¿Infravalora la izquierda el clima de odio y agresividad que propagan las derechas?

Manifestación del PP contra Sánchez bajo el lema 'Democracia o mafia'

El PP habla directamente de un Gobierno “mafioso” y califica al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como un “capo”. Y se ha lanzado a la calle para presionar. La ultraderecha jaleaba a la vez este domingo a Javier Milei, entre criptobros, mientras el líder argentino abogaba por “zurrar al bandido local” y criticaba a los “socialistas de mierda”. Estampas de un país.

La derecha y la ultraderecha han subido todavía más su apuesta en el clima de agresividad política. Desde el Gobierno se ha rebajado el impacto de la manifestación de los populares en la madrileña Plaza de España al concentrar solo a unas 50.000 personas y se ha puesto el foco en que también fue un espejo que reflejó la lucha por el liderazgo entre Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso en la formación popular. Todo ello tras el fracaso de la Conferencia de Presidentes, que se saldó con el choque entre los populares exigiendo elecciones y Pedro Sánchez insistiendo en que la legislatura aguantará hasta 2027.

Pero, ¿está calando ese discurso de recurrir al concepto de “mafia” que usa el PP? ¿Lo está minusvalorando el espacio progresista? El politólogo Pablo Simón explica: “El principal problema que comete la izquierda aquí es confundir el PP con la derecha. Es cierto que el Partido Popular no ha despegado a niveles de apoyo como se podría esperar de acuerdo con los escándalos de los que hablan. Uno podría pensar que tendría que sacarle un cuerpo de distancia muy importante al PSOE, pero no es el caso. La separación está entre dos y cuatro puntos, menos de lo que decían los sondeos antes de las elecciones del 23J”.

“Por lo tanto, es evidente que Feijóo no capitaliza ese descontento. El problema es que el Gobierno piensa que el PP es la derecha, pero el bloque de ese espacio, en cambio, está entre un 46% y un 48% de votos, aunque el PP no despegue. Vox está muy rocoso, con una estimación de entre el 13% y el 15%. Hay que mirar incluso a Alvise, porque está en torno al 2% o al 2,5%, aunque muchos piensen que está acabado. Es evidente que la derecha está muy movilizada”, continúa el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.

"El Gobierno resiste por la existencia de Vox"

“Además, esa electricidad en el ambiente explica que estemos viendo diferentes dinámicas de protesta”, precisa Simón, que hace esta reflexión al hilo: “El Gobierno aguanta por una carambola. El ciclo electoral es de derechas, la mayoría de las comunidades son conservadoras y la mayoría de las encuestas dan mayoría para PP y la ultraderecha. Pero el Ejecutivo resiste contra viento y marea por el hecho de que existe Vox, que lleva a la imposibilidad de pactar con otros. Es una coyuntura de carácter parlamentario más que de opinión pública”.

Apunta el profesor otro factor: “El problema ahora está también en la oferta electoral de la izquierda. Al final el PSOE aguanta porque sus socios se deshacen, y no por un ensanchamiento del bloque de la izquierda. Eso debería hacer pensar si la polarización tiene mucho o poco rendimiento”.

"La estrategia de la crispación"

También se adentra en esta pregunta Anna López, doctora en Ciencias Políticas y profesora en la Universidad de Valencia, que lanza esta primera idea: “Lo que vimos en la manifestación del Partido Popular y en el acto de Milei no son episodios sueltos o anecdóticos. Son parte de una estrategia política muy clara por parte del PP y Vox: generar tensión permanente, crispar el ambiente, normalizar el insulto como forma de hacer política y, en el fondo, deslegitimar al adversario. No es solo ruido o provocación. Es una forma muy eficaz de disputar el sentido común y movilizar emocionalmente a sectores que se sienten agraviados”.

“Desde hace años, tanto aquí como en otros países, la extrema derecha y parte de la derecha tradicional que ha decidido seguirle el juego han aprendido a usar el resentimiento, la victimización y la idea de un enemigo interno como herramienta política. Ya sea el feminismo, los migrantes, los medios o el Gobierno. Todo se convierte en amenaza. Y eso les permite cohesionar a su base, canalizar el malestar y desviar la atención de los verdaderos problemas estructurales”, detalla la autora de La extrema derecha en Europa.

La profesora hilvana: “El gran problema es que muchas veces desde la izquierda se subestima esta estrategia. Se sigue pensando que basta con explicar las cosas bien, con dar datos o gestionar correctamente. Pero la política hoy también se juega en lo simbólico, en lo emocional, en el terreno de las percepciones. Y si no se da esa batalla, se pierde. Lo dicen trabajos académicos como los de Mariano Torcal, estamos en un escenario de polarización afectiva, donde la identidad política se convierte en rechazo al otro. Y eso hace muy difícil construir puentes”.

En este punto, manifiesta López: “La izquierda necesita construir una narrativa propia, clara, que no solo desmonte mentiras, sino que conecte con la gente. Que no ignore la rabia, sino que la canalice hacia la justicia social, la igualdad y el futuro compartido. Hay que estar en la calle, en las redes y en los barrios. Si no ocupas ese espacio, otros lo harán con odio y confrontación”.

Su análisis lleva también por este camino: “Desde hace casi una década, la política española ha estado marcada por la presencia de actores de la extrema derecha —y de una derecha que, en muchos casos, ha asumido su lógica— que han convertido la deslegitimación del adversario y la crispación permanente en estrategia central. Por eso, desde la izquierda se necesita una contranarrativa que no sólo desmonte las falacias y la desinformación, sino que también ofrezca una alternativa que ilusione, inspire y conecte con las aspiraciones de una sociedad más igualitaria y cohesionada”. E insiste: “Esto implica estar también en la calle, no solo en las redes, para reconectar con la gente, escuchar sus preocupaciones reales y construir un relato que no ignore la rabia, sino que la canalice hacia soluciones y esperanzas, en lugar de permitir que sea monopolizada por aquellos que buscan la confrontación”.

"El odio no está generalizado"

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Da otro punto de vista el politólogo Eduardo Bayón: “La izquierda no está infravalorando el clima de odio y agresividad. Es más reducido de lo que parece, va en la línea de la afluencia a la movilización de la concentración del PP. Feijóo apela casi a un estado de excepcionalidad con un hipotético Gobierno corrupto y con aires preelectorales que no tienen sustento en el imaginario colectivo. La manifestación acabó en un mitin del Partido Popular poco voluminoso”.

El autor de Lucha de tribus remarca que “ese clima no es tanto de la sociedad, como de la opinión pública”: “Pero sí hay sectores de población que son bases electorales más activas del PP que durante siete años han tenido un discurso de deslegitimación del presidente, del propio Gobierno y de la moción de censura. Son sectores concretos de la derecha, muy alimentados por la política actual y sus formas, condicionadas en buena parte por Vox y con el PP compitiendo con ello”. En ese punto, recuerda también la época de crispación que se vivió durante la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero tras las elecciones del 14 de marzo de 2004.

Para este politólogo y experto en comunicación, ese “clima de odio y agresividad” no es una “cosa generalizada” en la sociedad y en el país, “aunque pueda parecerlo”. Para él, esa sensación se crea en los parlamentos y en el debate político por “la presencia de la extrema derecha y el efecto contagio en el PP”, además de “por el juego mediático de los seudomedios y de los tabloides digitales de la derecha y de la ultraderecha”.

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