Plaza Pública

¿Sobreviviremos al cambio climático?

Manifestantes piden acción contra el cambio climático en Glasgow.

Emilio Menéndez del Valle

“Estamos en guerra con la naturaleza y es una guerra suicida porque la naturaleza siempre responde y lo hace con una violencia creciente. Hay que hacer las paces entre la humanidad y la naturaleza”. Son palabras de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (El País, 03-12-2020). La violenta respuesta de la naturaleza es meridiana: en Groenlandia y en la Antártida, huracanes en el Caribe, pavorosos incendios en el Mediterráneo oriental, Australia, California, trombas de agua que causan estragos en la península ibérica, Alemania, Bélgica, el “eterno suelo congelado” de Siberia, que ahora se derrite…

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), órgano onusiano encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático, ha publicado su último y demoledor informe en agosto de 2021. Su finalidad es facilitar a los gobiernos evaluaciones periódicas, sus implicaciones y riesgos y proponer estrategias de adaptación y mitigación. Dicho informe asegura que muchos de los cambios observados no tienen precedentes en cientos de miles de años y algunos de los que están teniendo lugar, como el constante aumento del nivel del mar (lo que agobia, entre otros, a los Estados isleños de Maldivas y Vanuatu) no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Se concluye que, a menos que las emisiones de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados o incluso a dos grados (lo que persigue el Acuerdo de París) será objetivo inalcanzable. En cualquier caso, con un calentamiento de 1,5, aumentarán las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y acortarán las frías. Con dos grados, los episodios de calor extremo alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud humana.

De todo ello se está ocupando estos días la sesión 26 de la Conferencia de las Partes (COP26), órgano supremo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de la que forman parte la práctica totalidad de los Estados del mundo y que constituye el foro principal para la discusión y negociación de las medidas para hacer frente a la crisis climática. Entre los temas que se están discutiendo en Glasgow (no estoy seguro de poder escribir objetivos a cumplir) se halla lograr que el carbón pase a la historia (en palabras de Alok Sharma, presidente de la COP26), incluido el fin de la financiación pública para final de este año a la energía generada por carbón. Sharma asegura que ha comprometido al G7 a pasar durante la década de 2030 del carbón a un sistema energético descarbonizado. Hasta ahora, no ha habido confirmación del G7. La COP26 intentará asimismo lograr un acuerdo para detener la creciente deforestación del planeta. Tema no menor es conseguir un acuerdo que impulse la generalización de los vehículos eléctricos (plazos a establecer en noviembre). Asunto desde luego no baladí es convencer a los países industrializados (industrialización lograda gracias a las fuentes de energía que ahora se pretende eliminar o mitigar) para que cumplan el compromiso declarado en la COP21 de París de aportar cien mil millones de dólares anuales para ayudar a los países en vías de desarrollo a establecer modelos de desarrollo bajos en emisiones. Tal como están las cosas, creo que deberíamos hablar de “países en vías de subdesarrollo”.

Hay quienes manifiestan su pesimismo sobre lo conseguible en la COP26 de Glasgow dada la envergadura de la empresa a acometer y la perentoriedad de los plazos y condiciones. Existen contradicciones y paradojas, algunas muy cercanas a nosotros, europeos. Por ejemplo, hay compañías europeas que ante el elevadísimo precio del gas están –justamente ahora– retornando o pretendiendo retornar al carbón. ¿Puede la UE tomar cartas enérgicas y energéticas en el asunto? En este sentido, la Agencia Internacional de la Energía, en su Informe 2021, manifiesta su preocupación: “El consumo mundial de carbón está creciendo con fuerza este año, lo que situará las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el mayor crecimiento anual de la historia”.

Por su parte, el mayor deforestador de los últimos tiempos, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, actúa con impunidad mientras que la Amazonia pierde 4.047 hectáreas diarias y emite más CO2 de la que es capaz de absorber a causa de los múltiples y deliberados incendios con el fin de liberar tierra para la producción de soja y carne.

El síndrome de Gaza

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Como dice la científica canadiense Katharine Hayhoe, “hemos construido una civilización basada en un mundo que ya no existe”. ¿Seremos capaces los humanos de bloquear, a corto plazo, nuestra actividad ecocida? ¿Tendrá la comunidad internacional voluntad política para articular un sistema jurídico vinculante, con castigos ejemplares para los ecocidas, vía justicia climática? Espléndido José Mujica, entrañable expresidente de Uruguay: “La humanidad está empeñada en organizar en cincuenta años una gigantesca sartén para freírse. No es un problema ecológico, es impotencia política”.

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Emilio Menéndez del Valle, embajador de España.

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