Cuando Alberto Núñez Feijóo anunció el congreso que el Partido Popular celebra este fin de semana, prometió acabar con la indefinición que ha marcado su liderazgo en los últimos tres años. "Solo a los políticos pequeños les incomodan los debates o la opinión de sus compañeros; a mí, no", aseguró en la Junta Directiva Nacional celebrada el pasado mes de mayo. "En esta sala no todos pensamos igual. No vamos a esconder nuestras diferencias", recalcó. Diferencias en asuntos como el aborto, los vientres de alquiler, la prostitución, la inmigración, la eutanasia, la financiación autonómica o la relación con la extrema derecha y los partidos independentistas, que dentro de la derecha conservadora han sido siempre polémicos.
Esas declaraciones se han quedado finalmente en papel mojado un mes después, ya que la dirección nacional del PP ha forzado a sus compromisarios a retirar enmiendas consideran "innecesarias", según explican fuentes internas a infoLibre, para evitar debates incómodos en el seno de la formación. Desde que Feijóo anunció el cónclave, el líder del PP catalán, Alejandro Fernández se mostró partidario de debatir. "Lo que fortalece al partido es poder debatir estas cosas libremente, sin miedo y con naturalidad y, eso sí, aceptar lo que vote la mayoría y salir del congreso unidos para ofrecerle a España la alternativa que tanto necesita”, defendió, un debate que se ha alargado hasta este mismo jueves, cuando Fernández ha anunciado un acuerdo con Génova en materia de pactos.
Fernández, abiertamente enfrentado a la dirección nacional, luchó hasta el último momento por incluir una enmienda para vetar, de facto, los pactos con formaciones como Junts. Sin embargo, se tuvo que conformar con una modificación que incluye "el fortalecimiento del Estado en todo el territorio nacional frente al desmantelamiento del mismo que se está sufriendo, especialmente en Cataluña", el "blindaje de las selecciones deportivas españolas en competiciones internacionales" y una política de pactos en la que "la defensa del Estado, la Nación y el orden constitucional sean objetivos irrenunciables". El tercer punto supone la victoria de Feijóo, porque la dirección del PP deja la puerta a los pactos con los independentistas catalanes y vascos, con el único límite de la Constitución.
El de este fin de semana será un congreso descafeinado, sin grandes debates. Prueba de ello es que los compromisarios solo presentaron un cuarto de enmiendas de las que se registraron en congreso ordinario de 2017, con Mariano Rajoy a la cabeza. La excusa esgrimida por Génova es que no quieren desviar el "foco de atención" del Gobierno de Pedro Sánchez, pero tampoco afrontar determinados debates divisorios. Pero el líder del PP tiene clara su hoja de ruta y espera que el partido le deje hacer y deshacer a su antojo, porque no tiene ninguna intención de romper relación con Junts y tampoco con el PNV, sino todo lo contrario.
Feijóo pide a Puigdemont "poner el contador a cero"
Esta misma semana, a través del portavoz parlamentario y futuro secretario general del partido, ´Miguel Tellado, el PP buscó acercar posturas con los socios parlamentarios, pero con la mirada puesta en estas dos formaciones —por las coincidencias ideológicas en diversas materias—. El PNV dejó claro casi de inmediato que no tenía nada que hablar con el PP y, especialmente, con Tellado tras los múltiples choques que han tenido esta legislatura en el Congreso. La posición de Junts fue, no obstante, más ambigua aunque la formación independentista, a la que el PP ha criticado en infinidad de ocasiones públicamente, puso un escollo casi insalvable al exigir al líder de la oposición una reunión con su líder, Carles Puigdemont, en su residencia de Waterloo (Bélgica).
Feijóo aseguró en Antena 3 que no estaba dispuesto a realizar ese viaje, pero aprovechó para lanzar un mensaje a Puigdemont. "Tendrá que decidir si quiere seguir manteniendo a Sánchez, o si quiere abrir un nuevo periodo, poner el contador a cero y que los españoles y, por tanto, los catalanes, hablen", dijo. Así, el líder de la oposición se mostró dispuesto abrir una "vía de contacto" con la portavoz parlamentaria de Junts, Miriam Nogueras. Un entendimiento que también reclama el empresariado catalán —a ambos— y que implicaría acabar con el veto impuesto por el expresident Artur Mas en 2012 de no pactar más con la derecha española.
