No se cansan nunca. Son como robots. Sin que ningún rasgo humano, ni siquiera el cansancio, los singularice. No tienen nada de humanos. Todo el día y toda la noche con el runrún de las máquinas que, en vez de servir para fabricar algo útil para la gente, lo que fabrican es la necesidad enfermiza de la destrucción. Todo es un caos cuando no gobiernan ellos. Los fascistas. O neofascistas. O como los llamen los nuevos lenguajes. Miedo me dan los nuevos lenguajes. Entre otras cosas porque de nuevos no tienen nada. Son más viejos que la tos. Apenas recuerdo un libro más antiguo que la presa romana de mi pueblo. De Lutz Winckler: La función social del lenguaje fascista. Un lenguaje que va “estrechamente unido al deseo de destrucción”. Lo malo es que ese lenguaje va calando entre la gente. Ayudan las redes sociales. Las malditas redes sociales. No las uso. Nunca las he usado. El fascismo las usa. Y bien. Y no sólo las redes sociales. También casi todas las televisiones. Y casi todos los medios de comunicación digitales y en papel. La obsesión de controlarlo todo. Que no quede un mínimo resquicio por donde puedan colarse las ideas o proclamas de los otros. De los otros. De los enemigos. Eso, “los enemigos”, también es una producción propia del fascismo. O nosotros o el enemigo. No hay debate de ideas sino confrontación. La España decente y la indecente. Las derechas políticas, económicas, mediáticas, culturales, ideológicas en el lado decente. En el otro, la más clara y peligrosa de las indecencias. El enemigo. No hay democracia en España. Hay una dictadura. El franquismo sí que era una democracia como toca. La democracia de ahora` es una dictadura de las malas, de las peores que se han dado en la historia de la humanidad. Entre Franco y Pedro Sánchez no hay color. El primero salvó a España de la quema republicana. El segundo ha instaurado un régimen de terror que ríete tú de los hornos crematorios de los nazis. También les van los nazis a las derechas españolas. Cuando digo “derechas” hablo de las extremas derechas, claro. ¿Diferencias entre el PP y Vox? Háganmelas saber, por favor. Me gustaría conocerlas. Cuando el fascismo ganó la guerra en 1939 se inventó que los rebeldes eran quienes defendieron la República cuando el golpe de Estado de 1936. Los rebeldes eran ellos, claro que sí. Pero el lenguaje, en manos de la victoria, volvía las cosas del revés. Y así siguen. La libertad la han inventado ellos, los fascistas. La democracia la han inventado ellos, los fascistas. Enfrente están los desarrapados que defienden la dictadura que ahora impera en España. Los otros. Yo, por ejemplo. Ustedes. Defensores del terror que gobierna este país desde que no gobiernan los que ganaron la guerra. Sus herederos. Los que siguen a rajatabla las consignas de sus padres y abuelos. Las redes sociales y los medios a su favor (casi todos) siembran el miedo entre la gente, como hicieron sus padres y abuelos cuando surgió la Segunda República de las urnas en 1931. Es como si sólo hubiera una voz: la suya. Los asuntos que interesan a la gente son los que ellos deciden que son interesantes. El lenguaje fascista los protege. Los envuelve en una pátina de honorabilidad que es mentira. Pero les funciona. Entre otras cosas porque van todos a una, sin brechas a la hora de juntarse en un aquelarre de brujería antigua. El que pueda hacer, que haga. Dijo el brujo mayor. Y todos se ponen a hacer lo que pueden. Que es todo porque son muchos. Políticos, empresarios, periodistas, escritores, jueces, influencers… La pátina de honorabilidad que se han inventado. El PP fue considerado por la justicia una banda criminal. Y resulta que ahora es el PSOE esa banda criminal. La mafia no son los de derechas que andan o están a punto de entrar en la cárcel por corruptos, sino los socialistas que han convertido este país en un calco perfecto de la Cosa Nostra siciliana. Aquí quiero hacer una mención al socialismo y al mismo Pedro Sánchez: por qué se callan, por qué tanto tiempo para responder a las acusaciones de las derechas, qué demonios hacen para aplacar con fuerza y verdad esas acusaciones. O qué demonios no hacen. Callan. Eso no es hacer. Pienso en uno de los mejores escritores (y más desconocidos) que hemos tenido y hubo de salir por piernas del franquismo: Agustín Gómez Arcos. Lo escribió en una de sus novelas, creo que en María República, pero no estoy muy seguro: “El silencio es como una manta húmeda que se echa sobre el fuego”. Ya basta de mantas húmedas sobre el fuego de la