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El nuevo presidente gallego

Alfonso Rueda afronta su primer Día de Galicia sin discurso propio y eclipsado por el recuerdo de Feijóo

Alfonso Rueda recorre un tramo del Camino de Santiago en bicicleta acompañando al presidente de AC Hoteles, Antonio Catalán.

Dos años para darse a conocer. Máximo. Sobre todo si Alberto Núñez Feijóo fracasa en su intento de llegar a la Moncloa en las elecciones de 2023. Ese es el plazo que tiene el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, para solventar el que, a la vista de todos los analistas, es su principal hándicap: en Galicia sólo le conocen la mitad de los gallegos. Y en 2024 toca votar.

Otra cosa será si Feijóo consigue alcanzar la presidencia. En ese caso, todo el mundo en Galicia, incluso sus adversarios políticos, reconoce que Rueda lo tendrá hecho. Un Feijóo al frente del Gobierno de España haciendo campaña en las elecciones gallegas no puede sino ganar en la comunidad que le dio cuatro mayorías absolutas consecutivas.

Pero eso son especulaciones. Entretanto, Rueda pelea por darse a conocer, consciente de que la omnipresencia de Feijóo durante los últimos trece años le ha impedido ganar peso político en un partido en el que el hoy líder del PP nacional siempre ha antepuesto los perfiles tecnócratas a los políticos.

Alfonso Rueda, hasta entonces vicepresidente primero y desde 2006 escudero de su antecesor, asumió el cargo por designación directa de Feijóo el 12 de mayo, hace poco más de dos meses. El amago de alguno de los barones provinciales, en concreto el coruñés Diego Calvo, por pelear la designación quedó en nada. El hoy líder del PP consiguió desactivar una pelea sucesoria de imprevisibles consecuencias atando la lealtad de Calvo a Rueda a cambio de darle entrada en el nuevo Gobierno de la Xunta en calidad de vicepresidente segundo y conselleiro de Presidencia, Xustiza e Deportes. Si hay hostilidades, no es probable que se desaten a menos que Rueda pierda las elecciones de 2024.

El PP no será el único partido que presente un candidato diferente. El PSdeG, la marca gallega del PSOE, en constante y periódica descomposición desde que Emilio Pérez Touriño perdió la reelección en 2009, precisamente a manos de Feijóo, ha cambiado de líder y con toda probabilidad presentará al nuevo secretario general, Valentín Formoso, actual presidente de la Diputación de A Coruña. 

La única candidata que repite es Ana Pontón, la portavoz nacional del BNG, artífice de la reconstrucción del nacionalismo gallego y responsable indirecta del hundimiento electoral de sus competidores por el espacio de la izquierda, singularmente Podemos-Galicia en Común, que desaparecieron del Parlamento en 2020 barridos por el castigo de los electores a las disputas internas y sus propias dificultades para emerger como fuerza propia en el Congreso de los Diputados.

A la espera de lo que pase con la plataforma de Yolanda Díaz en su propio territorio, las encuestas y los análisis dan por hecho que Pontón seguirá liderando a la izquierda frente al PP y volverá a hacerlo en las elecciones de 2024. Que llegue a la presidencia de Galicia dependerá, entre otras cosas, además de lo que pase con Feijóo en las generales de 2023, de que el PSOE sea capaz de recuperar empuje en las provincias gallegas, así como de lo que suceda con las candidaturas de la propia Díaz. En todo caso, tres candidaturas de izquierdas frente a una sola del PP es un buen escenario para Rueda. Y si además la que tiene más posibilidades de ganar es nacionalista, dará al PP el argumento que busca para atraer voto del PSOE aireando las buenas relaciones del BNG con Bildu y con Esquerra.

Mientras tanto, al nuevo presidente gallego le está costando ganar presencia dentro del partido en España. No es frecuente verle asistir a actos del PP nacional. Feijóo no faltaba, sobre todo desde que los conservadores iniciaron su recuperación en las encuestas tras la victoria de Isabel Díaz Ayuso en las autonómicas de Madrid. Cuando lo hace, pasa desapercibido frente a figuras de larga trayectoria o con gran eco mediático, como Ayuso, Moreno, Mañueco o López Miras.

“Estilo propio”

En Galicia, Rueda trata de marcar “estilo propio” con actividades que van desde las concentraciones moteras a la práctica del ciclismo. A Feijóo, muy celoso de su vida privada, nunca se le vio nunca en un evento que no fuese de naturaleza política o institucional, con pocas excepciones, como las fotos de sus paseos en yate con el narcotraficante Marcial Dorado.

Para darse a conocer, ha puesto en marcha una agenda de reuniones con grandes empresarios. El 21 de junio visitó una fábrica del grupo automovilístico Stellantis en Vigo y el 6 de julio hizo lo propio e el complejo del grupo Inditex en Arteixo. Apenas unos días antes se fotografió en dependencias de la Xunta con el Consejo de Administración de Ence para que la empresa, propietaria de la planta de pasta de papel a orillas de la ría de Pontevedra amenazada de cierre por los tribunales, pudiese anunciar su intención de abrir una nueva fábrica en la localidad coruñesa de As Pontes.

En lo sustancial, el proyecto político, Rueda no ha dado ningún indicio de que vaya a hacer otra cosa que gestionar los deberes que le dejó Feijóo. Para muestra, un botón: ha mantenido en sus puestos a los mismos conselleiros de su antecesor, con la única incorporación, ya mencionada, de Diego Calvo. 

En un gesto de distesción que no ha dado lugar a colaboración alguna, el nuevo presidente se reunió por separado en los primeros días de su mandato con los líderes del BNG y PSdeG. Como su antecesor, recurre con frecuencia en el Parlamento a culpar al Gobierno de Pedro Sánchez de cualquier cosa negativa que ocurra en Galicia al tiempo que se anota el mérito de todo lo positivo. Y se queja, igual que su partido, de que el presidente del Ejecutivo todavía no le haya recibido en audiencia en La Moncloa después de su elección como presidente —las últimas informaciones dicen que será el 28 de julio—.

El lunes presidirá su primer día de Galicia, empañado por los peores incendios que se recuerdan en la comunidad en muchos años, desde 2006. La virulencia de algunos de ellos, de una potencia e inestabilidad extraordinarias, está fuera del alcance de los medios de la Xunta, que ya ha prometido ayudas de hasta el 100% para los damnificados.

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Su papel como presidente del PP le haría responsable de las decisiones que el partido debe tomar de cara a las elecciones municipales de 2023, en las que tiene la obligación de recuperar poder municipal después del fracaso de 2019. Pero nadie duda de que Feijóo y su lugarteniente en Génova, el también gallego Miguel Tellado, serán quienes tomen la decisión final sobre los candidatos. De nuevo el peso de su antecesor le resta protagonismo.

La última vez que los gallegos eligieron a sus representantes locales la alcaldía más grande que consiguieron fue la de Arteixo, un municipio limítrofe con A Coruña con apenas 33.000 habitantes. Las siete ciudades —A Coruña, Ferrol, Vigo, Lugo, Santiago, Ourense y Ponyevedra— están en manos de otros partidos.

Feijóo parte con un colchón envidiable de cara a las autonómicas: los 42 diputados a que Feijóo conquistó el 12 de julio de 2020, en plena pandemia, hace ahora exactamente dos años. El aparato mediático que durante años sirvió a su antecesor y las dificultades de la izquierda estatal —PSOE y Unidas Podemos— para construir estructuras sólidas, unidas y asentadas en el territorio también juegan a su favor. 

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