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Fuera de foco

Luis Landero vuelve a la "vieja inocencia infantil" del verano

El escritor Luis Landero.

A Luis Landero (1948​, Alburquerque, Badajoz) no parece irle el escanso. El prolífico novelista, premio de la Crítica y el Nacional de Literatura por su ópera prima Juegos de la edad tardía (1989), ha publicado la friolera de cinco libros en los últimos diez años con títulos tan sonados como El balcón en invierno (2014).

Su última novela, La vida negociable(Tusquets), espera en nuestras librerías más cercanas desde enero de este año. En ella narra en primera persona al más puro estilo de la novela picaresca, con un particular humor cruel, la vida de su antihéroe, Hugo Bayo.

Mientras su obra nos aguarda, él confiesa que este verano esperará el fichaje de Mbappé por el Real Madrid. Dada su actitud reposada, aunque "sin derecho a vacaciones" por su condición de jubilado, reconoce que puede huir de los vecinos más eufóricos, pero nunca de sí mismo ni de la actualidad mediática. Para Landero, el dolce far niente no es un verdadero placer: más bien, le resulta "agotador". Por último, reivindica "la impunidad" como símbolo veraniego de nuestra pícara y a la vez inocente infancia perdida. 

Pregunta. ¿De qué huye estas vacaciones?

Respuesta. Los jubilados no tenemos derecho a vacaciones, y en cuanto a lo de huir, toda huida es en vano, porque allá donde vayas te encontrarás contigo mismo. Pero un buen proyecto de fuga, y de mucha salud mental, sería huir de la actualidad mediática.

P. ¿Viaja de vuelta a casa, o a algún destino desconocido?

R. Casi siempre de vuelta a casa. Como los gatos, me gusta tener mi territorio fijo. Pero como leo mucho, siempre viajo a algún maravilloso lugar desconocido.

P. ¿Qué libros, películas o discos huelen más a tiempo libre?

R.  Los novelones del siglo XIX, las grandes biografías, las películas del Oeste, el silbar un tango a media mañana, el canto de los mirlos...

P. ¿Y qué lectura le acompaña en la bolsa de playa?

R. La primera y última vez que leí en la playa fue hace más de treinta años, una novela de Cunqueiro. Desde entonces no he vuelto a intentarlo, entre otras cosas porque no hay modo de encontrar una posición cómoda para leer.

P. ¿El peor vecino de piscina que se pueda imaginar?

R. El eufórico. Odio la euforia veraniega. Y esas madres que se pasan todo el rato aconsejando o riñendo a los niños. Definitivamente, prefiero la ducha.

P. ¿Aprovecha estos meses para adelantar trabajo, o el descanso es sagrado?

R. No, yo no dejo nunca de trabajar, es decir, de escribir, o de cortejar algún proyecto literario. Yo descanso escribiendo o enredando con mis cuadernos y mis lápices, y el ocio, o mejor dicho, el no hacer nada, es lo que me agota. El día que no escribo, salvo excepciones, es un día perdido. No lo digo, claro está, presumiendo de una virtud, sino solo como constatación de una manía.

P. ¿De qué asunto o personaje estará pendiente aun estando de vacaciones?

R. De Mbappé, por si viene o no al Madrid. Por lo demás, sigo leyendo seis o siete periódicos cada día, sobre todo la política internacional. La nacional suelo saltármela.

¡Los relatos no son inocentes!

P. Si le digo “verano de infancia”, ¿qué imagen se le viene a la cabeza?

R. Correr y correr por el campo sin cansarse nunca. Y, sobre todo, impunidad. En verano, incluso de mayor, hay algo que invita a liberarse de culpas, responsabilidades y prejuicios. Parece como que revivimos la vieja inocencia infantil.

 

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