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Esto es lo que dicen las definiciones de antisemitismo sobre la posición de España con Gaza

El primer ministro belga, Alexander de Croo y Pedro Sánchez junto a Benjamín Netanyahu el 23 de noviembre de 2023.

“Lo que está pasando en Gaza es un auténtico genocidio”, dijo el pasado sábado la ministra de Defensa -y magistrada del Tribunal Supremo en excedencia- Margarita Robles. El titular de Derechos Sociales y Consumo, Pablo Bustinduy, ha mandado una carta a las empresas españolas presentes en Israel sobre el riesgo de que colaboren con ese gravísimo presunto delito del que hablaba su compañera de Gabinete. El Gobierno de España tiene previsto reconocer expresamente a Palestina como Estado en el Consejo de Ministros del martes, tal y como anunció el pasado miércoles el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en el Congreso. “Palestina será libre desde el río hasta el mar”, dijo en un vídeo la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz. A finales de noviembre, durante una visita oficial a Israel, Sánchez calificó de “insoportables” e “inaceptables” las muertes de civiles en Gaza.

Todas estas afirmaciones y decisiones han desatado la ira del Gobierno de Israel que dirige Benjamín Netanyahu, que ha llamado a consultas a su embajadora en Madrid, Rodica Radian-Gordon (es la segunda vez desde noviembre) y ha abroncado a la embajadora de España en Tel Aviv, Ana María Salomón –“Hamás les felicita”, dijo un representante del Ministerio de Exteriores israelí a la jefa de la legación diplomática española, según El País, por el reconocimiento expreso de Palestina que, por otro lado, era tácito desde hace décadas-. En las protestas israelíes siempre está presente implícita o explícitamente una acusación de antisemitismo. El Gobierno de Pedro Sánchez niega que entre sus miembros haya antisemitas. También el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, se ha quejado de que Israel califique de antisemita cada muestra de apoyo al Estado palestino.

Porque la acusación real de Israel cuando asegura que España está del lado de Hamás por criticar su actuación en Gaza o reconocer a Palestina es esa. Que su Gobierno es antisemita. Desde los ataques de esa organización islamista del pasado 7 de octubre y la posterior operación militar a gran escala sobre la Franja, que ya ha causado decenas de miles de muertos civiles en ese territorio, además del desplazamiento forzoso de gran parte de su población, el discurso de Netanyahu y algunos de sus ministros, expresado ante numerosos líderes internacionales, es el de equiparar a Hamás con el régimen nazi, que exterminó a millones de judíos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en uno de los mayores genocidios de la historia reciente. Si Hamás es lo mismo que Adolf Hitler, decir que alguien está con Hamás es decir que es tan antisemita como el dictador alemán. Ahora, al criticar al Gobierno, Israel alude a la Inquisición, otro epítome de antisemitismo.

El concepto de antisemitismo ha variado en los últimos años. La Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, en sus siglas en inglés) de la que es parte España e Israel, estableció una definición del término en 2016: “Es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos, e incluye “manifestaciones físicas y retóricas” contra “personas judías y no judías, sus bienes, las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Pero sobre los ataques y críticas a Israel, IHRA estableció un criterio muy confuso: pueden ser antisemitas si el país se entiende “como una colectividad judía”. No lo son si son reproches similares a los que se pueden hacer a cualquier otro país, pero sí “denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación”, según ese organismo.

Ante la imprecisión de IHRA, un grupo de 300 especialistas en judaísmo, Holocausto y Oriente Próximo de diferentes países promovieron tres años después una nueva definición, la que se contiene en la llamada Declaración de Jerusalén. Este nuevo texto estableció que no es antisemita criticar a Israel “basándose en la evidencia”. El concepto se refiere expresamente al conflicto palestino al asegurar que sí es lícito “oponerse a sus políticas prácticas”, como las que lleva a cabo “en Cisjordania y Gaza”. También manifestar que en Israel “existe una discriminación racial sistemática” entre palestinos e israelíes. O “comparar a Israel con otros casos históricos, incluido el colonialismo de colonos o el apartheid”. Lo que sigue es un análisis de las manifestaciones y actos por los que ha protestado Israel conforme a ambas definiciones.

1.    El presunto genocidio de Robles y Bustinduy

La existencia de un presunto genocidio en Gaza es algo que se está investigando en este momento en el Tribunal Internacional de Justicia, dependiente de Naciones Unidas. Hasta el momento, sus magistrados han considerado “verosímil” que se esté produciendo, pero para probarlo, según el artículo 2 de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, debe comprobarse que existe “ánimo genocida”, es decir, la intención de “destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”.

