¡La banca siempre gana! Helena Resano
Pedro Sánchez se forjó una mitología subido a un Peugeot 404, expulsado del paraíso, como si el socialista hubiera robado a los dioses caobas del socialismo el fuego que iluminaba el Olimpo. Lo recuerda Toni Aira en Mitólogos (Ed. Debate), su último ensayo, donde aborda la relación entre el mito y el poder en una docena de dirigentes que van de Trump a Putin, pasando por Xi Jinping, Milei o Sánchez. El mito, nos cuenta Aira, regresó al PSOE como Secretario General en 2016 condenado a gobernar un país sin haber ganado nunca unas elecciones. A Prometeo hoy lo reconocemos como el fundador de la civilización y el inventor del sacrificio.
Todo poder construye sobre sí mismo una mitología, una leyenda. Este lunes, el CIS publicaba una encuesta rápida –con motivo de los efectos electorales derivados del impacto social de la Flotilla– que sitúa al PSOE en el 34,8% de los votos. Hace dos semanas se presentó Opina 360, la consultora que ha abierto el ex jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, el spin doctor capaz de detectar como un zahorí de las ideas políticas dónde está el fuego de Prometeo, dónde están los oasis de la victoria, dónde se ocultan los mitos y leyendas del poder. El nuevo oráculo de Delfos/Redondo se presentó ante sus futuros clientes anticipando una victoria socialista: el PSOE se sitúa en estos momentos por encima del 30% de los votos, el PP no levanta por encima del 27% y Vox alcanza a esta hora la cota de altura del 20% y creciendo. Las estimaciones, no obstante, son conservadoras. Si hurgamos en las tripas de la encuesta, las brujas de Macbeth nos dirán que la sangría del PP todavía podría ser mucho peor. Vox ya supera a Feijóo en intención de voto.
Por lo tanto, el mito del 35% es ya una posibilidad. Hemos pasado del mito al reto. Según el oráculo de Delfos/Redondo, Sánchez está a 10 escaños de volver a lograr otra investidura, aunque el monto de Radio Tirana y Sumar no alcancen a rozar el 10%. En cambio, en el oráculo de Olimpia/Tezanos, el PSOE estaría situado en la mayoría absoluta con los apoyos de Sumar y ERC. Todo mito encierra un reto, una tarea. Los mitos crean el mundo desde cero. Son narraciones fundacionales de distintas épocas.
En el corto recorrido, ya nadie se acuerda del apagón eléctrico que dirigió todas las miradas y todas las sospechas hacia Galán tanto como a Red Eléctrica. Ya nadie recuerda los delitos que se le imputan a Koldo García ni a José Luis Ábalos. El fuego de Castilla y León y las razias de Torre Pacheco arrasaron con esos recuerdos. El mito del 35% despejó el camino de los malos augurios. Los mitos necesitan, también, del olvido. Somos el olvido que nos queda, escribió el poeta gaditano Caballero Bonald, otro gran oteador de mitos grabados en las viejas ánforas que yacen en los fondos del mar Egeo. La velocidad con la que el ciudadano olvida los casos de corrupción es inversamente proporcional a la densidad de los sumarios que se investigan desde los juzgados de Madrid y los decibelios de ruido que generan. Después del verano, el diputado Gabriel Rufián me preguntaba quién diablos era ese tal Cerdán.
A Sánchez le quedan dos años de mandato para ejecutar los doce trabajos de Hércules y conseguir revalidar su figura en el cargo
A Sánchez le quedan dos años de mandato para ejecutar los doce trabajos de Hércules y conseguir revalidar su figura en el cargo. Sopla a favor el viento de Europa, sopla a favor el viento del Mediterráneo. Sopla a favor el viento de la economía. Las tres grandes agencias que testan el valor de la deuda española han mejorado nuestra nota. También sopla el viento de los derechos humanos desde Palestina. La gente se ha echado a la calle contra el genocidio, como en 2003 se echaron con el “No a la guerra”. Entonces contra Aznar y Bush con la misma virulencia que hoy contra Netanyahu, contra Trump.
La membresía de la bandera palestina ha resultado ser intergeneracional y, si me apuran, interclasista. Un 82% de los españoles está en contra de la matanza en Gaza, según el último estudio del Real Instituto Elcano. A la gente no le gusta ver morir a los niños. El plan de Trump sobre la franja de Gaza parece haber parado la hecatombe y nos ha regalado una foto histórica con Netayahu pidiendo disculpas al Gobierno catarí desde el Despacho Oval después de haber bombardeado su país. El presidente de los EEUU sostiene el teléfono. El presidente israelí conversa encogido y cabizbajo, como un niño obligado a pedir perdón a esa tía lejana por haberle roto la vajilla cara. Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. La política internacional ha cambiado de mitos pero sigue emitiendo los mismos mensajes.
