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Crisis del coronavirus

Hasta 100 pacientes al día, el "estrés permanente" de la atención primaria: "Los ciudadanos están perdiendo algo muy valioso"

Una vecina es atendida en el Centro de Salud Artilleros, este lunes en el distrito de Vicálvaro.

José Luis Palancar afirma que, por lo general, los médicos de familia lo son por vocación. Él lo es. Terminó la carrera de Medicina en 1988 y lleva ejerciendo en esta especialidad desde 1992. Pero sabía que acabaría ahí mucho antes. "La vocación la tenía clara antes de acabar. Le ocurre a muchos médicos de familia: algunos a lo mejor se han visto obligados a dedicarse a esto porque no han podido dedicarse a otra especialidad, pero yo creo que es de las más agradecidas. Haces de todo", explica desde el otro lado del teléfono pocas horas después, precisamente, de salir de trabajar.

Acude cada mañana, de 8 a 15 horas, al Centro de Salud de Doctor Cirajas, en una de las zonas confinadas del distrito madrileño de Ciudad Lineal. Conoce bien ese ambulatorio porque ya son ocho años los que lleva trabajando en él, pero no vacila cuando afirma que "este es el periodo más complejo" al que se ha enfrentado. "Sin duda", insiste. "Ha habido situaciones de cambio, pero desde luego ninguna como esta. Lo que nos ha exigido esta situación es una capacidad de adaptación brutal, hemos sido casi camaleónicos, adaptándonos en cuestión de días y semanas a la evolución de la pandemia", rememora. Lo hicieron en marzo y lo han tenido que hacer ahora, en septiembre. Y eso, admite, le duele más.

José Luis Palancar, médico de familia, en su puesto de trabajo.

"Ahora es distinto. Entonces nos pilló a todos de nuevas y entendíamos que no se supiera qué había que hacer, estábamos aprendiendo sobre la marcha y asumimos que era una situación que teníamos que sacar todos adelante", recuerda. Ahora no. Ahora hay responsables de la "saturación" que, asegura, vive la atención primaria. "Cuando empezaron a ceder los contagios era el momento de planificar la actividad. Sabíamos que iba a haber una segunda oleada. Había que haber dotado a la atención primaria de más personal, de rastreadores, de gente que estuviera pendiente de los brotes que iban apareciendo", denuncia. Ahora ya es complicado. "El virus está circulando por toda la Comunidad", lamenta.

Y lo hace con un colapso que lo complica todo. Una situación que certifican sus compañeros. Es el caso de Dora Bejarano, pediatra en el Centro de Salud Doctor Fanjul, en el barrio de Aluche, al sur de la Comunidad, o de Mar Sacristán, médico en el centro Vicente Soldevilla, en el barrio vallecano de San Diego, uno de los más afectados por el covid-19. "Yo intento optimizar el tiempo, pero naturalmente me veo obligada a ampliar mi permanencia en el centro para que no se me acumulen las llamadas", lamenta Dora, que explica que la vuelta al cole ha complicado su día a día. "Se supone que los contactos asintomáticos de los positivos los debe gestionar Salud Pública, pero eso no está pasando", critica.

De la atención presencial a la telefónica: "Se nos ha ido de las manos"

Pero también es la misma situación precaria que viven en otros ambulatorios más pequeños de la región, fuera de la capital. Raquel Ocaña trabaja en uno. Concretamente, en un consultorio de Torrejón de la Calzada, un municipio del sur de la Comunidad en el que viven poco más de 8.000 personas. Lleva allí desde 2015, pero antes tuvo que soportar el periplo que sufren muchos médicos cuando acaban la especialidad. Fue interina y tuvo varios contratos. Aun así, se considera "una de las afortunadas" que ha encontrado su hueco en la profesión rápidamente.

Raquel Ocaña, médico de familia.

