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Los 100 días de gobierno de Collboni para dejar atrás el legado de Colau

Ada Colau y Jaume Collboni, en una imagen de archivo.

“Mi voluntad es honesta e irrefutable: quiero ser el alcalde de todos y de todas”. Con estas palabras se estrenaba Jaume Collboni al frente del Ayuntamiento de Barcelona ante la atónita mirada de un Saló de Cent que aún estaba procesando el giro de guion que acababa de ocurrir. Han pasado ya más de 100 días desde aquel insólito día, en el que los comunes unieron sus votos a los del PP para evitar que Xavier Trias regresara al mando de la capital catalana. Quince semanas después, Collboni sigue explorando la fórmula para cumplir con su palabra y fortalecer un gobierno en clara minoría.

Metido ya de lleno en el papel de alcalde, Collboni dice que se da un notable y, en el balance de sus primeros 100 días, saca pecho de haberse puesto las pilas, de haber “pasado a la acción”. Su mensaje es claro y el eslogan de su comparecencia, revelador: “Anem per feina”. Se trata de una expresión catalana que podría traducirse como “vamos al grano”, es decir, que se han puesto manos a la obra sin perder tiempo.

Un contrapunto al legado de Colau

Recapitulemos. En los últimos dos mandatos Collboni fue teniente de alcalde de Ada Colau, pero a cuatro meses de las elecciones municipales renunció a sus responsabilidades en el gobierno para centrarse en la campaña. La inesperada noticia cayó como un jarro de agua fría sobre sus socios, pero le permitió propagar a los cuatro vientos que, si ganaba, abriría una nueva etapa.

Sus primeros días se han caracterizado precisamente por decisiones y, sobre todo, declaraciones de intenciones con las que ha tratado de pasar página a la era Colau. Ha querido, por ejemplo, poner fin al urbanismo táctico de la calle Pelai, donde han vuelto los aparcamientos para bicicletas y motos, así como los estacionamientos de carga y descarga en áreas peatonales. También ha puesto coto a las multas de los radares de 30 km/h instalados en entornos escolares, que ya no sancionan por la noche, ni en domingos o festivos. Y ha restablecido las relaciones institucionales con Tel Aviv después de que los comunes las dieran por rotas en febrero. “Es una nueva etapa”, dice Collboni. Son sólo “fotografías” y “gesticulación”, dice la oposición.

La tarea no es sencilla. Por un lado, el PSC busca distanciarse de sus predecesores. Por el otro, está condenado a encontrar apoyos para gobernar con comodidad y estabilidad, pues actualmente tiene sólo 10 de los 41 concejales del Ayuntamiento. Y si hasta la fecha no ha mostrado prisa en hacer crecer su ejecutivo, en una reciente entrevista ha insistido en articular una mayoría progresista con Barcelona en Comú y ERC, eso sí, sin excluir de las negociaciones a Junts.

Prioridades: limpieza, seguridad y vivienda

En el terreno de la gestión, los socialistas centran sus esfuerzos en el despliegue del denominado Pla Endreça, un plan de choque para que la ciudad esté “más limpia, más ordenada y más segura”. Se trata de una de las propuestas estrella del nuevo gobierno, que ha mandado reforzar las brigadas de limpieza, ha endurecido las multas por incivismo, ha impuesto más sanciones y ha reforzado la presencia policial, en medio de críticas por la persecución a manteros. “No hay soluciones mágicas ni inmediatas, pero se ha traducido en acciones concretas”, asegura el alcalde.

Otra de las prioridades del mandato son las políticas de vivienda y, en esta materia, Collboni se sitúa a las antípodas de sus anteriores socios de gobierno. Sin ir más lejos, acaba de tumbar la obligación que tenían las promotoras de reservar el 30% de las nuevas construcciones a vivienda protegida, una propuesta que ya había anunciado en campaña y que ha logrado gracias a Junts.

De hecho, el urbanismo podría ser una de las patatas calientes de la legislatura después de que una jueza haya ordenado desmantelar el eje verde de la calle Consell de Cent, conocido como Superilla del Eixample. Collboni ha dicho que recurrirá esta decisión, a pesar de que su modelo pasa por mantener los vehículos y ganar espacio público en el interior de las manzanas.