mentira. Si callamos, si guardamos silencio, lo que queda es eso: la mentira. Porque mienten más que respiran. Porque mentir no les provoca ninguna contrariedad. Al contrario. Les sirve. Ahora anuncian una manifestación para el próximo domingo, en Madrid. El lema: “Mafia o democracia”. La verdad es que no tienen límite. El cinismo es su manera de entender la vida. De entenderlo todo. El lenguaje –el suyo– los convierte en demócratas cuando admiran a Franco y su tiempo del horror. En la otra parte, todos mafiosos. Yo mismo. Ustedes. Lo que ponía en el expediente carcelario de mi padre. Seguramente también en muchos de los de ustedes. Auxiliar o adherirse a la rebelión. Ganaron la guerra y le cambiaron el sentido a las palabras. Los del golpe de Estado contra la legitimidad republicana en 1936 siguen en su incansable tentativa de acabar con la democracia. No se cansan nunca. Son como robots. Sin rasgos humanos que los singularice. El domingo gritarán consignas de odio como si volvieran al diccionario de sus antepasados fascistas. Y nos prometerán, no sé si brazo en alto, “un porvenir feliz”, como escribe en Común presencia mi poeta preferido: René Char. Luchó en la resistencia francesa contra los nazis y escribió los mejores –o de los mejores– poemas que he leído en mi vida. El domingo en Madrid se manifestarán los “españoles decentes”, en palabras de Núñez Feijóo. Contra la dictadura de Pedro Sánchez, “el capo de la mafia”. Y con las palabras de José María Aznar por bandera: “El hedor que produce esta situación es absolutamente insoportable y el daño que producirá será muy grande”. Ya ven ustedes quién habla. Uno de los personajes más siniestros, con menos dignidad, más miserables que ha dado este país que poco a poco se ha ido quedando sin memoria. Ser una persona “indecente”, en el lenguaje falsario del fascismo, me llena de orgullo. No se pueden imaginar ustedes de cuánto orgullo me llenan esas palabras. O sí que lo saben. Seguro que sí que lo saben. Seguro.
Ya basta de mantas húmedas sobre el fuego de la mentira. Si callamos, si guardamos silencio, lo que queda es eso: la mentira. Porque mienten más que respiran. Porque mentir no les provoca ninguna contrariedad. Al contrario. Les sirve
PD. Este texto lo he escrito sin puntos y aparte. Me salió así, de corridas como solemos decir… Disculpen, si gustan, los posibles errores que puedan encontrar…
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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es 'El boxeador', editado por Piel de Zapa.
No se cansan nunca. Son como robots. Sin que ningún rasgo humano, ni siquiera el cansancio, los singularice. No tienen nada de humanos. Todo el día y toda la noche con el runrún de las máquinas que, en vez de servir para fabricar algo útil para la gente, lo que fabrican es la necesidad enfermiza de la destrucción. Todo es un caos cuando no gobiernan ellos. Los fascistas. O neofascistas. O como los llamen los nuevos lenguajes. Miedo me dan los nuevos lenguajes. Entre otras cosas porque de nuevos no tienen nada. Son más viejos que la tos. Apenas recuerdo un libro más antiguo que la presa romana de mi pueblo. De Lutz Winckler: La función social del lenguaje fascista. Un lenguaje que va “estrechamente unido al deseo de destrucción”. Lo malo es que ese lenguaje va calando entre la gente. Ayudan las redes sociales. Las malditas redes sociales. No las uso. Nunca las he usado. El fascismo las usa. Y bien. Y no sólo las redes sociales. También casi todas las televisiones. Y casi todos los medios de comunicación digitales y en papel. La obsesión de controlarlo todo. Que no quede un mínimo resquicio por donde puedan colarse las ideas o proclamas de los otros. De los otros. De los enemigos. Eso, “los enemigos”, también es una producción propia del fascismo. O nosotros o el enemigo. No hay debate de ideas sino confrontación. La España decente y la indecente. Las derechas políticas, económicas, mediáticas, culturales, ideológicas en el lado decente. En el otro, la más clara y peligrosa de las indecencias. El enemigo. No hay democracia en España. Hay una dictadura. El franquismo sí que era una democracia como toca. La democracia de ahora` es una dictadura de las malas, de las peores que se han dado en la historia de la humanidad. Entre Franco y Pedro Sánchez no hay color. El primero salvó a España de la quema republicana. El segundo ha instaurado un régimen de terror que ríete tú de los hornos crematorios de los nazis. También les van los nazis a las derechas españolas. Cuando