‘The americans’, deslumbrante mirada al KGB en la época en la que Putin fue agente

Imagen de la serie 'The americans'.

Esperemos que pronto llegue la paz. De lo que firmen Rusia y Ucrania, de lo que toleren sus aliados surgirá un nuevo escenario geopolítico en el que estaremos mucho más atentos a Putin y la deriva de su gigantesco país.

Una serie sobresale entre todas las demás a la hora de retratar una cierta mentalidad que el presidente ruso puede compartir, The americans, que se emite en Disney +. Además, se trata de uno de los mejores dramas de la década pasada.

Protagonizan la historia dos espías del KGB durante la guerra fría, como lo fue el presidente de la Federación de Rusia. El periodo en el que se sitúa la acción de la serie abarca desde enero de 1981, con la investidura de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, hasta diciembre de 1987. Gorbachov y el propio Reagan firmaron entonces el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio.

Con ello comenzaban una etapa de distensión entre las entonces superpotencias y se podía entrever un deshielo en la Guerra Fría. El mundo iba a cambiar, y muy especialmente el de los espías. Ya olía a perestroika.

Putin trabajaba en el KGB a la vez que los protagonistas 

Por su parte, Vladímir Vladímirovich Putin estuvo a las órdenes del KGB más de quince años, desde 1971 hasta su dimisión en 1991, incluyendo por tanto el tiempo descrito en The americans.

Mientras él servía en la propia URSS y era destinado a Dresde, en la República Democrática Alemana, la acción de la serie se desarrolla en un suburbio cercano a Washington. Allí ejerce su secreta labor la pareja protagonista.

‘Ilegales’, los agentes con la identidad más secreta

Responden a una figura que se dio en realidad por entonces e incluso después, la de los ilegales. Se hacían pasar por americanos veinticuatro horas al día, también para sus propios hijos. Debían dejar de hablar ruso por completo. En este caso, para convertirse en un convencional matrimonio americano.

Su historia está contada en 75 irreprochables episodios de unos cuarenta y cinco minutos que llevaron la emisión original desde 2013 hasta 2018. En ellos no solo conocemos como desarrollan su labor, sino que se profundiza de manera reveladora en sus psicologías, en la mentalidad en la que se forjaron sus caracteres, en su visión de Occidente.

The americans es tan intensa, tan turbia buceando en el alma de sus personajes, tan inteligente en la trama, tan sorprendente y a la vez coherente como Los Soprano o Breaking Bad. Al final de algunos de sus episodios dan ganas de aplaudir, de hacer la ola, por su capacidad para absorber por completo la atención mientras se ven.

El primer capítulo puede parecer un poco rebuscado, pues el chalé de enfrente de los protagonistas pasa a ser ocupado nada menos que por un agente del FBI y su familia. Pero hay que confiar. Esta casualidad es aprovechada magistralmente por los creadores de la serie.

La “novia de América” convertida en despiadada enemiga del país

La pareja conocida en su entorno americano como los Jennings está compuesta por Elizabeth, interpretada por Keri Russell y Phillip, por el actor Matthew Rhys. Ella lleva su rigor comunista al límite. Tuvo que ser un shock para la audiencia estadounidense verla en este personaje.

Russell se había convertido en lo que el tópico conoce como “novia de América” con su juvenil personaje protagonista en la serie Felicity. Tras enamorar al país como una encantadora universitaria, su corte radical de pelo, por el que pasó de una brillante melena rizada a casi rapada, ya fue tomado como una traición y objeto de continuos debates. Aquí pasa ni más ni menos a ser una archienemiga de los Estados Unidos. Puede que tenga que ver con que su personaje en The americans no le haya granjeado premios importantes.

Y es que no se trata de una heroína de acción o fantasía, como se presentan en otras aventuras de agentes de inteligencia. Aparece aquí la creación de un personaje y una interpretación desasosegante y realista, de una introspección minuciosa que recorre cada recodo de la mente de Elizabeth.

Matthew Rhys interpreta a la otra parte de la pareja, la que alberga alguna duda ante la férrea y maniquea visión del mundo que se ve obligado a mantener. Más permeable a los cambios en el entorno y en el mundo, se muestra más fiel aún a su compañera que a su patria. El actor galés y Keri Russell se enamoraron durante el rodaje y siguen juntos en la actualidad.

