Ganar poder interno para perder poder: el dilema de Podemos y Sumar

Ambiente de público durante la Fiesta de la Primavera, acto de precampaña de Podemos en Zaragoza.

Desde que Yolanda Díaz anunciara dar "un paso adelante" y aspirar a ser la “primera mujer presidenta de España” en el polideportivo Magariños de Madrid a principios de este mes, la tensión entre los socios llamados a conformar una candidatura unitaria a la izquierda del partido socialista no ha hecho más que crecer.

El último movimiento ha sido la renuncia de Podemos a participar en las candidaturas unitarias que se negociaban en Cádiz o Rivas Vaciamadrid, ciudades medianas gobernadas por la izquierda que, con tres papeletas distintas de fuerzas progresistas el próximo 28 de mayo, podrían sufrir cambios de gobierno importantes.

No parece haber intención sincera de las partes para acordar la unión en todos los lugares donde sea posible —o, al menos, en aquellos donde la unidad optimiza las expectativas electorales de la izquierda alternativa—. Más bien, tratan de convencer a los “suyos” de que la culpa de la división es de los demás.

Pero cada parte tiene expectativas distintas. Muchos de los actores que están llamados a formar Sumar son fuertes en territorios concretos (Más Madrid en la Comunidad de Madrid, Compromís en la Comunitat Valenciana o En Comú Podem en Barcelona).

En cambio, Podemos tiene una base de votantes sólida a lo largo de todo el territorio estatal, lo cual le permite ser competitivo en elecciones generales, pero pierde fuelle en autonómicas y municipales por falta de músculo en los territorios.

Por este motivo creo que la formación morada está en clave de repliegue electoral: endurecer el discurso para tensionar a sus votantes y tratar de mantener lo máximo posible sus resultados esperados, posiblemente peores de las que tuvieron hace cuatro años.

Los resultados de mayo serán clave, porque reajustarán el equilibrio de fuerzas dentro de la izquierda alternativa de cara a una posible negociación para las próximas generales, donde la ley electoral juega un papel mucho más determinante, siempre y cuando el deterioro de las relaciones personales no sea definitivo.

 Desde el inicio de la legislatura, la fuerza de Podemos dentro del espacio confederal de Unidas Podemos ha ido disminuyendo. Los morados iniciaban la legislatura acaparando casi la mitad de los votantes que votarían a algún partido de este espacio político.

Es decir, del conjunto del electorado que indicaba su intención de votar a alguna de las formaciones políticas integradas en Unidas Podemos —incluyendo a Más País, que participaría en Sumar—, casi el 50% apostaba por Podemos, 27% por UP y otros tantos se repartían entre MP, Izquierda Unida y confluencias.

Desde la irrupción de Sumar en las encuestas, Podemos ha ido perdiendo peso dentro del bloque de la izquierda alternativa hasta situarse en el 35% —UP también se ha deshinchado (20%)—, y ha emergido el proyecto encabezado por la ministra de Trabajo, acaparando el 20% de los votos antes incluso del anuncio oficial de la candidatura de Díaz para las generales.

Este, desde luego, es un escenario distinto al de inicios de legislatura, donde Podemos era la fuerza mayoritaria del espacio. Todavía lo sigue siendo, aunque debilitado, a falta de ver cómo se distribuyen el 20% de los votantes que siguen apostando por UP y que, en las próximas elecciones, no tendrán esa papeleta para escoger.

Resulta ciertamente llamativa, aunque seamos cautos con esto, la existencia de cierta recomposición de Podemos desde que Sumar empezara a figurar en las respuestas espontáneas de los entrevistados del CIS: desde el mes de julio del año pasado hasta hoy, existe una tendencia positiva en los equilibrios dentro del espacio en favor de los morados, lo que podría ser indicativo del repliegue que he comentado anteriormente.

La configuración del espacio es, sin duda, un elemento muy importante. Pero tensar tanto la cuerda, incluso “sacrificando” opciones de gobernar en algunas comunidades y municipios por el control interno del espacio puede ser contraproducente.

Podemos está cerca del umbral mínimo en Madrid y Valencia, tanto en la comunidad como en la capital. Es más, están a un error normal de las encuestas (es decir, un error sin sorpresas) de quedarse fuera o terminar entrando en las asambleas regionales y municipales.

Es un riesgo alto para la izquierda y sus opciones de gobierno, que, sin duda, servirá para establecer las narrativas ganadoras (o perdedoras) en el camino hasta las próximas generales, donde el sistema electoral perjudica ir por separado en circunscripciones medianas y pequeñas.

Lo cierto es que esto no es ninguna novedad; ya lo anticipaba el sondeo de 40dB/El País de noviembre del año pasado: una hipotética división podría traducirse en la pérdida de buena parte de los escaños que podrían obtener si se presentaran como una única candidatura.

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Si Podemos y Sumar se presentan divididos a las elecciones, según un puñado de encuestas recientes, podrían obtener, de media, un 6% y un 9% de votos respectivamente. Esto se traduciría en una decena de escaños para Podemos y más de 20 para Sumar, dejando un balance inferior a los resultados obtenidos por Unidas Podemos en noviembre de 2019, aun contando con la participación de otros actores que dejaron el espacio años atrás y que ahora pretenden volver.

Los resultados que estas mismas encuestas estiman para una hipotética candidatura unitaria son similares en términos de votos (cerca del 16% de media) pero con un salto cualitativo en escaños: pasarían de alrededor de 30 escaños a 50 y las probabilidades de reeditar el gobierno de coalición actual incrementarían notablemente.

Como ya decía Belén Barreiro hace medio año, “los líderes deberían tomar buena nota: lo que hagan a partir de este momento no solo determinará el futuro de estos partidos, sino el del conjunto del país”.

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