“Hemos enviado un documento a última hora de la tarde sobre las concesiones territoriales que Ucrania podría aceptar, pero es una cuestión que el presidente ucranio y su población deben responder”. Con esta frase sobre la teleconferencia que este miércoles mantuvieron los dirigentes de Francia, Reino Unido y Alemania con el presidente Donald Trump, el canciller Friedrich Merz confirmó un cambio en la hasta ahora inamovible posición que la Unión Europea, y por extensión socios como Londres, habían mantenido respecto a la guerra de Ucrania: que sus fronteras y la integridad del país eran condiciones sine qua non para cerrar un acuerdo de paz con Rusia.
Europa cede y este giro que se empieza a vislumbrar llega por boca del dirigente de la primera potencia del continente, el principal contribuyente de la UE y un actor que hasta hace poco tenía poca influencia en la OTAN, dado el tamaño de sus fuerzas armadas y su baja inversión en defensa, pero que empieza a convertirse en la potencia militar de antaño con un milmillonario programa de rearme durante los próximos años.
Friedrich Merz realizó esas declaraciones delante del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, precisamente la voz continental más favorable a las tesis de Donald Trump sobre la forma de sellar la paz entre Kiev y Moscú o sobre el gasto militar que, a ojos del estadounidense, deben realizar los países europeos. El canciller anunció que las tres grandes potencias europeas “deberíamos finalizar las discusiones [...] con la Administración estadounidense” que sienten las bases de un acuerdo. El intercambio de propuestas continuará en los próximos días, durante el fin de semana y, si hay avances significativos, Merz no descarta una reunión en Berlín con altos dirigentes de la Administración de Trump. “Estoy bastante confiado en que podemos tener éxito”, remachó el germano.
Todo un giro de guion que coge a Bruselas y a las autoridades comunitarias a contrapié, por mucho que se insistiese en que “los europeos debemos ser parte del proceso, ninguna paz debe alcanzarse sin que estemos involucrados”. Porque ese nosotros no se refiere al conjunto de los 27 pilotados por la Comisión Europea, sino a las principales potencias continentales negociando bilateralemente con los Estados Unidos un arreglo sobre la invasión rusa.
Merz, el presidente galo, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Keir Starmer, parecen haber tomado nota de las recientes palabras de Trump con las que se refirió a los países europeos como naciones “en decadencia”, “débiles” y les acusó de “querer ser políticamente correctos” y “no saber qué hacer” sobre Ucrania.
Mientras las tres potencias europeas asumen un rol más propio del Congreso de Viena del siglo XIX, en el que unos pocos países rediseñaban las fronteras y equilibrios de poder en el continente, la Alta Representante Exterior de la UE, Kaja Kallas, guarda silencio. También lo hacen en su equipo, y en público desde la Comisión se limitan a afirmar que “todos deseamos y no sólo deseamos, estamos adoptando cualquier medida concreta para poner fina a esta horrible guerra que ya dura demasiado desde que comenzó”.
Paula Pinho, portavoz jefe de la presidenta Ursula von der Leyen, explica que “la Unión Europea y también representantes de la Comisión están debatiendo con Ucrania y con los Estados Unidos cuáles son los principales puntos de la UE en estas discusiones” para acabar con la guerra. La realidad es que la Casa Blanca ya sólo habla con los dirigentes de las principales potencias continentales y que su secretario de Estado, Marco Rubio, no mantiene con Kallas una conversación desde hace semanas. A finales de noviembre, Rubio rechazó una videoconferencia con Kallas, tras expirar la primera fecha límite que Trump había dado a Kiev para aceptar un acuerdo con Moscú.
Sólo Antonio Costa se revuelve ante Washington
El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, se está convirtiendo en los últimos días en la única autoridad comunitaria en alzar la voz ante las continuas críticas procedentes de la Casa Blanca. Tras las recientes duras palabras de Trump, el portugués ha exigido “respecto” hacia la Unión y “a las elecciones democráticas de nuestros ciudadanos, igual que nosotros respetamos a los ciudadanos americanos cuando eligen al presidente de los Estados Unidos".
Costa ya había sido el único alto dirigente de la burbuja bruselense en reprochar la visión que Washington ofrecía de la UE en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional al denunciar que “no podemos aceptar la amenaza de interferir en la vida política de Europa. Los Estados Unidos no pueden reemplazar a los ciudadanos europeos para escoger cuáles son los buenos partidos y los malos partidos”.
Ver másEuropa observa impotente cómo Washington negocia la resolución de la guerra en Ucrania
En ese documento de 33 páginas, la Administración Trump hacía responsable a la UE de “los grandes problemas que afronta Europa”, ya que “erosiona la libertad política y la soberanía”, además de culparla de “políticas migratorias que están transformando el continente y creando conflictos", de "censurar la libertad de expresión" y de "supresión de la oposición política”. El documento reprochaba una “falta de autoconfianza” en los líderes europeos, siendo la “más evidente en su relación con Rusia”, donde, según la visión de la Casa Blanca, “los aliados europeos tienen una ventaja de significativo fuerte poder en casi cualquier aspecto, salvo las armas nucleares”, que no habían aprovechado durante la guerra en Ucrania.
Esa nueva Estrategia de Seguridad Nacional plasmó oficialmente las tesis del escenario en el que la Casa Blanca considera que debe imponer un acuerdo de paz entre Kiev y Moscú, aunque no satisfaga las condiciones de la Unión. Justo después de conocerse ese documento, París y Berlín junto a Londres han acelerado el trabajo con Washington sobre los borradores que establecerían las condiciones del fin de la guerra.
Las fechas sobre el intercambio de propuestas con Estados Unidos y para la posible reunión reveladas por el canciller Merz ante el secretario general de la OTAN son claves. En una semana los líderes de los 27 se reunirán en Bruselas para la última Cumbre Europa del año, una cita donde Antonio Costa, presidente del Consejo y anfitrión, asegura en una carta enviada a los mandatarios: “Mantendremos discusiones cruciales” porque “los recientes desarrollos sobre Ucrania destacan la necesidad de una acción urgente de la UE”. El Gobierno alemán parece querer llegar asegurando la paz con Moscú a cambio de cesiones territoriales por parte de Kiev.
“Hemos enviado un documento a última hora de la tarde sobre las concesiones territoriales que Ucrania podría aceptar, pero es una cuestión que el presidente ucranio y su población deben responder”. Con esta frase sobre la teleconferencia que este miércoles mantuvieron los dirigentes de Francia, Reino Unido y Alemania con el presidente Donald Trump, el canciller Friedrich Merz confirmó un cambio en la hasta ahora inamovible posición que la Unión Europea, y por extensión socios como Londres, habían mantenido respecto a la guerra de Ucrania: que sus fronteras y la integridad del país eran condiciones sine qua non para cerrar un acuerdo de paz con Rusia.