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Miguel Ríos: "Debería formar parte de nuestra higiene mental básica estar correctamente informado"

No es que Miguel Ríos (Granada, 1944) sea un viejo rockero, no, qué va. Esa etiqueta no le hace justicia porque es más que eso: un pionero. Y ahí sigue sobre los escenarios a sus 78 años, como si el paso del tiempo no fuera con él, viviendo en la carretera a bordo de un autobús y comprometido con sus ideas en la consecución de un mundo mejor. Una tarea ardua y complicada en estos tiempos extraños, pero alguien tiene que hacerla. Y si los viejos rockeros nunca mueren, imaginemos los pioneros.

"Todos los días me llegan ejemplos para creer en el ser humano. Me supone un chute de esperanza la solidaridad con la que millones de personas reaccionan ante las catástrofes naturales o provocadas por sistemas corporativos deshumanizados que buscan el beneficio a cualquier coste", apunta a infoLibre.

Y profundiza: "Cuesta ser optimista tal y como pintan las cosas. Pero en el camino evolutivo en el que se encuentra la humanidad hay que pasar con rabia por los retrocesos y tirar cohetes cuando se da un pequeño paso, como la eutanasia, la subida del salario mínimo, el derecho a elegir sexo, la lucha por la igualdad de la mujer… Esas pequeñas cosas que canta Serrat".

Como él mismo acaba de reconocer, cuesta ser optimista para encarar "los malos tiempos provocados por la desigualdad más rampante desde que existe la democracia". Pero tiene una receta: "No rendirse y seguir peleando por la dignidad y los derechos de las personas del planeta Tierra". También en verano, claro, pues tal y como señala, cuando llega el estío los músicos son como labradores: "Es nuestro tiempo de cosecha y es cuando más conectados estamos, así que viajamos donde nos contratan e intentamos volver a sembrar buen rollito. Lo de la cultura no es, o no debe ser, estacional".

El ruido político es la banda sonora de estos tiempos, y arrancó con Reagan y la Thatcher alimentando el infierno social

La cultura siempre como herramienta para edificar ese mundo mejor que idealizábamos hace unas líneas. La cultura también como muro de contención contra esas noticias falsas que no hacen otra cosa que intoxicarnos y enfrentarnos para beneficio de terceros. "Estar correctamente informado debería formar parte de nuestra higiene mental básica", remarca.

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Porque, según plantea, si te dejas "bombardear" por las fake news y te las crees, "ser pesimista es lo menos malo que te puede pasar". "Lo tienes fatal si te conectas con el canal erróneo", indica, para luego resaltar: "Lo del ruido político es la banda sonora de estos tiempos, y arrancó con Reagan y la Thatcher alimentando el infierno social. Por la mañana te levantas de la cama, te lavas los dientes y te pones tu emisora preferida y el periódico correcto. Si no, no levantas cabeza".

Aboga, por pura supervivencia de cara al futuro más inmediato, por interesarse en conocer quien está detrás de las noticias que leemos para "huir de las intoxicaciones innecesarias". "Me informo en los canales que me son afines ideológica, ética y estéticamente, y cuando quiero cabrearme por algún motivo masoca, escucho al enemigo. Personalmente, a mí me va tan bien, sesenta años en el oficio y sigo porque me gusta, que solo puedo estar contento y agradecido a la vida. Pero eso no me impide que conviva con el dolor colectivo que produce la desigualdad en las buenas personas. Y ahí estoy, en el alambre", concluye.

Después de celebrar los cuarenta años de su emblemático directo Rock & Rios con dos conciertos llenos en el WiZink Center de Madrid, el granadino tiene un verano la mar de ocupado con conciertos por toda la península. Entre otros lugares, durante agosto pasará por Chiclana de la Frontera (Cádiz), La Adrada (Ávila), Celanova (Ourense), Campo de Criptana (Ciudad Real) o Mérida (Badajoz). Y lo que te rondaré morena, pues a Miguel le queda mucha carretera en sus venas.

No es que Miguel Ríos (Granada, 1944) sea un viejo rockero, no, qué va. Esa etiqueta no le hace justicia porque es más que eso: un pionero. Y ahí sigue sobre los escenarios a sus 78 años, como si el paso del tiempo no fuera con él, viviendo en la carretera a bordo de un autobús y comprometido con sus ideas en la consecución de un mundo mejor. Una tarea ardua y complicada en estos tiempos extraños, pero alguien tiene que hacerla. Y si los viejos rockeros nunca mueren, imaginemos los pioneros.

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