Prueba de fuego para el Frente Republicano

Jorge Ezquerra Monge

Tras conocer los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Francia, podemos llegar a varias conclusiones. Por ejemplo, la creciente derechización del votante indignado con el sistema o la desmovilización de una izquierda en un país de por sí conservador; pero no podemos evitar preguntarnos, con los sondeos para la segunda vuelta dando a Macron vencedor con un 53% de los votos frente al 47% de apoyos a la reaccionaria Le Pen, si de verdad existe aquello que durante tanto tiempo se ha conocido como “Frente Republicano”, que no es sino un cordón sanitario contra la extrema derecha cuya eficacia va a pasar en estos momentos por una dura prueba.

En primer lugar, hay que entender que ya apenas queda nada de aquella Francia de Jean Paul Sartre, Jules Ferry, Leon Blum… Enormemente derechizada con el paso del tiempo, la sociedad francesa elegirá, siempre que la situación no se lo impida, a un líder conservador frente a un socialista (Mitterrand dixit). De hecho, el propio Partido Socialista tuvo que encontrar a alguien con un pasado tan sombrío como Mitterrand para poder llegar al Elíseo por primera (y penúltima) vez en la historia de la V República (1956). A esta situación hay que sumar la histórica desmovilización de una parte del que fuera llamado “movimiento obrero”, que en mayo del 68 rechazó al Partido Comunista Francés y se desentendió de las estructuras establecidas en la Constitución, lo que entonces permitió a De Gaulle ampliar su mayoría parlamentaria en unas legislativas anticipadas —justo después de la intentona revolucionaria— ganadas por la derecha y cuyo resultado aún lastra, más de medio siglo después, a la izquierda francesa. Por si fuera poco, no podemos olvidar el hecho de que, tras el fallido intento de Anne Hidalgo (Partido Socialista) de conseguir un único liderazgo para la izquierda mediante unas primarias populares, han sido seis las candidaturas progresistas que han reunido los quinientos “avales” de cargos públicos para postularse a la elección; semejante dispersión ha llevado a una parte de los habituales votantes socialistas, comunistas y verdes a optar por la abstención.

Sin embargo… ¿Por qué ahora la participación apenas ha descendido unos pocos puntos respecto a la de 2017? Por esa chispa que tiene el populismo conservador. La aparición en escena del polemista de ultraderecha Éric Zemmour (condenado por incitación al odio), quien inició su campaña en la región de Alsacia apelando a “la Francia de los olvidados”, ha dado un vuelco al tablero político francés. Una parte del movimiento obrero, indignado por la gestión de los últimos años, se ve ahora encandilado por las mismas tesis que un día sostuvieran Jean-Maire Le Pen y antes Philippe Pétain (sustituyendo a judíos por musulmanes), no porque esos trabajadores sean fascistas como su pretendido líder, sino porque una de las armas más poderosas del populismo es el miedo. En un contexto tan convulso como el actual, en el que asociamos “crisis” a algo malo intuitivamente cuando lo único que significa es “época de cambio”, en el que no sabes si vas a llegar a fin de mes, en el que estás viendo con tus propios ojos cómo aquel mito de la meritocracia no era en realidad sino una trampa del sistema, cualquier cosa puede ser un peligro para tu supervivencia, incluso ese chaval del barrio que, aunque tiene la nacionalidad y nació aquí, tiene ascendencia magrebí. Y aquí aparece Zemmour, quien, si bien ha ido perdiendo fuelle “reinflando” a la tradicional lideresa ultraconservadora, llega para decirles a esos obreros: "No os preocupéis. Conmigo, nadie os quitará el trabajo". Incluso ha permitido que se produjesen imágenes como las vistas hace unos días en París, con sus hooligans llamando asesino al aún presidente de la República durante un mitin electoral, sin que él hiciese nada por impedirlo.

¿Existe de verdad un Frente Republicano en Francia? ¿Existe de verdad una barrera frente a la extrema derecha? Pues habrá que verlo. Hasta la fecha, las alianzas interpartidistas han venido bloqueando el paso a la ultraderecha en el poder legislativo, fenómeno favorecido por el mecanismo electoral francés. Queda por demostrar en las próximas semanas si el Frente está de verdad consolidado. Cuando se creó este concepto en las presidenciales de 2002 (Chirac vs. Le Pen), el eslogan de toda la ciudadanía que terminó votando a Chirac para evitar al líder de la ultraderecha era "Vota a un corrupto, no a un fascista". Posteriormente, la capacidad de los radicales de extrema derecha de atraer el voto obrero aprovechando el descontento creado por las gestiones ultraliberales ha debilitado este ideal de cordón sanitario. Según IPSOS, el 38% de obreros tenía decidido votar a Le Pen este domingo; pero no tanto por la atracción hacia Le Pen o Zemmour sino por la desafección hacia Pécresse (Los Republicanos, derecha “moderada”) y Macron, y es que, según estudios de la misma casa, más de un cuarto de los votantes de Mélenchon (La Francia Insumisa) no votarían a Macron en una segunda vuelta del liberal contra la reaccionaria, sino que apostarían directamente por esta última. No obstante es sorprendente —y positivo— que Mélenchon, el líder de los insumisos, haya llamado a “no darle ni un solo voto a madame Le Pen”, que si bien no es una consigna clara está claramente alejada de su pasiva actitud en 2017. Por el contrario, Ciotti, otro de los supuestos “republicanos”, ha recomendado no conceder un solo sufragio a Macron.

¿Existe de verdad un Frente Republicano en Francia? ¿Existe de verdad una barrera frente a la extrema derecha? Pues habrá que verlo

Con esta enrevesada situación, tan solo queda esperar hasta el próximo domingo 24 de abril para saber si el Gobierno francés gira a la derecha con un Macron a quien nada le queda ya de progresista, o se va mucho más a la derecha con una Le Pen más “obrera” y popular de lo que nunca ha sido.

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