A sus 48 años y a pesar de la velocidad e intensidad a la que tiene que trabajar cada día, no pierde la sonrisa. Se la adivina desde el teléfono, pues ríe de vez en cuando mientras explica la dificultad a la que tiene que enfrentarse desde que la pandemia ha irrumpido en nuestro país y en su pequeño consultorio. Tiene 20 minutos de descanso en su jornada diaria, pero ni siquiera los usa. Solo se levanta de la silla, dice, para hacerse con un café que le permita acabar el día sin que el cansancio le venza.

Llega a su puesto a las 8.10 horas de la mañana. Coge su primera dosis de cafeína del día y se sienta. Abre el ordenador y a veces exclama "madre mía, 40 pacientes". Todos pendientes de su llamada. Y los huecos para atender presencialmente ya están ocupados con llamadas. Y los huecos administrativos para hacer recetas, más de lo mismo. "Se solapa todo. Todo son llamadas", dice. Y encima, cuando acaba una se añaden tres a una lista cuyo final cada vez parece más lejano. "Es horroroso, no descanso nunca", lamenta. Porque también hay quien no coge el teléfono a la primera. Y quien le contesta de manera "grosera", critica.

Así pasa cada día hasta, más o menos, las 15, una hora más tarde de lo que debería. Y aun así, vuelve a considerarse una "afortunada". Atiende entre 55 y 58 pacientes diarios. "Intento irme siempre cuando he terminado y puedo decirles a mis compañeros: 'por fin". José Luis, a veces, atiende a más de 100. Una compañera de Mar, recuerda ella, llegó a encender el ordenador con un listado de 110.

Consultorio de Torrejón de la Calzada, en la Comunidad de Madrid.

Que la atención sanitaria haya pasado de ser presencial a fundamentalmente telefónica, en principio, a Raquel no le parece un problema. De hecho, cree que solventa muchos problemas, como las dificultades que tienen para acudir al médico las personas trabajadoras que tienen que hacer malabares para cuadrar sus horarios. El problema, dice, es que "se nos ha ido de las manos". José Luis le pone cifras al cambio que ha habido en la sanidad. Según calcula, antes había un 85% de atención presencial y un 5% de atención telefónica. Ahora esos porcentajes se han invertido y el 10% restante sigue estando ocupado por visitas a domicilio.

El problema, continúa Raquel, es que llama tanta gente y por cosas tan diversas que hay que filtrar mucho y muy bien. "Hay que estar muy atento a aquellos que pueden ser más graves para poder derivarlos al hospital en condiciones porque los que se ponen malos lo hacen en pocas horas", señala José Luis. Esto lo hacen todos. Mar y Dora también admiten dar prioridad a pacientes que presentan síntomas de covid —para poder realizarles una PCR cuanto antes— y a pacientes mayores que conocen bien y que saben de riesgo.

Culpa de "la falta de previsión"

"Vivimos en una situación de estrés permanente, de no saber si al final del día vamos a haber terminado o no la actividad que teníamos prevista realizar", lamenta José Luis. Y todo, dice él y coinciden sus compañeras, por la falta de previsión. Lo denuncian desde los sindicatos. Concha Herranz es pediatra del centro de General Ricardos, en Carabanchel. Actualmente es liberada sindical de UGT y, como conoce cómo están sus compañeros, es muy crítica. "En marzo entendíamos que los jefes estuviesen despistados. Ahora las instrucciones siguen siendo vagas y el equipo sigue teniendo que organizarse por sí mismo", critica. Julia Pérez, delegada sindical del área centro de UGT y liberada sindical del centro Las Águilas de Aluche, opina igual. "Los sanitarios ya sabíamos lo que iba a pasar, porque los datos no mienten", admite.

Mensajes de los vecinos en la entrada del Centro de Salud de General Ricardos.

Se tenía que haber actuado antes, coinciden ambas. Y la forma no era demasiado compleja. Según Concha, tres cosas habrían bastado. "En julio, cuando empezamos a avisar de lo que venía, se tenían que haber sacado las pruebas PCR fuera de la atención primaria, se tenían que haber dotado las plantillas administrativas y se tenían que haber contratado rastreadores. Ya está, eran tres cosas muy sencillas", reclama. Ahora ya "no estamos a tiempo de frenarlo".

