23J | ELECCIONES GENERALES Comunicación política

Ni empleo, ni economía, ni gestión: estas elecciones se juegan en lo emocional

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a un encuentro con el administrador de la NASA en el Palacio de la Moncloa.

Una de las lecciones que nos ha dejado el 28M es el alcance de un fenómeno que amenaza con repetirse en las generales: la gestión, buena o mala, hace tiempo que dejó de ser uno los criterios fundamentales que deciden el voto. Vivimos en la época del reduccionismo, de los debates vacíos y de los marcos simplistas en los que todo se juega a una carta: la emoción. Sanchismo o antisanchismo, esa es la cuestión. 

El sociólogo y economista británico William Davies, autor del ensayo Estados nerviosos: cómo las emociones se han adueñado de la sociedad explica cómo y por qué las emociones han pasado a estar en el centro de la política. Según Davies, cuando los hechos se retuercen, manipulan y politizan, a los ciudadanos les resulta imposible formarse opiniones basadas en argumentos probados. Y, al ser incapaces de decidir con la cabeza y de guiarse por la razón, se dejan llevar sus sentimientos y votan con las tripas. 

En este panorama político en el que la polarización opera en todos los niveles y en el que la mentira no solo no es castigada, sino que se ha convertido en una estrategia política habitual, la emoción acaba con la racionalidad en el discurso público. El PSOE se ha dado de bruces con este escenario tras el fracaso de su campaña de las autonómicas en las que cuestiones como el antisanchismo, ETA y los okupas han ganado la partida electoral y mediática a las políticas, las propuestas y los logros económicos y sociales del Gobierno. 

“La gestión ha dejado de funcionar por el desgaste de la figura de Sánchez, aunque la valoración de Feijóo no sea mucho mejor, y cómo los medios de comunicación han alimentado y fomentado este clima”, explica el consultor político Eduardo Bayón. “El ruido que alimenta la derecha y que denigra la imagen de Sánchez cambia el enfoque para que no se hable de las medidas que se están tomando y que funcione simplemente el marco de derogar el sanchismo sin que se proponga nada más”, opina Nacho Martín Granados, politólogo y expresidente de la ACOP. 

Aunque una gran mayoría de españoles se han beneficiado de las políticas sociales y económicas del Gobierno, como la subida del salario mínimo y las pensiones, la excepción ibérica, el bono del alquiler para los jóvenes o la reforma laboral, no piensan en ello cuando deciden su voto. ¿Estamos ante una de las elecciones en las que la emocionalidad tiene más peso? ¿Debería la izquierda alimentar un discurso más agresivo como el que utiliza la derecha? ¿Alentar el voto en contra de “la ola reaccionaria” o el trumpismo es suficiente o hace falta algo más?

Despertar la ilusión con emoción

Aunque todavía las estrategias de campaña de los principales partidos no están definidas, desde el anuncio de la convocatoria de las elecciones hemos visto cómo en la comunicación del PSOE en redes sociales se ha producido un cambio considerable. Han pasado a la acción y a un discurso más emocional, con la publicación de vídeos cortos y llamativos que intentan poner en evidencia las debilidades del PP. 

En la misma línea, Pedro Sánchez alimentaba en sus intervenciones públicas esta semana el miedo a la llegada de una “ola reaccionaria” y trumpista a España que ya vemos en otros países de Europa. La duda ahora mismo en el PSOE es por dónde tirar y qué camino seguir en esta campaña ante un PP tirado al monte que basa todo su discurso en el voto de castigo y en la disyunción sanchismo sí o no.  

“Deberían tratar de implementar una estrategia mixta: por un lado, poner en valor la gestión, pero también conectar con los votantes a través de la ilusión. Es decir, poner blanco sobre negro todo lo que ha conseguido gracias a estas medidas y la falta de proyecto para España del PP. En un clima en el que el debate público se ha deteriorado tanto es complicado, pero es la única manera porque el voto de cabreo lo monopoliza la derecha contra ti”, explica el politólogo y exvicepresidente de la ACOP, Nacho Martín Granados. 

Antifascimo no, discurso duro sí

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Cuando Vox se ha institucionalizado y forma parte de varios Gobiernos autonómicos, quizás ya no sea una estrategia tan eficaz alentar el miedo a la formación de Santiago Abascal para movilizar al electorado de izquierdas. Al menos, no funcionó en las elecciones andaluzas ni en las de Castilla y León. Sin embargo, endurecer su discurso contra el PP con una campaña de contraste basada en dos modelos contrapuestos de país sí que podría llegar a dar resultados.  

“No se debe confundir el discurso antifascista con un discurso más agresivo contra el PP. En 2008, Zapatero ganó las elecciones en un clima muy polarizado, casi irrespirable, por el tema de las negociaciones con ETA. Endurecer el discurso contra el PP y apelar al voto útil como entonces podría serviles. En el momento en el que eslóganes como ‘que te vote Txapote’ operan en el electorado, no tienen más alternativa”, opina Bayón. 

Pero, ¿dónde está el equilibrio? “Si se busca el cuerpo a cuerpo y se baja mucho al barro también consigues movilizar al contrario. Lo vimos en las elecciones de Madrid de 2021 en las que se votó en contra Pablo Iglesias.  No es suficiente que enfades a los tuyos para que voten contra Feijóo. Tienes que conseguir no un voto a la contra sino un voto de ilusión de lo que queda por hacer”, concluye Granados.

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