El plan de Trump sobre Gaza nos devuelve al Tratado Sykes-Picot y a la declaración Balfour. Volvemos a la era de los protectorados que emergieron con la Sociedad de Naciones tras la I Guerra Mundial. Volvemos al mito y, por lo tanto, también al desencanto, a esa figura tan atractiva como enigmática llamada T. E. Lawrence o a esa otra, alegremente descarada, del primer Churchill. Vuelven los mitos fundadores del siglo pasado. Vuelven las leyendas con la X dibujada en los mapas. Vuelve Lawrence de Arabia y Sánchez inicia la segunda mitad de esta legislatura apoyado sobre los siete pilares de la sabiduría con el viento palestino soplando a su favor, dentro de España y también fuera, en Europa, en China, en la ONU, incluso con el reconocimiento de Trump este lunes desde Egipto, con un fuerte apretón de manos entre ambos mandatarios porque los mitos se atraen.
El mito del 35% no pasa por captar votos del PP sino por fracturar el partido de Núñez Feijóo, romperlo como se rompe una tibia o un juguete que no ofrece las expectativas que creó antes de Navidad. Al PP no se le vence por la fuerza del discurso, sino con la astucia de Ulises, colocando de forma hábil y sagaz una sucesión de trampas. El PSOE no necesita forzar su maquinaria, basta con dejar que la gravedad haga su trabajo o que José María Aznar, genuino minotauro ante un Feijóo desconectado, dé por iniciado el sacrificio.
Aznar, en otro tiempo encarcelado en sus propios gestos, ha conseguido liberarse, veinte años después de su mayoría absoluta, de todos sus complejos. Hace dos meses, clavó su pitón derecho en el costado izquierdo de Feijóo durante la inauguración del XXI congreso del PP, creando presión sobre Teseo: “El PP sólo puede gobernar con las siglas del PP”. Después lo volvió a hacer con su pitón izquierdo desde el púlpito de FAES, junto al expresidente chileno Eduardo Frei hijo, como un sacerdote de todas las derechas atlánticas, liberales, aseadamente democráticas. Lejos de Trump pero cerca de Netanyahu. He aquí la esencia del nuevo minotauro. Durante la clausura del Campus FAES, donde el expresidente imparte doctrina, volvió a hacer lo que mejor sabe hacer: el abrazo del oso. Allí donde el PP de Feijóo deja claros políticos, vacíos sustanciales, debilidades y recelos, siempre habrá un Aznar para ocuparlos y desbordar a su partido forzando el abrazo del oso. Lo hizo con el genocidio en Gaza y lo ha vuelto a practicar con el aborto a través de un alcalde. Es importante detenerse en este punto.
El combate político se disputa entre el electorado femenino. Despertar el antiabortismo de forma tan airada, abrupta y azarosa nos explica que la guerra de las derechas se manifiesta contra las mujeres al tiempo que las mujeres salen a votar cada cuatro años a un tipo alto, elegante y guapo bautizado como San Pedro Sánchez mártir. En el congreso de 2017, Esperanza Aguirre logró que el aborto fuera contemplado como un fracaso y no como un derecho. En cambio, en el congreso de hace dos meses, Feijóo esquivó el tema, sembrando un clamoroso silencio sobre el asunto. Mejor no tocarlo, Sam. De modo que el presidente gallego apostó por el toreo estático, tancredismo que sólo ha sabido ejecutar bien, un suponer, Mariano Rajoy Brey, si no entramos en detalles.
Conviene insistir: donde hay claros políticos, Aznar está dispuesto a plantar un árbol y, si me apuran, un bosque entero. Así que el alcalde de Madrid se dirigió al pianista Ortega Smith y le dijo "Tócala otra vez, Sam. Tócala otra vez por mí". La insólita adhesión de Almeida a una propuesta de Vox en el ayuntamiento de Madrid abrió nuevamente un debate y una grieta y todo un cañón del Colorado que ha permitido a Sánchez proponer el blindaje del aborto como un derecho constitucional.
Ya hemos adelantado desde hace más de un año que el califato aznarí dio por concluido el periodo gallego de Feijóo en septiembre de 2024. “Ni le llega ni le alcanza”, dijo al ver sus últimos resultados electorales ante la insistencia del gallego por ser investido presidente (aunque no quería). Lo demás iba a ser esperar, esperar, esperar. Hoy ya no se discute si el PP está ideológicamente desahuciado o si ha sido declarado en quiebra política. Sólo se calcula cuándo será el día y en qué condiciones lo hará aquel señor sin bigote llamado José María Aznar.
El PP es un caleidoscopio que refleja una luz distinta y cegadora según el ángulo desde el que se mire. En cambio, el PSOE de Sánchez se ha convertido en estos siete últimos años en un partido preparado para gestionar un país, un modelo económico y de convivencia que ha encontrado en Carlos Cuerpo e Illa las bases de una nueva época. El PSOE es, sobre todo, un sistema de emociones que generan, inevitablemente, un sentido de pertenencia entre sus votantes con el pañuelo palestino sobre los hombros y una fragata escoltando a una flotilla. Lo demás lo llaman polaridad. Y en la polaridad está el mito, o sea, la sorpresa. Sánchez ha sido una sorpresa que todos habíamos subvalorado hace siete años y hoy es el líder mejor instalado en la izquierda europea, capaz de actuar como un referente para que esa misma izquierda sea alternativa a la extrema derecha creciente en los países miembros de la Unión. ¿Habrá que comenzar a hablar del modelo Sánchez frente al modelo Trump? ¿Habrá que hablar del mito Sánchez del mismo modo que Toni Aira habla del mito Trump?
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