En la citada entrevista el líder de la oposición volvió a incidir en la idea de que él no ocupa a día de hoy La Moncloa porque él no quiere, argumentando que Junts hubiera dado sus votos al PP a cambio de la amnistía, que Génova sopesó conceder durante al menos 24 horas. En esa negociación, Feijóo también se mostró dispuesto a dar un "indulto condicionado" a Puigdemont como parte de un "plan de reconciliación" para Cataluña, bajo la premisa de que se sometiera "a la justicia española, verbalizara su arrepentimiento y cumpliera con el Estado de derecho".
Fernández tampoco se calló cuando trascendió que el PP mandó a emisarios a negociar con Junts, entre ellos Esteban González Pons, portavoz del partido en Bruselas y David Sirera, líder del PP en el Ayuntamiento de Barcelona. "Se avecinan movimientos (y fotos) que van a destruir la reputación de quien los impulse. Porque no hay nada más valioso que ser coherente con tu pasado, tus principios y tus opiniones", escribió también en sus redes.
El pacto del Majestic, el inicio del 'idilio' del PP con CiU
Ver másFeijóo convoca una moción de censura (telefónica) contra Pedro Sánchez y la pierde
Más allá del discurso oficial y del "España se rompe", los pactos entre el PP y el nacionalismo catalán no son novedad. Y tampoco los encuentros furtivos. Después de las elecciones de 1996, con José María Aznar en minoría, llegó la foto más esperada tras semanas de negociaciones y encuentros secretos, Aznar y el líder de Convergència i Unió, Jordi Pujol, se dejaron ver por primera vez en público. En la mesa se sentaron expresidente del Gobierno junto a sus negociadores clave: Rodrigo Rato y Mariano Rajoy. Por la parte del nacionalismo catalán, Pujol, Macià Alavedra, Josep Antoni Duran i Lleida, Joaquim Molins y Josep Sánchez Llibre.
El Hotel Majestic de Barcelona estaba atestado de cámaras, fotógrafos y periodistas con micrófonos. La expectación fue tan grande que tuvieron que hacer tres turnos para captar el momento de los dos políticos dándose la mano. Sobre el papel de 18 folios había escritos, 400.000 millones de pesetas que serían transferidos en los próximos cuatro años a Cataluña. La prensa no tardó en bautizar aquel encuentro como el Pacto del Majestic.
El partido de Pujol hizo una serie de reivindicaciones que el socialista Felipe González había desestimado. Entre ellas, modificar la financiación autonómica (elevar del 15% al 30% la cesión del impuesto sobre la renta [IRPF]), suprimir el servicio militar obligatorio en un plazo de seis años, sustituir los gobernadores civiles por subdelegados provinciales, así como ceder a la Generalitat competencias de Tráfico, Puertos, Costas y ordenación del suelo. Contrapartidas que ahora el PP calificaría de "cesiones intolerables". O, quizá si es para llevar a Feijóo a La Moncloa, se convertirían en reclamaciones razonables por parte del nacionalismo catalán.
Cuando Alberto Núñez Feijóo anunció el congreso que el Partido Popular celebra este fin de semana, prometió acabar con la indefinición que ha marcado su liderazgo en los últimos tres años. "Solo a los políticos pequeños les incomodan los debates o la opinión de sus compañeros; a mí, no", aseguró en la Junta Directiva Nacional celebrada el pasado mes de mayo. "En esta sala no todos pensamos igual. No vamos a esconder nuestras diferencias", recalcó. Diferencias en asuntos como el aborto, los vientres de alquiler, la prostitución, la inmigración, la eutanasia, la financiación autonómica o la relación con la extrema derecha y los partidos independentistas, que dentro de la derecha conservadora han sido siempre polémicos.