El IBEX, los amos del fútbol y el Estado: todos beben del mismo dinero saudí que ahora toma Telefónica

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Arabia Saudí no es una desconocida. No es una seta que, de repente, haya aparecido en Telefónica con casi el 10%. No es un ignoto Estado con el que España no tuviera casi nada que ver, más allá de las andanzas de Juan Carlos I, lo que justificaría el aparente escándalo: ¡una dictadura se hace con el mayor paquete accionarial de nuestra histórica teleco! No. Aunque resulte incómodo admitirlo por sus vulneraciones de derechos humanos, Arabia Saudí es un socio. Sobre todo, un socio económico, con el que los sucesivos gobiernos se han esmerado en cuidar la relación, engrasada a través de la amistad entre familias reales y que rinde cuantiosas ganancias a la élite empresarial española.

¿Por qué? Sencillo. Porque es un país levantado sobre un mar de petróleo, lo que brinda allí más que suculentas oportunidades, algunas ya aprovechadas, otras por venir. Antes de que Arabia desembarcara en España, España ya había desembarcado en Arabia, donde sacan tajada grandes del IBEX, otras empresas en su estela, clubes y magnates del fútbol y hasta al propio Estado a través de sociedades públicas y mixtas. Algunos participantes en el festín saudí: de FCC a Acciona, de Iberdrola a ACS, de la Liga a la Real Federación Española de Fútbol, de Navantia a Airbus. La privilegiada posición de España en Arabia Saudí tiene una cara b: Riad cuenta con múltiples herramientas y resortes para castigar cualquier movimiento contra su irrupción en Telefónica.

Airbus, Navantia y una empresa conjunta

Hay una paradoja: la primera reacción del Gobierno tras conocerse la entrada en Telefónica de STC Group, controlada por la familia real saudí, fue emitir un mensaje de aire distante, que se resumiría así: "Estudiaremos la operación". La advertencia aludía al recurso de veto que tiene el Gobierno sobre las entradas de capital extranjero en firmas estratégicas, en este caso al superar un 5% de una compañía, Telefónica, con contratos con Defensa. Pues bien, la paradoja se resume en esta pregunta: ¿cómo se justificaría este veto a un país con estrechísimos lazos con España... a través de las armas?

España ha exportado a la dictadura saudí material de defensa por valor de 2.671,2 millones entre 2005 y 2021, en una relación que se ha intensificado a pesar de las las denuncias de crímenes de guerra lanzadas contra Riad por el conflicto que asola Yemen desde 2014. Un bocado corresponde a aviones Eurofighters, que fabrica Airbus, empresa con participación del Estado español.

Sobresale el contrato firmado en 2018 entre la pública Navantia y la Marina saudí para el suministro de cinco corbetas. Fueron más de 1.800 millones de euros: el contrato internacional de mayor volumen suscrito Navantia hasta entonces. En noviembre del año pasado, Arabia Saudí encargó a Navantia otros cinco buques de guerra. A la firma en Riad del "memorando" con el Ministerio de Defensa saudí asistió la entonces titular de Industria, Reyes Maroto (PSOE). Aunque no se informó del importe, el encargo fue presentado como garantía de carga de trabajo para Navantia, en especial en San Fernando (Cádiz). Cualquiera puede calcular el coste político de una decisión del Gobierno sobre Telefónica que afectase a este contrato. Navantia no es sólo Navantia: es la tractora de múltiples auxiliares.

Una alianza da idea del nivel de entrañamiento entre España y Arabia Saudí. Navantia y SAMI, la compañía saudí de defensa, formaron en 2019 un sociedad conjunta, Sanni, que ha desarrollado el sistema de combate con el que van equipadas las corbetas. Sanni obtuvo en 2022 un resultado favorable de 26,4 millones. En 2021, de 22,2 millones. Cerca de 50 millones en dos años, todo ello según las últimas cuentas de Navantia.

Una relación enrarecida, pero nunca rota

La Oficina de Información Diplomática de Exteriores, en su ficha sobre Arabia Saudí, destaca la "simpatía" tanto "entre ambos pueblos" como entre "las dos Casas Reales". "SM el Rey ha sido tradicionalmente un gran activo de las relaciones de España con este país", señala. Y aquí llegamos a un punto clave... y espinoso. En efecto, la Casa Real española y los Saúd han exhibido durante lustros una llamativa sintonía, que se extremó con la amistad entre Juan Carlos I y el rey Abdallah, fallecido en 2015. No parece casual que, tras la acusación de Estados Unidos contra el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, por la supuesta orden de asesinar al periodista periodista Jamal Khashoggi –acusación negada por Riad–, Juan Carlos I contribuyera a romper el aislamiento del hombre fuerte del régimen con un apretón de manos que cosechó críticas.

La relación se volvió problemática cuando las investigaciones sobre el rey emérito desvelaron que recibió casi 65 millones de euros como "regalo" de Abdallah, que Juan Carlos I puso a salvo del fisco español. Aquella revelación ha movido a la Casa Real a cierta cautela ante todo lo que huela a la familia real saudí. En 2020 la Zarzuela emitió un comunicado anunciando que Felipe VI renunciaba a cualquier herencia de su padre, después hacerse público que el actual rey era beneficiario de las fundaciones Zagatka y Lucum, esta última destinataria del hoy famoso "regalo" saudí. Esta misma semana Zarzuela se ha dado prisa en aclarar que no estaba informada de la operación en Telefónica.

