oro de Las Médulas, pero casi. Que debatan los expertos en todo caso, porque yo no lo soy, aunque por reconocer algunos excesos tampoco pasa nada. Aquí paz y después gloria. Desde luego me quedo con la civilización que nos dejaron en Hispania las legiones romanas tras su invasión y con su legado cultural y lingüístico. Quizás en México el debate debería ser ese. Hay una cita maravillosa de Pablo Neruda al respecto de la Conquista y de la conmoción por la llegada de los españoles que acabó con aquel mundo precolombino. “Pero a los conquistadores se le iban cayendo de las barbas y de sus espuelas, como piedrecitas, las palabras, que se quedaron aquí resplandecientes, el idioma. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”. En ese debate me quise mover con Zunzunegui, por lo que se ve sin mucho éxito. Viendo las reacciones, no me queda más que preguntarme a mí mismo si quizás es que nos han invadido demasiado poco a lo largo de nuestra historia. Y con esa duda me quedo.
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Xabier Fortes es periodista, director y presentador de 'La Noche en 24 Horas' de TVE.
Recuerdo a la madre Isabel, una monja de aires falangistas, explicándonos en 5º de EGB la Conquista de América. Conquista, evangelización, educación y urbanidad a pueblos indígenas, todo en uno. Aprendí a recitar de memoria todos nuestros logros, de la Patagonia al virreinato de Nueva España, de los hechos de armas de Pizarro a los de Núñez de Balboa o Cabeza de Vaca. Recuerdo que aprendimos también que Hernán Cortés conquistó México porque en su pueblo se le perdió siendo niño la piara de cerdos en la dehesa y se embarcó hacia América para escapar del castigo de su padre. Así se enseñaba entonces la historia.