Algún lector pedía soluciones ante la descarga de análisis de mis artículos, unas soluciones que trataran de dar claves para afrontar lo que nos espera con cierta dignidad y con poco atropello informativo.
Ante tal petición, uno trata de ponerse en la tarea de colocar cuatro o cinco líneas que pudieran construir un discurso político de alternativa a los que ahora vamos escuchando, una mirada atípica para sacar del tedio a los informativos, a los artículos de opinión, a la sociedad en su conjunto. Los decálogos serían una buena herramienta para profundizar, pero para asumir la defensa de un decálogo sería necesario diseñar diez puntos de interés y, me temo, no tenemos tanta capacidad real para trazarlos sin caer en lo cursi o en el discurso vacío.
Pero sí que puedo decir, a riesgo de equivocarme, que existe una línea de análisis de lo político que, o se le tiene miedo, o no ha prosperado por la incapacidad para llevarla a cabo en este momento de nuestra historia: el populismo desde la izquierda.
Asumir que las consideraciones populistas quedan en manos de la derecha y de sus vientos neoliberales sería un error importante. No considerar esa capacidad del discurso desde la izquierda supone dejar el territorio despejado para lo que en este momento se ha establecido como líneas mágicas de los partidos más a la derecha del PP (y de algunas baronías del propio PP).
El trabajo de alentar a los seguidores con proclamas que tiran al centro de lo emocional se ha convertido en una de las sendas por las que transitar sin ningún desprecio, con resultados notables y con discursos relativamente sencillos, que llegan porque disparan al centro del corazón. La razón, por tanto, queda en un segundo término, es el último vagón que arrastra una locomotora poderosa. Activar los sentimientos, las tripas de la población, siempre ha dado resultados; o bien para proclamar revoluciones o para asimilar regímenes.
La literatura política ya ha puesto sobre el papel la importancia de asumir capacidades populistas en la izquierda para tocar la fibra sensible del electorado, para iniciar un proceso de asimilación del discurso político desde estas coordenadas y construir puentes entre las teorías, la acciones de gobierno y el corazón. Y no hablo del storytelling, tan difuminado ya desde la utilización de sus argumentos por Ronald Reagan.
Pero la naturaleza del nuevo tiempo en política nos lleva a pensar que objetivar el trabajo realizado, aplicar porcentajes al desarrollo de sus leyes, diseñar estrategias de comunicación y venta de producto desde coordenadas estrictamente formales, va a ganar la consideración de la población en su conjunto.
¿Por qué no atreverse con esta línea de pensamiento? Pues quizá porque el miedo acecha y la incapacidad para llevarla a cabo por parte de los diseñadores de contenido en la izquierda es manifiesta. O, sencillamente, porque falte la capacidad de pensar desde el punto de vista de lo creativo.
¿Por qué no atreverse con el populismo desde la izquierda? (...) Pues quizá, sencillamente, porque falta la capacidad de pensar desde el punto de vista de lo creativo
Cuando casi todo está perdido, cuando la opinión generalizada apuesta por la quiebra de la izquierda para próximas citas electorales, cuando la defensa de las acciones de los partidos se someten al juicio de su defensa sin proclamar un ataque de sus líneas de pensamiento, cuando el territorio del corazón, y su activación necesaria, queda en manos de lo ultra, un paso hacia delante para conquistar determinados discursos de aliento no vendría nada mal.
El populismo de la izquierda no alentaría a desatar las iras contra aquellas personas que pensaran diferente, ni activaría comportamientos de odio y de rechazo del otro; no contestaría con proclamas ni con sedimentos de tiempos pasados; porque la izquierda en su conjunto siempre ha venido defendiendo aquellas tesis que quedan dentro de su historia, que enaltecen comportamientos sociales claros, que evidencian la necesidad de mirar a los otros para saberse también en ellos como una manera de profundizar democracias. La colectividad y su corazón, la sociedad y sus latidos, son parte esencial de la fuerza de los y las progresistas. No estaría de más que supieran poner sobre cada discurso, sobre cada argumento, el corazón común de todos y todas: el populismo de la izquierda.
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Javier Lorenzo Candel es poeta.
Algún lector pedía soluciones ante la descarga de análisis de mis artículos, unas soluciones que trataran de dar claves para afrontar lo que nos espera con cierta dignidad y con poco atropello informativo.