Se interesan más, participan menos: la precariedad está detrás del descontento de los jóvenes con la democracia

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Laura Prieto

Ser joven en España se hace cuesta arriba. Actualmente un 28% de ellos son desempleados, una cifra que duplica a la media de la Unión Europea. Un 23,4% son trabajadores pobres. La edad a la que consiguen irse de casa supera ya los 30 años, es decir, los jóvenes se emancipan cuando dejan de serlo. Algunos estudios están empezando a utilizar el término “proletarización de la juventud” porque encontrarse en esta franja de edad cada vez está más relacionado con sufrir carencias económicas. 

Todos estos datos explican, al menos en parte, los bajos índices de satisfacción con la democracia en esta población. “Un 57% de los españoles entre 18 y 35 años se sienten satisfechos con ella, frente al 71% que registran otros grupos de edad”, apunta Kilian Wirthwein Vega, consultor de política internacional, haciendo referencia a una encuesta realizada en septiembre por el Open Society Bar. Vega es uno de los autores del último informe de la FEEP, la asociación Friedrich-Ebert-Stiftung y la Fundación Felipe González sobre la relación de la juventud desfavorecida con la democracia.

“Hemos elaborado cuatro grupos de discusión en diferentes zonas de España y 15 por varios países de Europa, además de medio centenar de entrevistas. Nuestras conclusiones desmienten, fundamentalmente, dos mitos muy arraigados: los jóvenes de ahora no son menos demócratas y no tienen menos interés por la política”, explica el experto. “La mayoría de las encuestas no indagan en los motivos de la insatisfacción, que se debe a un malestar estructural ligado a serios problemas económicos. No son contrarios a la democracia, sino críticos con ella”, añade.

A pesar de que la mayoría de estudios cuantitativos y el ideario popular da por hecho que las nuevas generaciones viven “aisladas” de la actualidad política, estos expertos creen que detrás de estas afirmaciones hay una realidad más compleja: “No es que sientan un desinterés por ella, les interesa incluso más que en otras épocas, pero sí que participan menos. Lo que ellos nos cuentan es que no tienen tiempo, ni energía, y que su prioridad es sobrevivir económicamente”, explica durante la presentación del informe Javier Carbonell, profesor en Science Po y otro de los autores. 

Algunos de los testimonios que pueden leerse en el estudio que se ha publicado esta semana ejemplifican esta situación a la perfección: “Participar es difícil. La gente que lo hace tiene sus necesidades básicas cubiertas. Si estás en la miseria no puedes participar. Si tienes una situación cada vez más precaria, trabajando cada vez más horas… Acabas en una desconexión total”, comenta un joven madrileño de 25 años que participó en uno de los focus group. Otro de ellos, de 22 años y residente en un barrio de clase baja, pone el foco en la poca accesibilidad del lenguaje burocrático: “La política debería ser más atractiva, igual que la manera de informar sobre ella. Se nos olvida que consiste en servir y aportar mejoras. Me da pena que no me resulte atractiva porque sé que influye en nuestras vidas”. 

El problema histórico de la participación política y el activismo social en España

“Hay muy poca participación política y muy poco asociacionismo en España. Históricamente ha sido así. Los niveles son muy bajos y prácticamente solo se salvan Cataluña y Euskadi”, sentencia Carbonell. Hay muchos motivos que explican esta tendencia enraizada, entre ellos, el peso de cuarenta años de dictadura franquista y una transición que llegó desde las propias instituciones. Las redes sociales, que han trasladado el debate público a la esfera virtual, la pandemia o las consecutivas crisis económicas de la última década tampoco parecen haber ayudado. 

“El interés por la política en relación con la edad es algo que está muy estudiado ya desde finales de los años sesenta. Sabemos que aumenta con la edad hasta llegar a un tope. Sí que es cierto que, analizado por cohortes, los jóvenes de la última crisis de 2008 se politizaron muy rápido, y ese interés también ha afectado a los de la poscrisis. Luego tendremos que ver cómo han afectado otras situaciones como la pandemia”, explica a infoLibre el profesor de Ciencia Política de la URJC y experto en estas cuestiones, Javier Lorente

“Los jóvenes se distancian más de temas de política institucional, partidos… del proceso político mismo, aunque luego se interesan más por temas concretos. Por ejemplo, sabemos que votan poco, pero se movilizan en manifestaciones o protestas”, añade. El académico también apunta a que el retraso en la edad de emancipación y de entrada en el mercado laboral hace que se aumente la edad del primer voto y se ralentice la madurez en aspectos políticos. 

