¿Pueden retroceder los derechos de las mujeres?

Elena Valenciano

En la ciudad iraní de Qom, el 30 de noviembre, 18 adolescentes que estudiaban en el conservatorio Noor fueron envenenadas con gas tóxico; en diciembre lo fueron otras 51, y hoy ya son varios los centenares de niñas iraníes que han acabado ingresadas con síntomas alarmantes: bloqueo respiratorio, palpitaciones, dolor de cabeza y dificultad de movimiento. Según la BBC en farsi, las estudiantes envenenadas alcanzan la cifra de 650. No conocemos el verdadero alcance del ataque contra las niñas porque en Irán no es fácil acceder a fuentes seguras de información.

Lo que sí sabemos es que en el país existe una amplia corriente ideológico-religiosa contraria a la presencia de las chicas en las escuelas. La Fiscalía iraní ha decidido, por fin, investigar lo sucedido, tras un primer intento del Gobierno de diluir el asunto. Después de lo ocurrido, muchas familias han decidido, por miedo o precaución, sacar a sus hijas de los colegios.

En Afganistán la realidad es aún más grave. La exclusión de las mujeres de las aulas ha quedado directamente fijada en la ley. Las mujeres que pasan por el sistema educativo suponen una amenaza para el poder de las teocracias. Hoy, quitarse el velo en Irán o Afganistán es un acto revolucionario que cuesta la prisión o la vida.

Desgraciadamente no damos a estos hechos la importancia que tienen y, sin embargo, reflejan una idea muy clara: los derechos de las mujeres pueden retroceder, con frecuencia se convierten en moneda de cambio, y son una cuestión secundaria en la mayor parte del planeta.

Qué importante y llamativo sería que los millones de jóvenes movilizados por el cambio climático llenaran las plazas europeas exigiendo educación para las niñas, allá dónde ir al colegio representa un verdadero peligro. O que los gobiernos europeos adoptaran una posición más firme contra los regímenes que desprecian a las mujeres. Pero lo cierto es que la liberación de las mujeres sigue siendo, hoy en día, un asunto de mujeres.

La lucha por la emancipación femenina es un hecho muy reciente en la historia de la humanidad; tiene apenas dos siglos. Pero, así como hace veinte años podíamos pensar que los avances logrados no tendrían retroceso, lo cierto es que el camino que conduce a la igualdad no es siempre hacia delante. En países de nuestro entorno cultural, los pasos atrás son llamativos: Hungría, Polonia, Estados Unidos…

Sucede que la idea nacida en la Ilustración según la cual las mujeres deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades que los hombres no es ni mucho menos un principio asentado en la mayor parte del mundo. Crecen las voces que niegan la discriminación femenina y abogan por acabar con las políticas públicas para la igualdad o, sencillamente, no consideran que la emancipación femenina sea una tarea ni necesaria ni pendiente.

La idea nacida en la Ilustración según la cual las mujeres deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades que los hombres no es ni mucho menos un principio asentado en la mayor parte del mundo

En España, uno de cada cinco varones de entre 15 y 29 años piensa que la violencia de género es una invención ideológica (barómetro del Instituto de la Juventud 2021). Esta posición negacionista se transforma en un discurso amplificado en las redes sociales, plagadas de estereotipos sexistas. Y, sin embargo, los datos de la macroencuesta del Ministerio de Igualdad (2019) arroja una cifra estremecedora: el 11% de las mujeres de entre 16 y 24 años ha sufrido violencia sexual y un 60% ha sido víctima de acoso físico y/o sexual. La Fundación ANAR, por su parte, afirma que los casos de violencia de género en menores de edad atendidos por la organización se han multiplicado por diez desde 2009. Si tenemos en cuenta el enorme esfuerzo que se ha hecho en España, sobre todo durante los gobiernos socialistas, para recorrer el camino de las democracias más avanzadas de Europa, los datos referidos a las generaciones más jóvenes deberían alarmarnos.

En un país que dispone de una de las legislaciones más avanzadas del mundo en términos de igualdad entre hombres y mujeres, algo grave está sucediendo para que las adolescentes sigan pasando miedo cuando vuelven a casa por la noche, se sientan controladas por sus parejas o se sometan al mandato de la sexualización más grosera en Instagram o TikTok.

Cometemos un error al pensar que hemos superado la tradición secular de la desigualdad femenina. En todos los rincones de mundo la lucha debe continuar, y no debemos desviarnos del objetivo: sin dejar de defender a las minorías, la verdadera tarea ha de ser mejorar la vida de la mayoría de las mujeres.

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Elena Valenciano es patrona de la Fundación Alternativas y presidenta de la Fundación Mujeres.

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