Cuando entras en Grindr y casi nadie tiene foto: qué es el sexilio y por qué ayuda a vaciar la España rural

Una mujer se cubre del sol con una sombrilla realizada con los colores arcoiris en Gelves (Sevilla).

La violencia, la discriminación y el rechazo han hecho que, ahora e históricamente, muchas personas LGTBI se hayan ido de sus lugares de origen o residencia. Es el sexilio más grave pero no el único. Otras personas del colectivo, sobre todo las que viven en municipios pequeños, se van también para poder relacionarse con personas afines, para ligar, para encontrar pareja, para ser plenamente quienes son.

El sexilio, un término que comenzó a usarse en los años noventa, está ahora recogido en la ley trans con un mandato: el 28 de febrero de 2024 deberá estar listo un estudio sobre la “migración de las personas LGTBI dentro de España”. En función de los resultados, se contemplará el sexilio como causa dentro de las políticas de despoblación del Gobierno.

El texto legislativo indica que el sexilio se da “especialmente en las zonas rurales”, pero también hay sexilio de la provincia a la capital y de un país a otro. Ese es el caso de María, una mujer trans peruana refugiada en España. María es un nombre ficticio porque todavía tiene miedo. Ha tenido que “empezar de cero”, sin familia ni amigos, en un país que “nunca” había pasado por su mente. 

María huyó de las amenazas que sufría en Perú por ser activista LGTBI, y en Canarias, donde reside ahora, ha encontrado otro tipo de dificultades. “Hay un problema muy grande con la vivienda. A muchas de las mujeres trans refugiadas los propietarios no quieren alquilarnos un piso”, explica. Sigue dedicándose a la defensa de los derechos humanos, pero ahora lo hace con más temor, “es como un trauma”. 

El “calvario” de Jesús Barrio Caamaño estaba a 13 kilómetros de su casa. Este escritor vallisoletano no sufrió tanto el acoso en su pueblo, Melgar de Arriba, sino en otro más grande al que se desplazó después para ir al instituto. En primero y segundo de la ESO sólo pensaba en huir. “Después tuve una suerte que no tuvieron otros: se olvidaron de mí”, dice. Pero ese acoso se imprimió en quien es hoy: “Tuve que hacerme el gracioso de la clase para sobrevivir, construirme un personajillo, algo que me ha hecho no saber nunca estar serio en un sitio”. 

Volver de mayor y “reconquistar el pueblo”

Muchas de las personas LGTBI consultadas para escribir este artículo aseguran que irse de sus lugares de origen no fue sólo una huida sino también un descubrimiento. Hasta que no cumplieron 18 o más no empezaron a vivir lo que sus amigos heterosexuales venían experimentando desde la entrada en la adolescencia. “El despertar sexual te lo comes tú solo, tú también quieres a los 15 años darte el primer beso, o tener las primeras relaciones y hacerlo de manera natural, sin esconderte”, cuenta Barrio, que nació en 1989. 

Su “liberación” llegó en 2007 cuando se fue a Valladolid a estudiar arte dramático. “Encontré a gente muy abierta, pero vienes tan acomplejado y tan escondido del pueblo que tardas en abrirte; vienes de tanto miedo y oscuridad que muchos tardamos. Otra gente se libera sólo con poner un pie en la ciudad”, dice el escritor, que ha narrado el sexilio con tintes autobiográficos en la novela El club de los olvidados (2020). 

Su historia acabó bien. Ha “reconquistado el pueblo”. Ahora vive entre Valladolid y Sahagún, y del Ayuntamiento de ese pueblo que vio su “calvario” este año colgará por tercera vez consecutiva una bandera LGTBI a iniciativa suya y de su madre. “La pusimos allí y en Melgar con el apoyo de dos alcaldes del PP. A nadie se le había ocurrido hacerlo antes”, explica. Y añade: “Hace dos años me pareció que íbamos tarde y ahora, con el avance de la ultraderecha, colgar la bandera parece revolucionario”. 

El discurso de odio genera delitos de odio

Los ataques relacionados con la orientación sexual y la identidad de género aumentaron un 67,63%, según el último informe del Gobierno, que comparaba 2021 con 2019 para evitar la distorsión de la pandemia. “Desde 2019 vemos que se empieza a dar este aumento, que es justo después de que Vox entre por primera vez en un parlamento español”, indica Raúl González, vicepresidente de la Fundación Triángulo, entidad que defiende los derechos del colectivo LGTBI desde 1996. 

