Fernando Vallespín: "En esta sociedad de masas, lo que digan ciertas élites se la trae al fresco a la mayoría"

Fernando Vallespín

Fernando Vallespín (Madrid, 1954) considera que actualmente hay cierta confusión a la hora de considerar a alguien como un intelectual: "Se hace difícil saber qué entendemos por intelectuales porque muchos se autocalifican de tales. Los intelectuales tradicionales eran los que prestaban su voz para la defensa o la crítica de determinados posicionamientos ante situaciones especiales o excepcionales". Así opina el Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y profesor visitante de las universidades de HarvardHeidelbergFrankfurt, Veracruz y Malasia. Entre 2004 y 2008 fue, además, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Vallespín ha publicado varios libros y cientos de artículos académicos en revistas nacionales y extranjeras con especial predilección por la teoría política contemporánea. Entre sus obras más destacadas se encuentran Nuevas teorías del contrato social o El futuro de la política. Actualmente colabora en varios medios y es columnista en el diario 'El País'.

A su juicio, los intelectuales del pasado tenían mucha más presencia en la vida pública que en la actualidad, principalmente porque la sociedad de antes era más "elitista" y la opinión pública estaba "más controlada por la prensa e influían sobre su propio círculo". Según explica a infoLibre, no es algo que haya desaparecido hoy en día, pero los llamados intelectuales influyen en menor medida en la sociedad en general y lo hacen sobre todo "sobre las personas con mayor nivel educativo, que tienen también más curiosidad intelectual y saben ponderar mejor la relevancia de algunos de estos personajes".

Precisamente por esto, no considera el catedrático que los ciudadanos tengan idealizados a los intelectuales y pone como claro ejemplo el caso de Estados Unidos, "donde prácticamente todos los intelectuales se pronunciaron en contra de Trump y aún así éste consiguió ganar las elecciones". "En esta nueva sociedad de masas en la que habitamos, lo que digan ciertas élites se la trae al fresco a la mayoría", apostilla.

La opinión se ha democratizado y, en consecuencia, la voz del intelectual, con contadas excepciones, acaba presentándose como una voz más

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El catedrático opina que la inmediatez y la aceleración de información hacen que esas "opiniones" no duren nada y no se introduzcan dentro del debate público. Además, observa que a aquellos que emiten esas opiniones "se les dota de importancia cuando coinciden con las nuestras", mientras que "se ignoran o descalifican" cuando no nos gustan. Es por ello que Vallespín tiene en cuenta lo poco familiarizados que están los intelectuales con las redes sociales ya que "algunos tienen su cuenta de Twitter, por ejemplo, donde sueltan sus opiniones de vez en cuando, pero la celeridad con la que suelen leerse los distintos pronunciamientos, unido a la celeridad de la comunicación, hace que queden casi silenciadas". Además, muchos de ellos no las entienden y "les inhibe el ser tan fácilmente objeto de acoso en la red".

Por todo ello, el politólogo no cree que la mayoría de los jóvenes posean referentes intelectuales. "Algunos seguramente sí", concede, aunque sean personas que "funcionan como referentes icónicos que no se sabe bien qué es lo que propugnan en realidad o por qué importan". De ahí que Vallespín reflexione sobre la idea de que vuelvan a aparecer programas de tertulias culturales, pues los de antaño eran espacios televisivos "estupendos" y que favorecían "el debate sereno entre personas que buscaban el entendimiento, no la confrontación". "Ahí debería poder conjugarse la voz de los expertos con la de los intelectuales, periodistas y personas más modestas", plantea.

Por último, el catedrático considera que los medios no son los culpables de darle el protagonismo actual a los sabios de ahora, pero apunta que influyen en la manera en la que el intelectual se posiciona en público. "Creo que la causa principal hay que verla en la forma en la que se ha reestructurado el espacio público, que deja poco sitio para la reflexión pausada y ha caído bajo la dictadura del entretenimiento y la aceleración", explica. Volviendo sobre el uso de las redes sociales, opina que se trata de una plataforma que consigue inmediatez y "favorece una relación primaria" y, justo por eso, "la opinión se ha democratizado y, en consecuencia, la voz del intelectual, con contadas excepciones, acaba presentándose como una voz más".

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