Ciudadanos se desangra en Cataluña: la mitad de sus electores busca refugio en Vox, el PP y el PSC

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Fernando Varela

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Las malas expectativas electorales de Ciudadanos en Cataluña amenazan a la formación naranja con un desplome en votos y escaños casi tan relevante como el que sufrió el 10 de noviembre de 2019. Aquel día, en las últimas elecciones generales y bajo el liderazgo de Albert Rivera, Cs cayó de 57 a 10 escaños. Una debacle sin precedentes de la que se beneficiaron el PP, que aumentó de 66 a 88 sus escaños, y sobre todo Vox, que pasó de 24 a 52 diputados.

Ese desplazamiento de votantes de Cs hacia el PP y sobre todo hacia Vox está a punto de repetirse en las elecciones catalanas que, si la pandemia no lo impide, se celebrarán el próximo 14 de febrero.

Si nos atenemos al último barómetro del Centro d’Estudis d’Opinió (CEO), el llamado CIS catalán, Ciudadanos es el partido con más vías de agua abiertas de todo el arco parlamentario catalán. Sólo el 43,7% de los que votaron candidaturas naranjas en Cataluña en las generales de noviembre de 2019 volverán a hacerlo el 14 de febrero. Una catástrofe en términos demoscópicos.

¿A dónde se va a ir el 56% restante? De los restos del naufragio hay, según el CEO, un 8,5% que se irá a la abstención. Otro 14% se dividirá a partes iguales entre quienes votarán al PP y quienes elegirán a Vox. Y un 5,6% elegirá la papeleta del PSC.

Hay también un 19,7% que aún no sabe qué hará y que tomará posición en función de lo que ocurra de aquí a la jornada electoral. Ese porcentaje explica, al menos en parte, la decisión de Arrimadas de poner líneas rojas a un acuerdo presupuestario con el Gobierno.

Si la comparación se hace no con el recuerdo de voto de las generales de 2019 sino con el de las autonómicas de 2017, las perspectivas para Cs son aún peores: sólo el 36,1% de quienes votaron Arrimadas hace tres años lo volverían a hacer hoy.

En este caso el trasvase de voto más acusado tendría como destinatario a Vox (15,7%). De nuevo Cs sería el partido con menor fidelidad de voto.

La inercia del derrumbamiento electoral de las generales y las dificultades de sus electores a la hora de entender su estrategia de tender la mano al Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez explican el retroceso catalán de Ciudadanos. Un partido que, hace apenas tres años, con Inés Arrimadas de candidata a la Presidencia, se convirtió en la primera fuerza política de Cataluña con 36 diputados.

La debacle electoral que anticipan las encuestas —la del CEO les otorga entre 13 y 14 escaños, menos de la mitad de los 36 que obtuvieron en 2017— explica en parte los titubeos de su dirección a lo largo de las últimas semanas.

Inés Arrimadas se había mantenido firme durante meses en su estrategia de negociación y pacto con Sánchez a pesar de que el Gobierno de coalición mantenía vivas iniciativas como la mesa de diálogo sobre Cataluña, la subida de impuestos o la negociación con EH Bildu y Esquerra. Pero, muy presionada por quienes, con Albert Rivera a la cabeza, han cuestionado su política de mano tendida, acabó cediendo el 10 de noviembre a sus críticos y puso varias condiciones a Sánchez —ella las llamó “líneas naranjas”— que el Gobierno no estaba a dispuesto a aceptar. Entre ellas, pero no sólo, mantener la actual redacción de la ley de educación en el artículo en el que hace referencia al castellano como lengua vehicular en la enseñanza, a pesar de que la nueva ley no dice que no lo sea.

Hasta ese día, la estrategia de Arrimadas lo había resistido todo, tal era su afán por no poner en peligro la negociación presupuestaria incluso aunque el Gobierno hubiese dejado clara su disposición a tomar medidas que, en la práctica, facilitarán que los dirigentes soberanistas encarcelados no tengan que cumplir la totalidad de las penas a las que fueron condenados.