La Corte se ha basado en las miles de muertes de civiles producidas por los ataques, en el daño a los hogares de cientos de miles de personas por los bombardeos y en el desplazamiento forzoso de 1,7 millones de personas. También se ha referido en su resolución a las declaraciones del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, del presidente Isaac Herzog y del titular de Exteriores Israel Katz calificando a los gazatíes de “animales humanos”, responsabilizando a la población civil de los ataques de Hamás o expresando el deseo de que los habitantes de la Franja “abandonen el mundo”.

Las críticas al Gobierno de Israel basadas en la evidencia no son antisemitas, según la Declaración de Jerusalén. Es un hecho que existe un proceso internacional por presunto genocidio contra ese país, aunque la sentencia que lo declare probado o no tardará, previsiblemente, años en llegar. La parte acusadora, Sudáfrica, también considera que se está cometiendo ese crimen y por eso presentó su demanda. Por el momento, el Ejecutivo español no ha dado el paso de sumarse a ella ni parece que lo vaya a hacer -podría, porque es parte de la Convención contra el Genocidio- aunque varios de sus ministros también aprecien ese delito.

2.    ¿Es antisemita reconocer a Palestina como Estado?

El Gobierno de Israel considera que el reconocimiento como Estado de Palestina que adoptará el Consejo de Ministros supone “una recompensa para Hamás”, es decir, una recompensa para una organización antisemita. Según la definición de IHRA, es antisemita “denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación”. España reconoció a Israel en 1986 y, desde entonces, ambos Estados mantienen relaciones diplomáticas. El ministro de Exteriores José Manuel Albares ha mantenido durante toda la actual crisis que “Israel es un país amigo de España”. El Ejecutivo ha reiterado su condena a los ataques de Hamás del 7 de octubre y lo considera un grupo terrorista.

IHRA también considera antisemita “pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a ningún otro país democrático”. Lo que ha solicitado el Ejecutivo español a Israel, como ha hecho la Comisión Europea y otros países es que cumpla con la legislación internacional y el derecho humanitario. Varias resoluciones de Naciones Unidas consideran ilegal la ocupación israelí de los territorios palestinos.

Por su parte, la Declaración de Jerusalén establece que “criticar u oponerse al sionismo como una forma de nacionalismo, o defender una variedad de acuerdos constitucionales para judíos y palestinos en el área entre el río Jordán y el Mediterráneo” no es antisemita. Tampoco lo es “apoyar acuerdos que otorguen plena igualdad a todos los habitantes ‘entre el río y el mar’ ya sea en dos Estados [como reclama España, EE UU o la ONU], un Estado binacional, un Estado democrático unitario, un Estado federal o en cualquier forma”.

Esta última definición sostiene que es legítimo “apoyar la demanda palestina de justicia y la plena concesión de derechos políticos, nacionales, civiles y humanos, tal y como están recogidos en el derecho internacional”.

3.    Yolanda Díaz: “desde el río hasta el mar

“From the river to the sea, Palestine will be free” (Desde el río hasta el mar, Palestina será libre) es uno de los cánticos más escuchados en las manifestaciones propalestinas. Díaz ha asegurado estos días que es partidaria de la solución de los dos Estados y que por lo tanto se refería a ambos y no solo a Palestina cuando se refirió al territorio entre el Jordán y el Mediterráneo. En Israel, ese eslogan se interpreta como un ataque a la propia existencia de su Estado. Su Gobierno ha calificado las palabras de la vicepresidenta de “llamamiento antisemita”. Su ministro de Exteriores, Israel Katz, ha calificado a Díaz de “persona ignorante y llena de odio” por pronunciar esa frase.

“Desde el río hasta el mar” es una expresión ambigua con múltiples significados según quien lo diga. Fue creado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como un cántico nacionalista que reclamaba un Estado palestino en las fronteras del protectorado británico anterior a la fundación de Israel, pero evolucionó hacia la idea de un solo Estado en el que convivieran israelíes y palestinos en igualdad de derechos. Otras organizaciones más abiertamente antisemitas como Hamás o la Yihad Islámica sí lo utilizan para reclamar la desaparición del Estado hebreo.

Según la definición de antisemitismo de IHRA, es antisemita negar el derecho de autodeterminación de los judíos. La Declaración de Jerusalén sí permite la crítica a Israel como Estado, lo que incluye “sus instituciones y principios fundacionales”, pero considera ilícito “negar el derecho de los judíos en el Estado de Israel a existir y prosperar individual y colectivamente como judíos de acuerdo con el principio de igualdad”.

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