“Ahora parece que todos los problemas se solucionan no haciendo manifestaciones feministas y quitando las banderas LGTBI, con eso parece que Vox salva a España; y cuando te ponen en el centro del huracán, tiene consecuencias”, explica. La Fundación forma en derechos a unos 100.000 estudiantes al año, un acceso que les da una visión muy cercana de la “gran división” que existe también entre los más jóvenes. “Los discursos de odio se precipitan en delitos de odio”, advierte. 

Cuando el pueblo protege y la ciudad “deshumaniza”

Una de cada cuatro personas LGTBI, el 23,6%, ha cambiado su lugar de residencia para poder expresar con libertad su orientación sexual o su identidad de género, según una encuesta de 40dB para Amazon España publicada el 26 de junio. El porcentaje aumenta más de seis puntos en los municipios con menos de 20.000 habitantes. En el Zorrilla’s Fest de este año, un festival promovido por la Fundación Triángulo en Valladolid, se ha debatido sobre este fenómeno con algunas conclusiones compartidas.

“En la charla eran jóvenes de entre 28 y 32 años de distintos lugares de Castilla y León, pero arrojaban mensajes comunes. Por ejemplo, que fue cuando salieron de su pueblo o ciudad cuando se reconocieron a sí mismos”, explica Virginia Hernández, activista rural LGTBI que entre 2015 y 2023 fue alcaldesa de San Pelayo, un pueblo vallisoletano de 50 habitantes. Los ponentes también defendían una idea que rompe prejuicios: “Que no es que los pueblos sean ambientes más adversos per se, sino que son lugares donde se conoce todo el mundo y se habla más de cualquier circunstancia diferencial de alguien, sea tener el pelo pintado de rojo o lo que era antes no ir a misa”, argumenta.

Hernández recuerda que de los sitios pequeños se sale también aunque no haya acoso o rechazo. “Se sale por la necesidad que tiene cualquier persona de relacionarse con gente igual a ella, y si tu municipio tiene 300 habitantes para hacer eso tienes que salir”, dice. Y defiende una idea que rompe prejuicios: “Los delitos de odio más graves se dan en las ciudades, donde es más fácil deshumanizar a alguien, en el pueblo es mucho más complicado eso, porque todo el mundo conoce a todo el mundo”.

El Grindr “sin fotos” de Zamora 

Guti, narrador y referente cultural en Zamora, comparte la visión de Virginia Hernández sobre la “protección” que otorgan los lugares pequeños. “A veces las comunidades pequeñas dan más acogida, no siempre una comunidad pequeña es un infierno”, dice. Y añade: “En el sexilio también hay una gran carga de decisión personal, en los sitios pequeños hay menos posibilidades de todo: de encontrar una pareja a tu gusto o de ser pintor o poeta. Si buscas eso te tienes que ir, al menos un tiempo”. 

"No queremos ser Hungría ni Polonia": el grito de los italianos en Madrid contra la LGTBIfobia de Meloni

"No queremos ser Hungría ni Polonia": el grito de los italianos en Madrid contra la LGTBIfobia de Meloni

Zamora es una capital de provincia en la que este 28 de junio, como los anteriores, no habrá manifestación del orgullo. “Esto pasa con todas las manifestaciones en Zamora, es un lugar muy poco de este tipo de participación. Llevo toda mi vida en proyectos sociales y aquí es complicado”, explica Guti, que a sus 50 años dice sentirse “muy cómodo” en su ciudad, pero reconoce que es un sitio difícil para quienes todavía “no han dado el paso”. 

“En el Grindr de Zamora casi nadie tiene foto, eso te dice mucho. Es como un álbum de cromos cuando empiezas, que todo está en blanco”, cuenta para ilustrar un factor clave, el “pudor”, en una sociedad pequeña (la ciudad tiene menos de 60.000 habitantes), conservadora y donde se conocen todos. Cuando él contó en casa que era homosexual, “antes de Boris Izaguirre y de los gays de Al salir de clase”, la primera reacción fue “complicada”, pero luego sus padres “se hicieron activistas”.

A la pregunta de si tienen miedo a la posible llegada de Vox al Gobierno el 23J y al avance de su discurso, todos los entrevistados dicen que mucho. “Sí temo, porque las palabras no son inocuas, y cuando uno reparte piedras siempre hay un tonto que coge y te la tira. Lo hemos vivido muchas veces en la historia”, concluye Guti, quien asegura que hay sitios de Madrid por donde no iría con su novio de la mano por temor a una agresión, algo que en Zamora no se le ha pasado por la cabeza.

Más sobre este tema
stats