digo “derechas” hablo de las extremas derechas, claro. ¿Diferencias entre el PP y Vox? Háganmelas saber, por favor. Me gustaría conocerlas. Cuando el fascismo ganó la guerra en 1939 se inventó que los rebeldes eran quienes defendieron la República cuando el golpe de Estado de 1936. Los rebeldes eran ellos, claro que sí. Pero el lenguaje, en manos de la victoria, volvía las cosas del revés. Y así siguen. La libertad la han inventado ellos, los fascistas. La democracia la han inventado ellos, los fascistas. Enfrente están los desarrapados que defienden la dictadura que ahora impera en España. Los otros. Yo, por ejemplo. Ustedes. Defensores del terror que gobierna este país desde que no gobiernan los que ganaron la guerra. Sus herederos. Los que siguen a rajatabla las consignas de sus padres y abuelos. Las redes sociales y los medios a su favor (casi todos) siembran el miedo entre la gente, como hicieron sus padres y abuelos cuando surgió la Segunda República de las urnas en 1931. Es como si sólo hubiera una voz: la suya. Los asuntos que interesan a la gente son los que ellos deciden que son interesantes. El lenguaje fascista los protege. Los envuelve en una pátina de honorabilidad que es mentira. Pero les funciona. Entre otras cosas porque van todos a una, sin brechas a la hora de juntarse en un aquelarre de brujería antigua. El que pueda hacer, que haga. Dijo el brujo mayor. Y todos se ponen a hacer lo que pueden. Que es todo porque son muchos. Políticos, empresarios, periodistas, escritores, jueces, influencers… La pátina de honorabilidad que se han inventado. El PP fue considerado por la justicia una banda criminal. Y resulta que ahora es el PSOE esa banda criminal. La mafia no son los de derechas que andan o están a punto de entrar en la cárcel por corruptos, sino los socialistas que han convertido este país en un calco perfecto de la Cosa Nostra siciliana. Aquí quiero hacer una mención al socialismo y al mismo Pedro Sánchez: por qué se callan, por qué tanto tiempo para responder a las acusaciones de las derechas, qué demonios hacen para aplacar con fuerza y verdad esas acusaciones. O qué demonios no hacen. Callan. Eso no es hacer. Pienso en uno de los mejores escritores (y más desconocidos) que hemos tenido y hubo de salir por piernas del franquismo: Agustín Gómez Arcos. Lo escribió en una de sus novelas, creo que en María República, pero no estoy muy seguro: “El silencio es como una manta húmeda que se echa sobre el fuego”. Ya basta de mantas húmedas sobre el fuego de la mentira. Si callamos, si guardamos silencio, lo que queda es eso: la mentira. Porque mienten más que respiran. Porque mentir no les provoca ninguna contrariedad. Al contrario. Les sirve. Ahora anuncian una manifestación para el próximo domingo, en Madrid. El lema: “Mafia o democracia”. La verdad es que no tienen límite. El cinismo es su manera de entender la vida. De entenderlo todo. El lenguaje –el suyo– los convierte en demócratas cuando admiran a Franco y su tiempo del horror. En la otra parte, todos mafiosos. Yo mismo. Ustedes. Lo que ponía en el expediente carcelario de mi padre. Seguramente también en muchos de los de ustedes. Auxiliar o adherirse a la rebelión. Ganaron la guerra y le cambiaron el sentido a las palabras. Los del golpe de Estado contra la legitimidad republicana en 1936 siguen en su incansable tentativa de acabar con la democracia. No se cansan nunca. Son como robots. Sin rasgos humanos que los singularice. El domingo gritarán consignas de odio como si volvieran al diccionario de sus antepasados fascistas. Y nos prometerán, no sé si brazo en alto, “un porvenir feliz”, como escribe en Común presencia mi poeta preferido: René Char. Luchó en la resistencia francesa contra los nazis y escribió los mejores –o de los mejores– poemas que he leído en mi vida. El domingo en Madrid se manifestarán los “españoles decentes”, en palabras de Núñez Feijóo. Contra la dictadura de Pedro Sánchez, “el capo de la mafia”. Y con las palabras de José María Aznar por bandera: “El hedor que produce esta situación es absolutamente insoportable y el daño que producirá será muy grande”. Ya ven ustedes quién habla. Uno de los personajes más siniestros, con menos dignidad, más miserables que ha dado este país que poco a poco se ha ido quedando sin memoria. Ser una persona “indecente”, en el lenguaje falsario del fascismo, me llena de orgullo. No se pueden imaginar ustedes de cuánto orgullo me llenan esas palabras. O sí que lo saben. Seguro que sí que lo saben. Seguro.