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500 años de la excomunión de Lutero, la antesala de las guerras religiosas del viejo continente

Pintura de Julius Hübner (Der Anschlag von Luthers 95 Thesen) hecha en el siglo XIX que recrea el clavado de las noventa y cinco tesis, por parte de Martín Lutero

Mauro Tortosa

Como los caballeros del siglo XVI que para darse a conocer se retaban a duelo en los llamados carteles de desafío, cuenta la leyenda que un monje agustino indignado por la venta de indulgencias de la Iglesia católica —utilizadas por los creyentes para librarse de los pecados— clavó en las puertas de la iglesia de Wittenberg (Alemania) un 31 de octubre de 1517 las 95 tesis que desafiaban a la Curia romana. Aquello sentaría las bases de la Reforma protestante, cuya expansión generó toda una cadena de guerras de religión por Europa y un enfrentamiento sin precedentes en el seno del cristianismo. Hablamos de Martín Lutero (1483-1536), el padre del protestantismo que fue excomulgado por la Santa Sede el 3 de enero de 1521 mediante la bula Decet Romanum Pontificem.

Seguramente y atendiendo a las costumbres de la época el monje mandaría por correo el texto de protesta al obispo de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, en lugar de fijarlo en las puertas de un templo a modo de valla publicitaria. Con la fe mercantilizada al extremo a través de la venta del perdón a los fieles con el objeto de recaudar fondos para la construcción de la Basílica de San Pedro de Roma, el joven religioso denunció a través de las tesis los abusos de poder en que incurrían los eclesiásticos señalando directamente a León X. “El papa no puede remitir culpa alguna [perdonar], sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios”, declaraba la tesis 6 en la copia que se reenvió a Roma. El Vaticano no tardó en responderle y lo calificó de “borracho” asegurando que "se arrepentiría cuando estuviera sobrio".

Un punto ciego de la Edad Media y Moderna

Aunque el monje promovió la “libertad religiosa”, —las tesis surgidas de la Reforma protestante sostenían que no existe una única iglesia, sino miles de ellas con diversas denominaciones a lo largo del mundo— en la práctica las enseñanzas de Lutero derivaron en una versión única del cristianismo. Se proscribió y persiguió cualquier acto de fe disidente, dándose la paradoja de que acabó produciéndose, en algunas ocasiones, el hostigamiento que la Iglesia católica había hecho a través de la Inquisición. En Inglaterra Enrique VIII inició una purga en la comunidad católica cuando en 1534 el Acta de Supremacía, lo proclamó como jefe absoluto de la Iglesia del país y declaró traidores a cualquiera que simpatizara con el papa de Roma. Los príncipes alemanes obligaron a las poblaciones de sus territorios a convertirse en protestantes a través de la cláusula del ius regio, eius religio (la confesión religiosa del príncipe se aplica a todos los ciudadanos del territorio). En Irlanda los católicos fueron arrojados en los acantilados de Moher y muchos asesinados bajo las órdenes de Oliver Cromwell

Lutero sembró la base ideológica del movimiento nacionalista alemán más excluyente y es que no era ningún secreto que era un antisemita. En 1543 escribió Sobre los judíos y sus mentiras, libro en el que llegó a decir: “Los judíos son un pueblo abyecto y despreciable, es decir, no un pueblo de Dios, y su jactancia de linaje, su circuncisión y su ley deben ser considerados sucios”. No es ninguna casualidad que el primero pogromo nazi, la noche de los Cristales Rotos en 1938, fuera justificado, según algunos historiadores, como una acción en su honor o que en las elecciones de 1933 Hitler se presentará con un cartel donde la imagen de Lutero y la cruz gamada aparecían juntas.