Ese simple hecho hubiese sido utilizado el año pasado por Rivera —y también por Arrimadas, que en aquellas fechas daba soporte a la estrategia de cordón sanitario decretada por el hoy expresidente de Cs— como una demostración de lo acertado que era cerrar todas las puertas a Sánchez.

Aprobar los Presupuestos junto a EH Bildu y Esquerra hubiese dado al PP y a Vox munición extra en las elecciones catalanas que se avecinan. Así que entre correr el riesgo de una derrota aún mayor que la que vaticinan las encuestas y mantener su decisión de aprovechar la excepcionalidad de la pandemia para virar el rumbo de su partido, la presidenta de Ciudadanos optó por la primera opción y aplazar su objetivo de distanciarse del PP y de Vox entre otras cosas abriéndose a llegar a acuerdos con Sánchez.

Su candidato a la Presidencia de la Generalitat, Carlos Carrizosa, había llegado a calificar la situación de “horrible”. “El Gobierno de Pedro Sánchez no nos gusta nada, no ayudamos a su formación, no estuvimos en su investidura. Y si ahora estamos en el apoyo a los Presupuestos es por el bien de los españoles”, se justificaba. A Carrizosa, y a otros muchos dirigentes del partido, les costaba mucho afrontar esta situación porque siempre se han opuesto con firmeza, decía hace apenas dos semanas, a los “condicionamientos del totalitarismo independentista”.

De primera a cuarta fuerza

A Cs le ha pesado lo que anuncian las encuestas, que de confirmarse significaría que van a pasar de ser la primera fuerza a la cuarta, por detrás de Esquerra, Junts y el PSC. En un contexto en el que Vox y el PP parecen tener el viento a favor.

La formación de Santiago Abascal es, según el estudio del CEO, el partido con mayor fidelidad de voto (77,3%). Sus buenos resultados se apoyan, según el estudio, en su capacidad de atracción de electores del PP (casi el 11% de los que dicen que votarán al partido de Abascal lo hicieron en noviembre a las candidaturas de Casado) y de Ciudadanos (un 7%). Los ultras entrarán por primera vez en el Parlament. Y lo harán, según las encuestas, tratando de tú a tú al PP con entre 7 y 8 escaños.

Rota la posibilidad de liderar una alternativa única al nacionalismo que le evitara el coste de afrontar un serio revés electoral en solitario, Arrimadas se apresta ahora a construir un nuevo discurso. Necesita aumentar la presión sobre Pedro Sánchez y sobre el soberanismo, y eso es incompatible con compartir la foto de los Presupuestos. Si algo no puede permitirse Cs en estos momentos es ceder a Vox y al PP la bandera de la supuesta persecución del castellano en Cataluña o la denuncia de los pactos opacos del PSOE con EH Bildu y Esquerra.

Fue Pablo Casado quien el lunes, en una entrevista, descartó repetir en Cataluña la fórmula de España Suma que en Euskadi dio cobertura a una coalición PP-Cs. Aquella experiencia tuvo magros resultados.

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Ahora Ciudadanos se presenta como “la casa común del constitucionalismo en las próximas elecciones para dar carpetazo al procés y reconstruir Cataluña”, en palabras de su presidenta. Una casa común que los naranjas están construyendo con críticas cada vez más intensas hacia el PP —“más por mejorar sus 4 escaños actuales en un par más” que en construir una alternativa constitucionalista— y hacia Vox, a cuyos dirigentes reprochan la inutilidad de sus escaños en el Congreso, donde ni siquiera se tomaron la molestia de presentar enmiendas parciales a los Presupuestos.

Este mismo viernes Arrimadas echó en cara al PP que en estos momentos esté pensando cómo “cargarse” a la formación naranja. “Qué pena que el principal partido de la oposición” no esté pensando en “cómo ayudar para frenar las locuras de este Gobierno y sacar adelante la economía española”, declaró una entrevista en Antena 3.

El partido liderado por Pablo Casado, acusó, está en la posición de “no me mancho las manos” negociando con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Prefieren “que se arruine España, que ya luego me votarán a mí en las próximas elecciones” y, de paso, “vamos a intentar cargarnos a Cs”.

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