PSOE y Sumar se resisten a perder la batalla "nacional" ante PP y Vox y exhiben su patriotismo progresista

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No es la primera vez que un gobierno se enfrenta a la acusación de rendir España ante sus enemigos. De humillarla, traicionarla, romperla. La negociación con ETA –se vendía Navarra, decía el PP– y la renovación de estatutos con José Luis Rodríguez Zapatero o las diversas cesiones a los independentistas, especialmente los indultos, con Pedro Sánchez han dado pie a acusaciones de este tipo. Si Manuel Fraga acusaba a UCD en 1977 de dar un "golpe de Estado" por la legalización del PCE, su sucesor, José María Aznar, acusaba al PSOE en 2005 de "balcanizar España". La alerta por los riesgos de quiebra nacional ha ido a más desde que el PP perdió la mayoría absoluta en 2015 y comprobó que no lograba pactar con nacionalistas. La recuperación del poder por parte del PSOE en 2018 disparó el volumen. La legislatura pasada ya comenzó bajo máxima presión por los acuerdos con ERC, que incluían una mesa de negociación entre el Gobierno de España y el Govern de Cataluña. "Una humillación para resetear la democracia sorteando la Constitución", afirmó entonces Pablo Casado, que era presidente del PP.

Tanto el Gobierno como las dos fuerzas políticas que lo conforman –PSOE y Sumar– se aferran a estos antecedentes para recordar que la alerta por peligro de ruptura de España y las acusaciones de ataque a la nación y alianza con sus enemigos no son nuevos. Pretenden con ello quitar dramatismo a la situación y cambiar el foco, restando protagonismo a la amnistía. No obstante, ninguna de las tres partes –ni el Ejecutivo ni sus integrantes– niega lo evidente: la actual ofensiva liderada por el PP y Vox, alentada por la competición entre los dos partidos conservadores, ha alcanzado una fortísima intensidad y no presenta visos de remitir. "Van a estar todo el tiempo que puedan y más. España, España, España, como si España fuera suya", afirman desde el PSOE.

Durante la campaña electoral, Alberto Núñez Feijóo ya ha definido los términos de la disyuntiva: "Sánchez o España". Pues bien, a pesar de ser el PP el partido más votado en las generales de julio, las negociaciones de investidura han renovado la presidencia de Sánchez. De modo que, desde la perspectiva del PP, la elección ha sido "Sánchez" en vez de "España". Ahora tanto el partido que lidera Feijóo como el encabezado por Santiago Abascal se arrogan la defensa de España frente a sus enemigos, que habrían encontrado un aliado en Moncloa.

Todo apunta a que la recién inaugurada legislatura vendrá marcada no ya sólo por la cuestión catalana o la cuestión territorial, sino por lo que es ya la cuestión española, abordada mediante una retórica elevada y envuelta en un uso masivo de simbología nacional, como ha probado la omnipresencia de la rojigualda en las manifestaciones derechistas en Ferraz y también en los actos del PP.

El Gobierno ha tomado nota y ha adoptado ya una decisión: llevar España por fuera, bien visible, y no dar por buena esa extendida idea según la cual cuando emergen las pasiones nacionales la izquierda sucumbe a la incomodidad, las contradicciones y las dudas. Los dos primeros consejos de ministros desde la formación del Ejecutivo han servido para mostrar el lema "España Gobierna", con la "E" de España en rojo y amarillo. Un detalle tras el que hay una reflexión. Se trata de "evitar la apropiación" de España por parte de PP y Vox y "sacudir complejos", señala una fuente gubernamental, que resume así el propósito del Ejecutivo: "No podemos permitir que España y la bandera se la queden los que ven a España en una sola dimensión. Para eso, desde lo institucional, debemos mostrar a España y sus símbolos con naturalidad". Esta misma fuente afirma que, ante un uso divisivo de los símbolos, el Gobierno quiere "transmitir la idea de que son de todos". "España es diversa y compleja, hay que entenderla así".

Cambios en la imagen del PSOE

El PSOE es un partido que tradicionalmente ha tenido dos almas en la cuestión territorial/nacional. Una más centralista/jacobina y otra más federalista/descentralizadora. La derrota en 2017 de Susana Díaz ante Sánchez lo fue también del sector más jacobino, que hoy no parece tener fuerza para discutir –como sí hizo hasta la derrota de Díaz– los pactos con los nacionalistas. La configuración del PSOE como un partido abierto a las alianzas con fuerzas periféricas, incluso aquellas con propósitos independentistas, es un hecho que no se discute. Pero eso no quiere decir que a la dirección no le preocupe la acusación diaria de PP y Vox de que se trata de un partido antiespañol.

Los movimientos del PSOE para contrarrestar ese discurso van en la misma dirección que los del Gobierno. El partido ha renovado su imagen en el inicio de la legislatura incorporando la bandera al lema del partido, "España avanza", que ya fue utilizado en la campaña de las generales y en la presentación del acuerdo del Gobierno de coalición entre Sánchez y Yolanda Díaz en octubre.

La incorporación de la bandera, que se produjo tras la formación del nuevo Ejecutivo de coalición, afecta a la imagen corporativa del PSOE que aparece en sus comunicaciones oficiales, así como a sus perfiles en las redes sociales. La nueva imagen también preside la sala en la que se reúne la dirección, donde hasta ahora se leía "Siempre adelante". La renovación se pudo ver con claridad en el acto celebrado el pasado domingo en IFEMA, en el que participaron Sánchez y Zapatero. El detalle no pasó desapercibido por los cronistas, como tampoco la presencia de numerosas banderas de España junto a las de la Unión Europea. Algunas de las enseñas, por cierto, habían sido llevada por los militantes tras recogerlas de entre las abandonadas frente a Ferraz por quienes protestan noche tras noche. "Me encanta ver banderas de España aquí", afirmó Sánchez durante su intervención, subrayando el ya de por sí llamativamente rojigualda ambiente del mitin.