Por otro lado, en estos 100 días la agenda de Collboni ha estado repleta de reuniones y encuentros con representantes de sectores económicos que han visto los últimos ocho años con cierto recelo. Ha hablado con exponentes del mundo empresarial, desde el Cercle d’Economia a Foment del Treball o Pimec, pero también con UGT y CCOO, con el Tercer Sector y con federaciones de vecinos.

Aunque el encuentro más destacado fue la visita del rey Felipe VI la semana pasada, una cita que pretendía retomar las relaciones de Barcelona con La Zarzuela tras las plantadas de Colau al monarca. Hacía 17 años que un alcalde de Barcelona -Jordi Hereu- no era recibido por el jefe de Estado, entonces Juan Carlos I.

Los presupuestos, la prueba de fuego

Superados los primeros 100 días, las miradas están ahora puestas en los presupuestos, que servirán de termómetro para medir la cintura política de Collboni. Este otoño el alcalde socialista tendrá que recabar los apoyos necesarios para aprobar las cuentas de 2024 y los potenciales aliados ya han marcado sus líneas rojas.

Los comunes advierten que no apoyarán el presupuesto a menos que entren en el gobierno, ERC considera que el acuerdo todavía está lejos y Junts ha reiterado su oferta para sellar “pactos puntuales” y evitar así que los de Colau entren en el ejecutivo, una posibilidad que el PPC no sólo celebra, sino que se plantea incluso facilitar.

Desde el PSC quitan hierro a estas exigencias, a pesar de que a nadie se le escapan los equilibrios que tendrá que hacer Collboni para poder aprobar el examen más importante del año. Una prueba que ha desvinculado de investiduras y alianzas postelectorales a nivel estatal. “Barcelona se decide en Barcelona y no estará sujeta a ninguna coyuntura política”, ha remarcado.

Sin Trias pero Maragall y, de momento, Colau

En cualquier caso, los acuerdos que se cierren en Barcelona podrían estar marcados por lo que ocurra en las cúpulas de sus potenciales aliados, con líderes que podrían cambiar en los próximos meses.

El caso más paradigmático es el de Xavier Trias. El líder de Junts lo repitió en campaña por activa y por pasiva: si no ganaba, se volvía a su casa. Trias ganó, pero un imprevisto pacto a última hora le arrebató la vara de alcalde. Desde entonces, ha ido aguantando el tipo con la idea de marcharse a la que pueda. Su idea era renunciar en octubre, pero según fuentes de la formación, el partido le ha pedido que siga un tiempo más, al menos hasta que se resuelva el contexto estatal. No quieren perder a un líder cuyo “estilo” y “talante”, creen, pueden ser claves para gestionar el desenlace que se produzca en Madrid.

No obstante, Trias tiene claro que su papel no es el de líder de la oposición. Por eso, una vez atada la investidura del Gobierno español y aclaradas las intenciones de Collboni en Barcelona no se lo pensará dos veces. Eso sí, ya da por sentado que ese momento, probablemente, no llegue antes de 2024.

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En cuanto a Ada Colau, se ha especulado mucho sobre su futuro una vez superada la etapa de alcaldesa, una cuestión que de momento no ha querido aclarar. Fuentes de los comunes apuntan a este diario que están “centrados en el qué y no en quién” y que “ya llegará” el momento de tomar una decisión. En otras palabras, primero quieren ver si prospera la opción de un gobierno tripartito de izquierdas y cuál es el reparto de carteras antes de resolver si continúa Colau.

Un caso distinto es el del líder de ERC en Barcelona, Ernest Maragall. A sus 80 años es el concejal de más edad del consistorio, por eso, tras la “operación Collboni” se habló sobre su posible salida. Fue él mismo el encargado de silenciar los rumores: “No creo que me apetezca darles el gusto de desaparecer, y menos con estos señores que han clavado las garras en la ciudad”, subrayó al día siguiente del pleno de investidura.

Maragall ha dejado claro en varias ocasiones que no tiene intención de “abandonar” a los vecinos que lo votaron y desde su entorno insisten en que se ha comprometido a agotar la legislatura. “No está sobre la mesa la posibilidad de que se marche”, zanjan. Los rumores volvieron, esta vez de la mano de su candidatura al Senado. Pero Maragall continuó, hizo campaña, se presentó a las elecciones y volvió a demostrar que el relevo podía esperar. En sus propias palabras, “ser candidato a los 80 tiene una ventaja, la libertad. Ya no hay cálculos ni hipotecas”.

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