Andrea Henry, presidenta del Consejo de la Juventud de España (CJE), coincide con las reflexiones de Lorente: “El problema que detectamos nosotros es que no hay falta de participación en política, sino que se hace un entendimiento erróneo de lo que es la política, que no sólo va de leyes y partidos. Hay otros movimientos sociales en los que vemos a gente joven movilizada y con ganas de hacer cosas. Un buen ejemplo es el medioambiente o la salud mental”. Henry insiste en declaraciones a este medio en que “las estructuras antiguas” de afiliarse a un partido u organización, pagar una cuota y asistir a reuniones “están anticuadas”. 

Durante la investigación realizada por Carbonell y Vega se contó con la participación de representantes de las juventudes de los principales partidos políticos españoles. Víctor Camino, presidente de las Juventudes Socialistas, recalca la necesidad de actualizarse para llegar a una generación que socializa por el móvil: “La democracia sigue con mecanismos del siglo pasado. Las generaciones democráticas anteriores crearon marcos que no se adaptan a las nuevas generaciones”.

Bea Fanjul, líder de Nuevas Generaciones del PP, cree que los asuntos relacionados con la juventud “deberían tener más presencia en las agendas de los partidos”. A este respecto, Henry recuerda que “en el Parlamento solo hay 15 jóvenes y 5 en la Eurocámara. Más o menos el mismo número que de personas que se llaman Martín”. 

A todo ello hay que sumarle otros factores, que también tienen que ver con la cultura de nuestro país. La política no está bien vista y el debate en torno a ella está muy polarizado. Esto se traduce en un cierto “miedo” a posicionarse abiertamente sobre una ideología concreta. “Algunos no quieren participar en política porque, si te afilias a un sindicato, te pueden despedir. Legalmente no debería ser así, pero ocurre. La precariedad laboral afecta a la predisposición a significarse políticamente”, apunta en el informe Marc Hidalgo, miembro de las Juventudes Socialistas de Cataluña. 

No siguen los medios de comunicación y tienen pocas nociones sobre el funcionamiento político

Los jóvenes entrevistados, todos procedentes de áreas económicamente deprimidas del centro y sur del país, cuentan con nociones muy básicas sobre cuestiones políticas y administrativas. Son capaces de nombrar las principales instituciones y a algunos políticos de alto nivel, pero desconocen el funcionamiento de la repartición de poderes o cómo se aprueba una ley. Apenas siguen los medios de comunicación y tienden a informarse a través de los telediarios, con una escucha pasiva, o por el boca-boca. La lectura de periódicos o revistas es anecdótica. 

“La mayoría de informativos cuentan tonterías, ¿por qué no emplean ese tiempo en explicar las nuevas leyes que se han aprobado?”, plantea uno de los participantes en los debates. Otro de ellos considera que “más del 60% de las noticias son negativas” y que eso se traslada a la gente. En general, desconfían de las empresas mediáticas y de los partidos políticos, a los que acusan de corromperse al llegar al poder. “No es tanto el sistema, sino los partidos. La política suele ser muy reactiva (...). No hay nada que nos motive a movilizarnos”, señala uno de los testimonios recogidos en los debates que habla de “una rivalidad irracional” entre los partidos.

Llama la atención algunas diferencias entre las opiniones de los jóvenes de zonas urbanas y rurales. “Los jóvenes del campo se sienten alejados de los lugares de poder, tanto geográfica, como institucionalmente. En general, no conocen a nadie de su confianza que participe en estos espacios”, comenta Diego Loras, de Teruel Existe, en el informe. Igual de llamativa es la diferencia frente a temas tan candentes como la migración y las políticas de igualdad. Frente al apoyo mayoritario en las urbes, en los focus group rurales se apreció un rechazo más fuerte hacia estas políticas. “Estos temas se han incorporado tarde a la agenda española porque había cierto consenso. Todo ello saltó con los aires con Vox, un partido abiertamente xenófobo. Son temas sensibles que generan polarización, frente a otras como la vivienda en la que los jóvenes tienen un apoyo más transversal”, explica Lorente.