Fuerte, diverso, plural y unido

Dirigentes socialistas, con el secretario general al frente, repiten estos días una idea: "España no se va a romper". No se trata sólo de disipar los posibles temores sobre los efectos de la amnistía, sino de transmitir la idea de una España fuerte. Ese, "fuerte", es uno de los adjetivos que manejan los socialistas al hablar del país. Otros son "diverso" y "plural". La idea es referirse a España en positivo. De ahí el "España avanza". También inciden en un argumento: los socialistas son los que garantizan la unidad, precisamente porque comprenden la diversidad. "¿España está más unida y fuerte con el PSOE en el Gobierno y ganando en el País Vasco y Cataluña o con dos referéndums ilegales con el PP?", pregunta retóricamente una fuente socialista, que se muestra consciente de que la ofensiva de PP y Vox tendrá "un coste", pero también convencida de que el tiempo "nos volverá a dar la razón". "Ya se nos dijo que veníamos Navarra, que nos rendíamos ETA...", afirma.

Es más, esta fuente cree que el partido sale beneficiado del contraste entre las banderas con el Águila de San Juan o la corona recortada de las manifestaciones auspiciadas por Vox y las banderas lisas del PSOE y el Gobierno. De un lado, añade, hay una patriotismo ejercido con "naturalidad" y de otro un nacionalismo exaltado que lo mismo silba al presidente en el Día de la Hispanidad que insulta a las puertas de Ferraz. "El PSOE –afirma– no tiene que dar explicaciones. Nuestra idea de España tiene una larga trazabilidad. Sabemos entender los múltiples sentimientos de pertenencia a un país que es de todos, incluso de los independentistas. Los que tienen que dar explicaciones son el PP y Vox, que defienden una España que no existe. Que digan cuál es su idea de España. ¿Boicot a productos catalanes y 'la Constitución destruye la nación'? Algunas reacciones del PP contra transferencias al País Vasco y Cataluña evidencian que ni siquiera entienden el modelo autonómico. Creo que el problema lo tienen ellos".

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Sumar, el espacio liderado por Yolanda Díaz, coincide con el PSOE en que no se debe permitir a PP y Vox adueñarse de lo español ni estrechar su significado. Pero, al mismo tiempo, introduce matices propios. "Tenemos claro, como la mayoría de los españoles y españolas, que nuestro país es plural, que España es plurinacional, esto es, que somos un pueblo amplio y diverso que se hace fuerte y grande cuando se acepta a sí mismo y que se hace débil pequeño y excluyente cuando quiere volverse homogéneo a base de odio y de venganza", señala una fuente de la coalición. Sobre esa guía, lo que "nos asegura un futuro como pueblo" es precisamente lo mismo que sostiene al Gobierno: "un acuerdo amplio entre fuerzas políticas y sociales que aceptan esta realidad". Y añade que así Cataluña puede ser ser "comprendida como una solución para el conjunto de España y nunca más como un problema". Esa idea, la de Cataluña como "solución", es frecuente en Díaz.

Desde las filas de Díaz vinculan lo social con lo territorial, como si fueran haz y envés de la misma moneda. "Necesitamos más que nunca –sostienen– un nuevo contrato social y en el caso español eso pasa por un nuevo acuerdo territorial, que acepte la pluralidad lingüística, pero también que actualice la multitud de problemáticas que resolver. Nosotros lo abordamos con el proceso de escucha por toda España. Necesitamos soluciones para la próxima década, no para el próximo periodo de sesiones".

El razonamiento concluye así: la cohesión española no depende sólo de los problemas más o menos acentuados con el independentismo, sino de "conectar España y que no todo pase por Madrid", ya que "el sistema mallar" es garantía de "prosperidad compartida"; de "acortar la brecha entre las ciudades y lo rural" con "servicios básicos a menos de 30 minutos en cada rincón del país"; de "luchar contra la emergencia climática de manera equilibrada en todo el territorio"... Concluye la fuente consultada: "Somos el Gobierno del sí y lo haremos con toda España en la cabeza y el corazón. La derecha y la ultraderecha tienen como solución para todo incendiar nuestro país y enfrentarnos los unos a los otros".

No es la primera vez que un gobierno se enfrenta a la acusación de rendir España ante sus enemigos. De humillarla, traicionarla, romperla. La negociación con ETA –se vendía Navarra, decía el PP– y la renovación de estatutos con José Luis Rodríguez Zapatero o las diversas cesiones a los independentistas, especialmente los indultos, con Pedro Sánchez han dado pie a acusaciones de este tipo. Si Manuel Fraga acusaba a UCD en 1977 de dar un "golpe de Estado" por la legalización del PCE, su sucesor, José María Aznar, acusaba al PSOE en 2005 de "balcanizar España". La alerta por los riesgos de quiebra nacional ha ido a más desde que el PP perdió la mayoría absoluta en 2015 y comprobó que no lograba pactar con nacionalistas. La recuperación del poder por parte del PSOE en 2018 disparó el volumen. La legislatura pasada ya comenzó bajo máxima presión por los acuerdos con ERC, que incluían una mesa de negociación entre el Gobierno de España y el Govern de Cataluña. "Una humillación para resetear la democracia sorteando la Constitución", afirmó entonces Pablo Casado, que era presidente del PP.

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