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La seducción de Anne Lister

Suranne Jones y Sophie Rundle en una imagen promocional de 'Gentleman Jack', de Sally Wainwright.

Gentleman Jack es un drama de época situado en la primera mitad del siglo XIX en Halifax, Yorkshire, Inglaterra, una pequeña ciudad de provincias entonces y ahora. La serie creada y escrita por Sally Wainwright —que dirige también la mitad de sus ocho episodios— se ocupa de los negocios, lazos familiares y, sobre todo, amoríos de la alta sociedad, con un gusto especial por el detalle y un obvio conocimiento de la realidad histórica del momento. Todo esto sonaría algo visto, lejos de cualquier radicalidad, si no fuera por su protagonista, Anne Lister, heredera de una de las familias con más pedigrí de la región, terrateniente, empresaria minera, viajera, alpinista, escritora y lesbiana, conocida, de hecho, como "la primera lesbiana moderna". 

De esta forma, la obra de Wainwright, una coproducción de la BBC y HBO (y disponible en esta plataforma), pasa de ser una telenovela victoriana a convertirse en un drama con toques de comedia negra especiado por la arrolladora personalidad de su protagonista. Los espectadores podrían acusar a Gentleman Jack de inverosimilitud si no fuera por su escrupuloso respeto hacia la verdad histórica. La creadora —responsable también de la serie Happy Valley— se basa, para construir el guion, en el diario que Lister escribió a lo largo de toda su vida adulta, un relato de cuatro millones de palabras que, más que sus logros como exploradora, le acabarían dando fama internacional. En esta veintena de cuadernos, la heredera recogió el detalle de sus negocios, viajes, gastos y vida social, pero también —y esto en un código secreto— sus líos de faldas y sus frecuentes relaciones sexuales. Desde los años ochenta, los diarios de Lister se han considerado no solo el relato de una aventurera, o una interesante narración del día a día de una mujer adinerada de la época, sino uno de los más extensos testimonios históricos en primera persona de la experiencia homosexual femenina tal y como se entiende hoy en día. 

Uno de los grandes logros de la serie pasa por su confianza en el impagable personaje que es Anne Lister. Los diarios permiten conocer en profundidad los tejemanejes, preocupaciones y deseos de una mujer contradictoria y fascinante. Lister, apodada Gentleman Jack de forma jocosa por sus vecinos debido a sus atributos supuestamente masculinos —llevaba prendas de hombre, vestía completamente de negro—, desafiaba las imposiciones de género y dedicó toda su vida a derribar las barreras que pretendían acotar sus intereses al terreno doméstico: gestionaba las cuentas de su casa, era autónoma en sus negocios, viajaba sola, se interesaba por distintas disciplinas del saber —estudió anatomía en París y arte en Italia— y se desplazaba a menudo a pie, algo impensable para una mujer de su estatus en la época. Pero, a juzgar por su propio relato, era una casanova, deseosa de seducir a toda mujer que pareciera abierta a sus avances —y no eran pocas—, con una idea muy concreta y ciertamente machista de cómo debía ser su esposa. Sí, esposa, porque Lister estaba decidida a casarse, a formar un hogar con una mujer según los roles patriarcales tradicionales. 

Sally Wainwright no renuncia a estas contradicciones. De hecho, las abraza, consciente de su potencial a la hora de crear unos personajes complejos y una historia que se aleje del cliché. Gentleman Jack se sitúa en 1832, cuando Lister comienza una relación con Ann Walker, otra rica heredera que acabaría siendo su compañera —su esposa: se casaron en una iglesia cercana tomando juntas la comunión— hasta la muerte de la viajera en 1840. Esta relación empieza siendo una seducción en toda regla: Anne Lister está interesada, sobre todo, en la fortuna de Walker, y utiliza con ella toda suerte de trucos, los mismos que usaría un donjuán cualquiera. Pero poco a poco el noviazgo se transforma en algo más interesante, de forma que la relación de poder aparentemente clara entre las dos mujeres, una protectora y otra frágil, una decidida y otra dudosa, se termina invirtiendo, haciendo de la relación algo más allá del romance al uso. Y poniendo sobre la mesa, de paso, la manera en que las relaciones entre mujeres agitan radicalmente la concepción heterosexual del amor romántico. 

La creadora tampoco cae en la tentación de convertir la serie en una hagiografía y pintar a Lister como una heroína lésbica, un modelo a seguir. La protagonista, a quienes sus tíos dejaron en herencia casas y tierras, estaba en una posición ventajosa con respecto a las mujeres de su entorno, que normalmente dependían del matrimonio para tener acceso a la riqueza. De esta forma, Lister llegó a ser una rica propietaria, clasista como la que más, que trataba a sus empleados e inquilinos con justicia pero sin clemencia, contraria a cualquier tipo de avance que diera poder o autonomía a los obreros y campesinos. De la misma forma, el personaje resulta en ocasiones, tanto en la serie como en sus propios diarios, rudo, insensible, egoísta y obsesivo, y Wainwright no busca suavizar ninguna de estas aristas. En esto tiene la ayuda inestimable de Suranne Jones, la intérprete que le da vida, capaz de evocar el carisma arrollador de Lister, su energía, su capacidad de conquista —tanto amorosa como empresarial y social — y el idealismo oculto detrás de una máscara de pragmatismo e indiferencia. Lo mismo ocurre con Sophie Rundle, que da vida a Ann Walker, un personaje del que apenas quedan vestigios históricos, más sutil y oscuro. 

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En 2016, Sally Wainwright recibió una beca a la creación audiovisual que le daba tiempo para investigar y escribir el guion de una nueva producción. Lo invirtió, claro, en Gentleman Jack, un proyecto que había querido abordar desde hacía años. No en vano, la cineasta es vecina de Yorkshire, donde situó también Happy ValleyLast tango in Halifax, y creció hechizada por Shibden Hall, la casa familiar de los Lister, hoy un edificio protegido y convertido en museo —sobrepasado, por cierto, por la avalancha de seguidores deseosos de visitar los escenarios de la serie—. Wainwright empleó parte de su tiempo en impregnarse del contenido de los diarios, una dedicación que da riqueza y verosimilitud a la producción. Cristina Domenech, investigadora predoctoral en Literatura Inglesa en la Universidad de Málaga, y conocedora de la obra de Lister, ha desgranado en su cuenta de Twitter la relación entre la serie y los diarios. La fidelidad a los cuadernos va desde el listado de prendas masculinas y femeninas que vestía la protagonista hasta la reproducción de los propios diarios, la relación de Anne con su tía, el historial médico de Ann Walker o la velocidad extrema a la que caminaba Lister. 

Pero la serie se toma también ciertas libertades. No solo históricas, mezclando fechas y localizaciones por el bien de la narración —o desviándose, con menos fortuna, hacia tramas secundarias sobre los inquilinos de Anne—. También formales. Uno de los hallazgos de la producción es que Lister rompe la cuarta pared —como hacen también ficciones televisivas como Fleabag o House of cards— para reproducir la cercanía con el público que permite la escritura confesional de los diarios. Está en marcha ya una segunda entrega de la serie, en la que seguir las andanzas de la aventurera, quizás uno de los personajes más arrebatadores de la ficción televisiva actual. Solo que este es real y dejó tras de sí cuatro millones de palabras. ¿A cuántas temporadas equivalen?

 

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