Un matrimonio diferente, un equipo apasionante

Los Jennings no son un matrimonio convencional. La suya es una unión acordada por el KGB para servir a la causa. En su relación, la lealtad, el sexo o la intimidad tienen un sentido absolutamente diferente a los de las parejas sentimentales comunes.

Y, sin embargo, para sus propios hijos, una adolescente y un niño, son como los padres de sus amigos. Al menos así lo intentan con esfuerzo. En el caso de este programa de espionaje la mentira tiene que ser perfecta. También el trabajo legal tiene que ser verdadero y no una mera fachada.

Ni siquiera pueden relacionarse con la rezidentura, la parte de la embajada rusa en Washington -y en otras ciudades- dedicada al espionaje, controlada por el propio KGB. Su única conexión es con un enlace, también altamente encubierto y dependiente directamente de Moscú. Así consiguieron los soviéticos mantener a estos agentes durante años sin que se descubriera su identidad.

La historia se mueve en capas que incluyen las relaciones entre la pareja como tema principal e inagotable, las tramas de espionaje llenas de secretos, peligro y disfraces y como telón de fondo el escenario político mundial, con especial énfasis en la forma soviética de ver el mundo.

Serie de época que no buscaba lecturas en el presente

Los creadores insisten en sus declaraciones en que la serie no trataba de tener lecturas presentes, del momento en que fue escrita. Buscaba enraizarse en la forma de actuar y entender las relaciones entre países de la época que se retrata.

Eso le añade valor a la hora de entender los sentimientos que parte de los soviéticos, posiblemente Putin también, mantuvieron durante esos años hacia los estados democráticos. Los personajes pro soviéticos de la serie consideran débiles e hipócritas a nuestras sociedades. El personaje de Elizabeth coincide con una perspectiva que Putin ha verbalizado, por ejemplo, como es su rebeldía contra Gorbachov.

En su lucha, a menudo sanguinaria e implacable, los ilegales creen trabajar por construir un mundo mejor. Los agentes americanos también cruzaban líneas rojas en su desempeño, y Reagan mientras acuñaba en sus discursos el concepto del “imperio del mal” para referirse a la URSS.

Creada por un antiguo agente de la CIA

La serie es una invención, pero no la de alguien cualquiera. Su germen es el recuerdo e investigación de la época de Joe Wiesberg, quien había sido oficial de la CIA brevemente tras graduarse en Yale. Hay muchos detalles, códigos y anécdotas reales recreados en la trama.

Tras escribir una novela sobre espionaje y un piloto no grabado, Wiesberg centró su atención en el programa de los ilegales, animado por el productor Graham Yost. A este novato en la televisión se unió el veterano Joel Fields encabezando al equipo de guionistas.

El creador de la serie aporta su visión sobre las relaciones con Rusia

Joe Wiesberg ha seguido vinculado al guion televisivo escribiendo algunos episodios en series, pero en realidad, lo que ha centrado su actividad es el estudio de Rusia y sus relaciones con Estados Unidos y Occidente. En septiembre de 2021 presentó su libro Rusia patas arriba. Una estrategia para salir de la Segunda Guerra Fría, sin traducción al castellano.

Su tesis era controvertida antes de la invasión rusa a Ucrania, ahora lo es más. Desde su perspectiva, Rusia ha adoptado muchos de los requisitos que se pedían tras la descomposición de la URSS. Liberalismo económico, apertura religiosa o penetración de las ideas occidentales. Sin embargo, las sanciones continuaron como si se siguiera tratando de bloques antagonistas.

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Weisberg abogaba por rebajar la beligerancia contra Rusia y normalizar la relación envuelta en lo que denomina como Segunda Guerra Fría. Una nueva estrategia que también aplaque al país regido por Putin en su enemistad contra nuestros aliados.

Redundó su punto de vista en un artículo de opinión en The Washington Post, titulado La Guerra Fría ha terminado. ¿Por qué seguimos tratando a Rusia como al Imperio del Mal? (ver aquí).

Desgraciadamente, hemos pasado pantalla respecto a la situación y las soluciones que planteaba. Pero es interesante escuchar a un estudioso de la mentalidad soviética y post soviética de semejante agudeza. Trata de traducir lo que a su juicio hubiera sido necesario para evitar la terrible invasión que Putin está infligiendo a los ucranianos. Será útil atenderle cuando termine el horror.

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