Julia también cree que reforzar las plantillas de personal dedicado a coger las llamadas telefónicas habría ayudado. "Si hay tres administrativos, pues tres cogen el teléfono. Ahora han aumentado muchísimo los casos y no dan abasto, así que la gente al final acaba yendo a la puerta del centro de salud y lo que estamos haciendo es trasladar el problema de no querer mezclar pacientes dentro a la calle, donde se están formando unas colas enormes", lamenta.

La factura psicológica y emocional

Ya en el mes de abril, el Círculo de la Sanidad advirtió de los efectos psicológicos que la pandemia podría ocasionar en los profesionales sanitarios. Ya entonces exigió que se les garantizara la atención necesaria para paliar potenciales secuelas o para tratar de evitarlas en lo posible. Más tarde, ya en junio, se cuantificaron esas posibles consecuencias y se concluyó que uno de cada cuatro profesionales podría desarrollar problemas en su estado emocional después de la pandemia. Según un estudio del Hospital Infanta Leonor de Madrid, el 79,5% de los pediatras sufren ansiedad y 51,1% muestra síntomas depresivos.

Mar Sacristán, médico de familia, a la entrada de su puesto de trabajo, en el Centro de Salud Vicente Soldevilla, en Vallecas.

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Quizá poner cifras es demasiado complicado. Pero tanto Dora como Mar le ponen palabras a esas consecuencias que ya se adivinaban en los peores meses de la crisis sanitaria. Dora no está de acuerdo con José Luis en que su profesión sea pura vocación, aunque sí indica que "o te gusta o puedes morir". A ella le gustaba. De hecho, y tal como explica por teléfono, nunca hasta ahora había sentido angustia por reincorporarse a su trabajo después de disfrutar de sus vacaciones. "Nunca me había pasado y llevo más de 30 años en esto. Siempre volvía contenta, a hacer que me gusta y que disfruto. Ahora no, hay mucho trabajo y una tensión muy grande", dice. "Y también me afecta mucho ver el sufrimiento de la gente. Nos vuelcan toda su ansiedad y su inquietud y eso acaba haciendo un agujerito en la cabeza que nos está quemando. A todos", lamenta.

Mar también indica que la saturación complica su bienestar mental. Pero no cree que sea tanto eso como el tipo de trabajo que ahora realiza. Según dice, "eso es lo que más le duele". "Coincido con muchas compañeras en que nuestro trabajo ha perdido el sentido. Somos burócratas, aproximadamente el 30% de pacientes que veo en un día son para realizar labores relacionadas con bajas", indica. Por eso admite que ha tenido rachas "de tristeza, de agresividad, de ataques de risa…". "He llegado a despertarme en mitad de la noche pensando en calendarios de cuarentena", recuerda. "Se ha perdido la esencia y los beneficios de la atención primaria. Mi trabajo antes me encantaba, ahora me aburre", lamenta. Y las víctimas de ese sentimiento que no cree único es la sociedad. "La población está perdiendo una cosa muy valiosa", advierte.

Por eso ella apoyaba la huelga de su sector que estaba prevista para este lunes, aunque finalmente decidió desconvocarse. Este domingo, la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (AMYTS) alcanzó un acuerdo con la Consejería de Sanidad para mejorar las condiciones de los médicos, según informó el propio sindicato. Se pactaron, tras "una larga e intensa negociación", "medidas organizativas, retributivas y desburocratización para mejorar la delicada situación de los facultativos". El acuerdo se formalizó este lunes y, previsiblemente, acabará con una situación que ya era mala pero que se ha agravado durante la crisis sanitaria. La atención primaria, sentencia Mar, ya estaba "infrapresupuestada y con pocos recursos". Hasta ahora, critica, se ha salvado "por el esfuerzo de las personas".

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