Salvemos la Complutense: por el fortalecimiento de una cultura democrática en la mayor universidad pública madrileña

Inma Álvarez Serrano, Nuria Sánchez Madrid, Belén Rodríguez-Fonseca, Rodrigo Castro Orellana, Jon Sanz Landaluce, Luis Alegre Zahonero, Clara Ramas San Miguel y Yanna G. Franco

"¿Claustro? ¿Corporación? De esto no hay nada ni puede haberlo. Lo impide la organización misma de nuestra Universidad, y lo impide, sobre todo, el feroz individualismo que nos caracteriza y el espíritu de dogmatismo intransigente y sectario. Hay blancos y negros que luchan a alfilerazos, y pardos y grises que van viviendo y cobrando. Y un sinfín de filisteos, porque nuestra Universidad es madriguera de ellos". Miguel de Unamuno escribía estas líneas hace 124 años en su texto De la enseñanza superior en España, en las que reflejaba su malestar por la desgana y pragmatismo con que observaba que muchos de sus colegas catedráticos se conducían en el medio universitario.

El actual proceso electoral al cargo de rector/a en la Universidad Complutense de Madrid ha brindado ocasión para confirmar la validez actual del pesar unamuniano por la falta de una cultura política en la principal universidad pública española. En efecto, la manipulación desinformadora orquestada por no pocos medios de la prensa conservadora en torno al acuerdo alcanzado el pasado 23 de marzo por cuatro de las candidaturas más votadas al Rectorado de la Universidad Complutense en este proceso electoral anima a calibrar como es debido la existencia o no de una cultura política en nuestras instituciones universitarias.

La incapacidad de algunos para entender que candidatos como María Castro, Jesús Pérez Gil e Iñaqui López hayan podido articular las coordenadas principales de sus respectivos programas de transformación profunda de esta Universidad con las del programa propuesto por la candidata Esther del Campo es síntoma de un proceso preocupante de negación de la capacidad de la comunidad universitaria para tomar las riendas de su presente y futuro. El argumento que se ha esgrimido apunta a que solo la acumulación de intereses personales o el mero reparto de Vicerrectorados ha guiado el camino hacia esta alianza transversal. En vez de constatar lo que efectivamente se pone en juego aquí. El ejercicio de transparencia y de ruptura con una opacidad que ha sido característica en la formación de los equipos de gobierno universitarios. Así se eclipsa el hecho de que dimensiones objetivas, académicas y profesionales  como la simplificación de la desmedida carga burocrática de la administración, la mejora de la gestión de la investigación, y la estabilidad presupuestaria hayan logrado conformar una agenda común en torno a un programa de modernización de estructuras, procesos y recursos humanos, impulsado por los valores de la igualdad de género, la sostenibilidad y la equidad.

Pretender emborronar que este proceso deliberativo haya tenido lugar en una universidad que lleva décadas anclada en la pedagogía del peor clientelismo en buena parte de sus cuadros docentes y de servicios es sencillamente una trampa lógica, moral y estética que una amplia mayoría de esta comunidad de docentes, investigadores/as, estudiantes y personal de administración y servicios no podemos aceptar. Evidencia, por otra parte, que la cacareada politización de la universidad constituye en realidad una operación ideológica construida y animada desde fuera de la institución, orquestada por sectores mediáticos que han apostado por un modelo de desarrollo de la Comunidad de Madrid que parece exigir la descalificación del espacio público universitario en la misma medida que sus recortes presupuestarios.

La sospecha frente al mero hecho de que candidaturas que concurrieron enfrentadas a la primera vuelta de las Elecciones a Rector/a 2023 en la Complutense puedan confluir en el mismo programa de medidas de urgente aplicación muestra la defección inadmisible de algunos con respecto al papel clave que la universidad está destinada a desempeñar en una sociedad cansada de una constante polarización política parlamentaria, que no consigue sacar al país del marasmo de sus grandes problemas con el merecido consenso. Lejos de entender la dialéctica entre el conflicto y el consenso como un juego de todo o nada, la vida universitaria traslada con sus exigencias cotidianas a todos sus agentes la necesidad de discutir hasta la extenuación sobre bienes que les son comunes, de la misma manera que el compromiso de asumir posiciones que dejen razonablemente insatisfechas a todas las partes en aras de acuerdos dotados de un amplio respaldo.

La carga de la prueba reside, pues, en quienes se esfuerzan —y en esta deriva parece encontrarse el actual gobierno en la Complutense— por proyectar las dinámicas del enfrentamiento político de partidos sobre la cotidianidad civil universitaria como una tabla de salvación —esa sí, absolutamente personal—. No podemos permitir que el oportunismo y cortoplacismo de semejante conducta, por mucho que secunde el espíritu del tiempo mediático que corre, imponga sus lentes distorsionadoras sobre la percepción de una amplia mayoría de miembros de la comunidad Complutense, hastiada de no haber conocido a lo largo de su carrera académica nada más que componendas, más o menos maquilladas, de lobbies con mayor o menor capacidad contingente de presión dentro de la arquitectura administrativa y académica de la institución.

Han sabido dejar a un lado la especificidad de su diagnóstico crítico de esta universidad con el fin de reclamar una participación realmente democrática en el funcionamiento de la institución, con cauces adecuados para hacer escuchar las demandas

El viernes 24 de marzo de 2023 una multitud de universitarios y universitarias, representantes de las distintas tareas y servicios que dan sentido a la Complutense, se unieron en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Químicas de esta universidad en torno al entusiasmo generado por la alianza de cuatro candidaturas que han sabido dejar a un lado la especificidad de su diagnóstico crítico de esta universidad, con el fin de reclamar una participación realmente democrática en el funcionamiento de la institución, con cauces adecuados para hacer escuchar las demandas sectoriales de todos y todas. Quienes conocemos esta institución universitaria desde hace más de dos décadas somos conscientes de la oportunidad sin parangón que abre esta decisión, que en sí misma señala un antes y un después en la experiencia universitaria de quienes estamos asistiendo a ella con enorme esperanza y el razonable temor a que las acostumbradas inercias acaben sumiendo aún más a la primera universidad pública española en la insignificancia científica, la precariedad endémica y la incapacidad para establecer un diálogo fructífero con la administración autonómica en la que se inserta. El día 29 de marzo la Universidad Complutense puede torcer este futuro de irrelevancia social, cultural y científica en que algunos parecen querer sumirla. Si algo así finalmente ocurre, será consecuencia de la generosidad y capacidad integradora del acuerdo por el cambio firmado por las cuatro candidaturas alternativas más votadas en primera vuelta. La época del personalismo oportunista y de los grupos de interés habrá quedado atrás en nombre de un proyecto compartido que convoca a toda la comunidad universitaria. Es la ilusión que viene. 

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Inma Álvarez Serrano de la Facultad de Químicas. Nuria Sánchez Madrid de la Facultad de Filosofía. Belén Rodríguez-Fonseca de la Facultad de Físicas. Rodrigo Castro Orellana de la Facultad de Filosofía. Jon Sanz Landaluce de la Facultad de Químicas. Luis Alegre Zahonero de la Facultad de Filosofía. Clara Ramas San Miguel de la Facultad de Filosofía y Yanna G. Franco de la Facultad de Ciencias de la Información.

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