Pero como en casi todos los episodios de la historia siempre existen luces y sombras y el luteranismo no es ninguna excepción. En 1521 se encerró voluntariamente en el castillo de Wartburgo y empezó a traducir al alemán el Nuevo Testamento—basándose en la primera edición que Erasmo de Rotérdam había redactado en 1516—. Entre 1523 y 1524 lo hizo del Antiguo Testamento, pero no fue hasta 1534 cuando apareció la traducción completa. Sus esfuerzos en acercar la Biblia a la lengua que hablaba el pueblo contribuyó en primer lugar, a desmitificar estos textos sagrados —la mayoría de la población era analfabeta y la Iglesia ejerció un monopolio cultural aprovechando que los textos se redactaban en latín— y en segundo lugar, al desarrollo del propio idioma, ya que la gramática alemana se construyó teniendo como base la Biblia de Lutero.

Sus tesis reformistas abogaban por un entendimiento con Dios directamente a través de los textos bíblicos, sin intermediarios como "los romanos" (así hacía referencia Lutero al clero católico). De esta forma, el individuo tomaba importancia en la corriente luterana, ya que su relación con Dios era directa y el arrepentimiento no requería de la figura del cura para su absolución. De ahí, que la represenación del pastor tenga una visión menos mitificada y puedan realizar actos como casarse, por ejemplo. No obstante, en la realidad no disminiyó el número de sacerdotes en el Sacro Imperio, sino que se configuró un nuevo cuerpo sacerdotal luterano. 

Sus argumentos no tardaron en propagarse por toda Alemania como la pólvora gracias a la recién inventada imprenta de tipos móviles que diseñó Gutenberg a mitad del siglo XV. Como un profeta que reúne a sus seguidores, Lutero sembró las bases del protestantismo en el ducado de Sajonia y siglos más tarde acabaría convirtiéndose en una de las comunidades religiosas más importantes del mundo —en la actualidad se calcula que existen más de 500 millones de protestantes, el 22% del cristianismo—. La difusión de sus ideas por Europa generó guerras por todo el viejo continente. La pugna por la homogeneización religiosa había sido uno de los mantras de Carlos V, que basaba su concepción del imperio en la unidad de la religión como pretexto para frenar a los turcos. Dos décadas antes de que fuera proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, en España en 1492 los Reyes Católicos había expulsado a los judíos y a los musulmanes imponiendola uniformidad religiosa —se dejaba atrás aquella rareza positiva tan característica de la península Ibérica medieval donde convivieron durante varios siglos cristianos, judíos y musulmanes—.

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Los primeros conflictos

La gran crisis que provocó la Reforma protestante penetró primero en Alemania. Príncipes alemanes y centroeuropeos decidieron expropiar los bienes de la Iglesia y los campesinos dejaron de pagar los diezmos, impuesto obligatorio que correspondía al 10% de sus ingresos . La negativa de los protestantes a la tentativa de Carlos V de someterles a las tesis de Roma derivó en una guerra que socavó Alemania durante décadas. Finalmente, el emperador no tuvo otra opción que aceptar la inevitable “libertad de culto” que predicaba la nueva confesión religiosa a través de la Paz de Augsburgo de 1555. Este suceso sería uno de los factores que explicarían la abdicación de Carlos V en favor de su hijo Felipe II y de su hermano Fernando I de Habsburgo.

Pero cuando la nobleza protestante de Bohemia se levantó contra el emperador a principios del siglo XVII, el conflicto adoptó una magnitud continental y derivó en una especie de Primera Guerra Mundial de las religiones, con dos alianzas al frente: la católica que agrupaba el Sacro Imperio Romano Germánico, España y la Liga Católica Alemana, y la protestante integrada por Bohemia, Dinamarca, Suecia, los Países Bajos, la Unión Evangélica y Transilvania, además del apoyo externo de Francia, que aun siendo un país católico, se implicó en la guerra para derrocar la dinastía de los Habsburgo que gobernaba el Sacro Imperio. El conflicto que duró tres décadas fue conocido como la guerra de los 30 años. Finalizó en 1648 con la firma de la Paz de Westfalia. Todo este proceso mermó el inmenso poder temporal del papa en la política europea, que progresivamente se fue secularizando.

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