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El trabajo no da la felicidad o por qué Bertrand Russell estaría de acuerdo con Yolanda Díaz

El filósofo Bertrand Russell.

El trabajo debería ser un medio para generar sustento, y no lo que estructure nuestra vida. Este pensamiento, que nos puede parecer muy actual, lo escribió Bertrand Russell, filósofo y matemático inglés, en su ensayo Elogio de la ociosidad, en 1932. La felicidad, sostenía, se obtiene del ocio y nunca de las horas de trabajo. 

En el ajetreo constante de nuestra sociedad, regresar a casa agotado y con escasa energía para disfrutar de lo que más nos gusta hacer es una realidad para muchas personas. Russell sostiene que esta situación se debe a la educación que hemos recibido y que prioriza la "virtud del trabajo" sobre el ocio, inculcándonos la creencia de que "ganar dinero es bueno, mientras que gastarlo es malo". Estos razonamientos siguen hoy vigentes para Juan Antonio Fernández Manzano, profesor de Filosofía de la Universidad Complutense, “incluso con más urgencia que en su propio tiempo”. Se nos inculca, dice, “la productividad, el esfuerzo, la abnegación, el sacrificio y otras virtudes burguesas’, así como el permanente afán de consumo”. Como explica Fernández Manzano, frases como "tú puedes", "reinvéntate", "las crisis son oportunidades", "sigue luchando"... resuenan en buena parte de los medios, perpetuando esta dinámica del esfuerzo sin importar las consecuencias. 

Esto para Russell es algo inconcebible en un mundo moderno. De hecho, creía que la “técnica moderna” debía ser una gran aliada para liberar de carga a los trabajadores. Pensaba que “la técnica moderna ha hecho posible reducir enormemente la cantidad de trabajo requerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos”; sin embargo, esto no se ha terminado de traducir en un aumento del tiempo libre. Para Fernández Manzano ha tenido incluso el efecto contrario: “La eficiencia productiva ha sido empleada desde sus inicios no para mejorar los horarios de los trabajadores sino para aumentar los beneficios y reducir plantillas”. 

Reducción de la jornada laboral

Para disfrutar de la felicidad de la que habla Russell es imprescindible que se reduzca el tiempo de trabajo diario. El filósofo lo tiene claro: con ayuda de la modernización industrial sería suficiente trabajar cuatro horas al día. “Si el asalariado ordinario trabajase cuatro horas al día, alcanzaría para todos y no habría paro”, escribía en Elogio de la ociosidad

Hasta el día de hoy no hemos escuchado ninguna propuesta tan ambiciosa como la de Russell, pero desde hace meses resuena la de Sumar, que pretende que se reduzca la jornada laboral de las 40 horas semanales hasta las 37,5, línea de reducción que tiene como objetivo final la reducción hasta las 32 horas semanales, una semana laboral de cuatro días. Carmen González Marín, profesora de Filosofía en la Universidad Carlos III de Madrid, cree que el filósofo inglés estaría de acuerdo con la medida, porque a pesar de que la rebaja no es comparable, cualquier avance a tener más tiempo libre encaja con el pensamiento de Russell. “Al final el trabajo tiene un componente utilitarista que el ocio no tiene, es algo que uno hace por placer”, apunta. 

¿Qué hacer en las horas libres?

La líder de Sumar, Yolanda Díaz, ha asegurado en varias ocasiones que esta es una medida “revolucionaria” porque el "tiempo es lo más valioso" para los que no tienen "grandes propiedades ni apellidos importantes". De nuevo esto encaja con el pensamiento de Russell, quien denunciaba cómo para los ricos es “una idea escandalosa” que los pobres tengan tiempo libre, porque “no sabrían cómo utilizarlo” o lo malgastarían. En Sumar afirman que mediante la reducción de jornada los trabajadores serían “más libres”, pues en esa hora menos de trabajo podrían “descansar y dormir, estar con los suyos o hacer lo que les dé la gana". 

Sobre este tiempo libre, Russell puntualiza: “No intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras frivolidades”. Cree que se podrían despertar “aficiones que capaciten al hombre para usar con inteligencia su tiempo libre”, por ejemplo, “los que tuvieran curiosidad científica podrían satisfacerla” o todo pintor podría pintar sin morirse de hambre”.

A pesar de que la reducción que proponen desde Sumar es insuficiente para las aspiraciones de Russell, cualquier disminución de la jornada laboral seguro que tiene una gran acogida entre los trabajadores, según cree González Marín. Al mismo tiempo, esta filósofa señala una gran brecha entre las pretensiones de Russell y cómo este tiempo libre podría ser ocupado en la actualidad. Mientras que el inglés fantasea con la recuperación de tradiciones pasadas como las “danzas campesinas”, González Marín advierte: “Con el miedo que nos produce en estos tiempos la idea de estar colgados en las redes o de los móviles, si tuviéramos menos horas de jornada laboral probablemente incidiríamos más en este tipo de conductas, algo que podría ser peligroso o incluso más alienante que el propio trabajo”. 

No basta con trabajar menos horas

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Para que los trabajadores consigan ser más felices y sentirse realizados, González Marín y Fernández Manzano coinciden en que no basta con disminuir las horas diarias trabajadas. El problema, según explica la filósofa, es que no poseemos una estructura que respalde a un trabajador que en su tiempo libre quiera dedicarse a aprender nuevas habilidades. Cree que “además de la reducción de jornada, se debería de favorecer” —mediante el acceso a la educación o la actualización— que las personas dediquen su tiempo libre “a aprender bioquímica o mejorar su informática” para que esto pudiera ser “un fundamento para su propia felicidad”.

“La apertura de espacios y tiempos para poder disfrutar de estas posibilidades va mucho más allá de la reducción de la jornada laboral, que sin duda es un primer paso en la buena dirección, pero insuficiente si no va acompañado de medidas que avancen en la dirección del decrecimiento, la sostenibilidad medioambiental, el reparto del trabajo y la riqueza y en la meta colectiva de propiciar el desarrollo humano en toda su variedad”, explica Fernández Manzano. 

Al mismo tiempo, y esto es algo a lo que Russell no dedica demasiada reflexión, es difícil sobrellevar todo esto si los trabajadores no tienen ayudas económicas, como explica González Marín. “Simplemente es tan terrible como esto”, lamenta. La filósofa apunta a que en un mundo como el actual es idílico pensar en que la simple reducción de la jornada laboral pueda desencadenar un cambio tan grande como el concebido por Rusell.

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