Si James Bond cultivara un huerto

No sé si la política nacional podría permitirse un parón para iniciar un período de reflexión desde la serenidad. Quizá sería necesario echar el freno para reiniciar la máquina del Estado, avivar los rescoldos que dan energía a las acciones de gobierno, proponer un punto cero para empezar a construir desde los procesos de ese análisis y las consecuencias de un debate amplio e inteligente.

También la sociedad, ese pulmón que dota de vida el comportamiento de los individuos, debería proponer una pausa, un momento de conciencia colectiva desde el que saltar a nuevas ilusiones, nuevos estados de ánimo. Y no vendría mal porque aquel que detiene su paso puede dedicar un tiempo magnífico para la observación y el análisis, para el incremento de su estabilidad emocional y la precaución ante el camino que se abre en la distancia; y no pierde el tiempo sino que gana pasiones para afrontarlo.

Byung-Chul Han, reciente ganador del Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, hablaba, entre otras cosas, de la prisa como un elemento indispensable de nuestro siglo. La ansiedad y la condición de urgencia de las nuevas sociedades han puesto de manifiesto un proceso de apagamiento de la reflexión, del tiempo lento como forma de hacer, y ha supuesto una activación de la competitividad, de la furia laboral y la acción desbocada en los individuos. Cuenta el coreano que, en la larga saga de las películas de James Bond, se ha pasado de primeras películas con finales que dejaban descansar al héroe después de la trepidante acción salvadora, a las últimas en las que no hay tiempo para el descanso. La acción pide más acción, lo trepidante pide más, la atención pide seguir atentos y no perder ni un segundo en plantear un parón para reflexionar. 

Marina Garcés, en su último y excelente ensayo titulado La pasión de los extraños. Una filosofía de la amistad, plantea un mundo distópico en el que los individuos quedáramos reducidos a relaciones instrumentales, sociedades capitalistas despersonalizadas que no facultan más que para amplificar hábitos de trabajo y consumo, acabando con la posibilidad de “cultivar tu huerto” que diría el estoico.

Quizá sería ahora cuando deberíamos pedir un parón desde el que recomenzar, revisar el contexto en el que nos encontramos

Quizá ahora sería buen momento para plantar con el fin de recoger buenos frutos, sembrar para abastecernos de una buena cosecha de ideas que sirvan para reiniciar después del análisis ponderado. Quizá sería ahora cuando deberíamos pedir un parón desde el que recomenzar, revisar el contexto en el que nos encontramos, ver con detenimiento cuáles son los argumentos de unos y de otros, tratar de analizar las líneas de cada discurso para confiar, y hacer que se confíe, en una nueva manera de abordar el tiempo futuro, en unas nuevas reglas de juego, en una acción política apartada del grado de crispación que aporta poco al contexto general del país, para diseñar moldes donde dejar descansar la empatía, el buen ánimo y, sobre todo, la inteligencia. Creo que la izquierda, y los paridos que la representan, tiene mucho que decir al respecto porque sabe dónde está la llave que accione la máquina.

Pero, ¿puede un país que calza los zapatos del último James Bond tomarse la libertad de parar? ¿Es posible ubicar la reflexión tranquila en el seno de las instituciones? O ¿estamos, como sociedad, preparados para conquistar esos territorios?

Quizá sea difícil imaginar un contexto general de amistad constructiva, de unión esperanzadora y sólidas propuestas de renovación, pero, si no es así, podemos estar abocados como grupo al desprendimiento de los valores democráticos. La democracia es como ese sistema social y político en el que la confianza entre extraños es posible, dice Garcés.

La derecha, en su afán recaudatorio salido de la crispación social y la crítica destructiva, incluso en los territorios más profundos de la moral, tiende a proponer un tiempo rápido, “no paremos, sigamos con la prisa”, parece decir; porque esa invitación puede ser un elemento indispensable para alcanzar sus fines: Hacer que los extraños sean extraños, que el temor y el peligro que despierta el otro sea la baza indispensable para conseguir que se les vea como protectores: de la moral, de la patria, de la tradición, etc. Más deprisa, sin detener la acción demoledora del tiempo urgente.

¿Será buen momento para parar? Yo creo que sí; y para proponer y para afianzar las democracias, y para construir desde la puesta en común, desde la vibración de nuevas políticas progresistas, desde la construcción de un nuevo discurso.

El estoico proponía cuidar tu huerto; nuestra país necesita sembrar para recoger. Y la siembra requiere de calma. 

La poeta alemana Rose Ausländer escribió: “La arena está madura/ construiremos/ una casa, una ciudad, un país./ Llena tu cubo de sol”. Vamos a intentar colmar los cubos que vamos transportando con el la luz que da sentido a nuestra conciencia cívica. Y hagamos ciudades y países con arena madura. Quizá para ello sea necesario parar.

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Javier Lorenzo Candel es poeta.

No sé si la política nacional podría permitirse un parón para iniciar un período de reflexión desde la serenidad. Quizá sería necesario echar el freno para reiniciar la máquina del Estado, avivar los rescoldos que dan energía a las acciones de gobierno, proponer un punto cero para empezar a construir desde los procesos de ese análisis y las consecuencias de un debate amplio e inteligente.

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