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La fiesta nacional

Más allá de la corneta hay (mucha) diversidad: el 12-O no arraiga como fiesta nacional

El rey Felipe VI frente a militares participantes en un desfile del Día de la Fiesta Nacional, en Madrid.

Un día festivo. Y, con suerte, un puente con el que despedirse definitivamente del buen tiempo. Ese es, en el mejor de los casos, el significado del 12 de octubre para la mayoría de los ciudadanos. Casi cuarenta años después de que el país dejase atrás la dictadura franquista, España sigue sin resolver la celebración de su identidad. Para la mayoría, la fiesta nacional pasa por completo desapercibida. La promoción de la bandera como símbolo, que el PP, Ciudadanos y Vox agitaron en los últimos años, siempre contra gobiernos socialistas, no ha pasado de los balcones a la calle.

Es un fenómeno, el de la escasísima sintonía de los españoles con una conmemoración en la que identificarse como tales, que contrasta con el arraigo y la participación social del que hacen gala cada año las jornadas festivas con las que todas y cada una de las comunidades autónomas celebran su singularidad. La España de la diversidad, especialmente los territorios con un carácter más marcado, prefiere sus propias celebraciones. En ellas el 12 de octubre simplemente no existe.

La asociación de la fiesta del 12 de octubre con las Fuerzas Armadas y a la monarquía no ayuda. El plato fuerte de la fiesta nacional sigue siendo desde hace años un desfile militar por las calles de Madrid en el que intervienen miles de militares y en el que tiene un protagonismo destacado la Legión. Un cortejo castrense que, además de ser el único gran acto oficial abierto al público, en los últimos años se ha convertido en cita obligada de ciudadanos afines a la extrema derecha cuya forma de celebrar su españolidad consiste en abuchear a las autoridades de izquierdas. 

Recepción oficial

El resto es una recepción oficial que tiene al rey como protagonista y a la que están invitados representantes de todos los sectores políticos, sociales y económicos, pero de la que no forman parte los ciudadanos del común que, como mucho, tienen acceso gratuito a todos los espacios que forman parte de Patrimonio Nacional (con la excepción del Palacio Real, que ese día sirve de escenario a la recepción protagonizada por Felipe VI).

La militarización de la fiesta se hace aún más evidente con el programa de actividades que cada año despliega el MInisterio de Defensa por toda España: puertas abiertas en algunos cuarteles, exhibición de armas, izados de bandera y conciertos de música militar.

La fiesta nacional sigue sin cuajar y, al mismo tiempo, no puede rivalizar con el compromiso de la población con la celebración de su identidad local en la práctica totalidad de las comunidades autónomas. Desde la conmemoración de la Diada de Cataluña, cada 11 de septiembre, al Día Nacional de Galicia —que es como se llama oficialmente— cada 25 de julio. Incluso el Aberri Eguna —el día de la patria vasca—, una fiesta del nacionalismo en la que cada año una buena parte de los vascos celebran su identidad. Cualquier de estas tres fechas cuenta con una participación social elevada, proporcionalmente muy superior a la que tiene lugar el 12 de octubre.

Celebración

Las comunidades históricas, aquellas que desarrollaron instituciones y estatutos propias antes del franquismo, no son una excepción. Un buen ejemplo acaba de tener lugar en la Comunitat Valenciana, que cada 9 de octubre celebra su identidad. Ese día los valencianos conmemoran la conquista de la capital del antiguo Reino de Valencia por las tropas del rey Jaume I en 1238. Y lo hacen con celebraciones familiares, costumbres sociales muy arraigadas, actos oficiales al máximo nivel, como el que oprotagoniza el president con la entrega de distinciones en el Palau de la Generalitat. 

Es una fecha en la que también hay sitio para la reivindicación política, como la manifestación que cada año organiza la Comissió 9 d’Octubre, integrada por partidos y asociaciones nacionalistas y de izquierdas. Excactamente igual que en Galicia o en Cataluña.

El 12 de octubre, en cambio, no tiene ninguno de estos elementos. Lo más parecido a un acto popular es la instalación de gradas en el centro de Madrid para asistir al desfile militar. El Gobierno de España no tiene protagonismo alguno —no hay ni un discurso del presidente ni actividades que tengan como centro a la sociedad civil—. Todo gira en torno al ejército y el rey. Y eso es todo.

Contraste

El contraste no puede ser mayor con las fiestas de cada comunidad autónoma, incluso en aquellas sin lengua propia, en las que a menudo se piensa cuando se habla en términos de identidad. Es el caso de Andalucía, por ejemplo, una tierra en la que el 12 de octubre no compite, ni de lejos, con el 28 de febrero, el día de la comunidad, en el que se conmemora el aniversario de la aprobación de su Estatuto de Autonomía. 

La derecha consolida el 12 de Octubre como fiesta de exaltación nacionalista

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En este caso no hay manifestación política por las calles de Sevilla, pero sí el resto de los ingredientes que hacen de la fiesta una celebración participativa e identitaria: el solemne acto de entrega de medallas por parte del Gobierno autonómico y un ambiente de exaltación andalucista que incluye despliegue de banderas, actos en los colegios y un protagonismo muy especial del himno. 

La fiesta nacional no arraiga. Ni siquiera en Madrid, donde el 2 de mayo tiene un relieve mucho mayor. Y se desprestigia cada vez más, como efeméride, en los países de América, a medida que la revisión crítica del descubrimiento de América pone el foco en los indígenas y en lado oscuro de la colonización. Venezuela sustituyó en 2022 el “Día de la Raza” por el “Día de la Resistencia Indígena”, Bolivia celebra el “Día de la Descolonización” y Argentina ha adoptado el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. 

En Estados Unidos, el 12 de octubre ha sido tradicionalmente conocido como “Columbus Day”, el día de Colón, pero en las últimas décadas han crecido los partidarios de cambiar el enfoque de la celebración. Ciudades como Los Ángeles, Seattle, Phoenix y Denver, así como estados como Minnesota, Alaska, y Oregon, han reemplazado oficialmente el “Columbus Day” por el Día de los Pueblos Indígenas. Estados como California y Dakota del Sur celebran el Día de los Nativos Americanos.

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