Empleo, vivienda y salud mental: las principales preocupaciones de las nuevas generaciones

“Desde el punto de vista económico, somos una generación a la que se le hicieron muchas promesas, pero luego no se ha dado el progreso material. No estamos económicamente mejor que nuestros padres; sin embargo, esta situación financiera no se traduce en movilización”, explica en una de las entrevistas del informe Nacho Catalá, diputado del PP en la Comunidad de Madrid. “A todos nos han dicho eso de ‘cariño, tú estudia, que todo irá bien’. Aprendemos inglés, alemán, te sacas una carrera… Pero ahora salimos al mercado laboral y resulta que es incapaz de absorber todas esas expectativas. Hay una desilusión y desmotivación porque las cosas no han sido como se nos había prometido”, añade la presidenta del Consejo de la Juventud.

En España, casi cuatro de cada diez jóvenes con estudios superiores trabaja en puestos de baja cualificación, es decir, están sobrecualificados. Es el dato más alto de toda la Unión Europea, al igual que el de desempleo, que prácticamente duplica la media de los Veintisiete. Con este panorama económico, no sorprende que la edad media a la que las nuevas generaciones están pudiendo irse de casa supere, por primera vez en la serie histórica, los 30 años. Los cálculos son sencillos: en nuestro país una vivienda cuesta de media 174.000 euros, mientras que el salario medio de un joven ronda los 12.600. Para firmar una hipoteca tendría que ahorrar su salario íntegro durante aproximadamente cuatro años. Esto se traduce en que menos de un cuarto de ellos consiguen vivir fuera de casa y, los que lo consiguen, destinan alrededor de un 80% de su sueldo a ello.  

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“Los jóvenes no podemos irnos de casa a una edad decente y nos encontramos con el mercado laboral con más paro juvenil de la UE. Todo esto afecta a nuestra salud mental. Se nos acusa de no participar o no tener interés en política pero… ¿cómo estamos?, ¿tenemos tiempo?, ¿dónde tenemos la cabeza”, apunta Henry.

Cuatro años por delante para “sacar partido” al Ministerio de Juventud e Infancia

Los autores del informe han recogido algunas de las medidas que deberían empezar a ponerse en marcha desde este nuevo ministerio que, por primera vez en democracia, pone el foco en la Juventud. Apuestan por la creación de una ley de la Juventud en la que se aplique una perspectiva transversal al resto de carteras. El Consejo de la Juventud, organización que representa a este colectivo en nuestro país, se ha podido reunir esta semana con Sira Rego para trasladar sus preocupaciones y expectativas de cara a los próximos años: “En la reunión del miércoles abordamos muchos temas y vimos un compromiso por empezar a hacer cosas. Lo que esperamos es que este ministerio sea transversal y que trabaje de la mano de Vivienda, Sanidad, Cultura, Empleo… Porque la juventud no es un tema, sino una perspectiva”. 

“Que un tema tenga rango ministerial implica llevar cuestiones a un Consejo de Ministros que, de otra manera, se debatirían en niveles mucho más bajos. Es relevante la creación de esta cartera porque se pone el acento en la juventud, aunque luego muchas de las medidas impliquen a otras partes y otros niveles de gobierno. Ahora, todo dependerá también de la ministra y eso está por ver” concluye Lorente.

Ser joven en España se hace cuesta arriba. Actualmente un 28% de ellos son desempleados, una cifra que duplica a la media de la Unión Europea. Un 23,4% son trabajadores pobres. La edad a la que consiguen irse de casa supera ya los 30 años, es decir, los jóvenes se emancipan cuando dejan de serlo. Algunos estudios están empezando a utilizar el término “proletarización de la juventud” porque encontrarse en esta franja de edad cada vez está más relacionado con sufrir carencias económicas. 

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