Pero esto no significa, en absoluto, que la relación de cooperación política con Arabia se haya suspendido. La cooperación sigue, y además sigue anclada en la relación entre las casas reales: en abril de 2018, antes del caso Khashoggi, el príncipe hedero visitaba Madrid y firmaba seis acuerdos de colaboración que hoy siguen dando frutos. Y no sólo para empresas públicas, como Navantia. También mixtas y privadas.

Turismo y fútbol

La ministra Maroto encabezó en junio del año pasado, antes de la firma de Navantia, una delegación desplazada a Riad para potenciar la presencia de las empresas españolas en los "giga-proyectos" –terminología del ministerio– de Arabia Saudí dentro de su estrategia Vision 2030, empeño dirigido por el príncipe heredero, que quiere que su capital sea sede de una exposición global en 2030 y acaricia la idea de acoger el Mundial de fútbol, como Qatar.

Acompañaron a Maroto 44 empresas, entre ellas Acciona, Amadeus –las dos del IBEX–, FCC, Grupo Piñero, Grupo Starlite, Hesperia, Idom Consulting o Urbaser. Las compañías pretenden cosechar réditos de la lluvia de petrodólares de proyectos como Neom –una especie de "meca futurista"–, Red Sea –un destino de turismo de ultralujo– o Qiddiyahub de ocio y entretenimiento–.

¿Cuál es el resultado de que Arabia quiera ser también el más exclusivo destino turístico del mundo? Más dinero para empresas españolas. Además de las empresas turísticas en la delegación de Maroto –Amadeus, la mayor–, está el fútbol. Visit Saudi, el brazo de promoción turística del país, se convirtió en agosto en patrocinador de La Liga, una asociación privada que aúna a los 20 clubes de la Liga Santander y los 22 de la Liga SmartBank, con un contrato de 20 millones anuales, según el medio especializado 2Playbook.

No sólo la Liga hace negocios con Riad. También la Real Federación Española de Fútbol, una institución privada bajo tutela pública, bebe del maná saudí, en su caso gracias a un acuerdo –aquel acordado por Luis Rubiales y Gerard Piqué– para llevar allí la Supercopa por 40 millones de euros por edición. Así que Rubiales y su enemigo íntimo, el presidente de la Liga, Javier Tebas, tienen algo en común: su interés por el dinero saudí.

Los clubes también asisten a la fiesta. STC Group, la compañía que se ha convertido en accionista líder de Telefónica, es patrocinadora del Real Madrid, presidido por Florentino Pérez, que también hace negocios en Arabia Saudí con ACS. La aerolínea Riyadh Air patrocina al Atlético.

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Aunque Vision 2030 está ampliando el radio de beneficiados por la riqueza saudí, el meollo histórico de las relaciones está en construcción e ingeniería. Hay dos megaproyectos con sello español. El principal se ancla en el contrato para la construcción, operación y mantenimiento del AVE La Meca-Medina, adjuicado en 2011 por más de 6.700 millones al consorcio hispano-saudí Al Sholua, del que, por la parte española, forman parte las públicas Renfe, ADIF e Ineco, la mixta Indra, y las privadas OHL, Inabensa, Consultrans, Imanthia, Copasa, Talgo, Cobra (ACS) y Dimetronic. El segundo proyecto es el metro de Riad, donde FCC, presidida por Esther Alcocer, fue hace diez años ganadora de un contrato de 6.000 millones de euros, del que también se beneficia la ingeniera Typsa. FCC Aqualia gestiona además la red hidráulica de millones de saudíes.

Y hay mucho más. Acciona, la compañía presidida por José Manuel Entrecanales, ganó en 2021 un contrato de depuradoras por 855 millones de euros. Abengoa se había hecho un años antes con otro para un desaladora por 183 millones. ACS, con Florentino Pérez al frente, ha logrado cientos de millones en adjudicaciones desde hace más de una década. Indra –con participación pública– ha desarrollado en Arabia Saudí el mayor contrato de ticketing –implantación de sistemas de billetaje sin contacto– del mundo: 266 millones de euros. El gigante saudí Sabic, filial de la mayor petrolera del mundo, Aramco, se ha aliado con Iberdrola, la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán, para construir la mayor planta de autoconsumo energético de Europa en el complejo industrial que la primera tiene en Cartagena. Coste: 60 millones.

Técnicas Reunidas, CAF, Talgo... la lista de beneficiarios es larga. Y se extiende por sectores donde, a priori, podría parecer más difícil picar. ¿Ejemplos? Inditex tiene 177 tiendas en Arabia Saudi, más que en Alemania, Brasil o India. Hay Zara, Pull & Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho y Zara Home, según la última memoria de la compañía. Otras empresas consolidadas en el país son Mango, Adolfo Domínguez, Rosa Clará, Pronovias, a las que se están sumando Porcelanosa, Tous, Loewe, Roca, Cacao y Sampaca, según la ficha saudí de Exteriores, que sitúa a España como el 14º país que realiza más exportaciones al reino.

Arabia Saudí no es una desconocida. No es una seta que, de repente, haya aparecido en Telefónica con casi el 10%. No es un ignoto Estado con el que España no tuviera casi nada que ver, más allá de las andanzas de Juan Carlos I, lo que justificaría el aparente escándalo: ¡una dictadura se hace con el mayor paquete accionarial de nuestra histórica teleco! No. Aunque resulte incómodo admitirlo por sus vulneraciones de derechos humanos, Arabia Saudí es un socio. Sobre todo, un socio económico, con el que los sucesivos gobiernos se han esmerado en cuidar la relación, engrasada a través de la amistad entre familias reales y que rinde cuantiosas ganancias a la élite empresarial española.

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