¿Sabías que...?

El bótox también es un arma biológica

Mario Arpón

En los últimos años, en ciudades como Nueva York, se han abierto clínicas de botox on the go, a las que puedes acudir sin cita previa mientras estás de compras. También se han popularizado las botox parties, fiestas donde se reúnen grupos de amigas para que el médico les inyecte el producto. Pero la toxina botulínica también llegó a ser un arma biológica en los conflictos bélicos, por tu toxicidad. El compuesto puede utilizarse en determinadas dosis para acabar con la vida de una persona, produciendo parálisis muscular.

El Dr. Ricardo Ruiz Rodríguez es un gran conocedor de la toxina botulínica y las posibilidades que ofrece en el ámbito de la dermatología. Ha publicado una guía detallada bajo el título El libro del bótox, donde explica las características del compuesto y su utilización práctica en distintos tratamientos más allá de las arrugas de la piel.

La toxina botulínica como arma biológica

Hablar del bótox nos lleva inevitablemente a pensar en el botulismo, una de las peores formas de envenenamiento que existen. Esto es así porque la enfermedad, causada por la toxina botulínica, afecta a las terminaciones nerviosas de los pacientes que la contraen. La toxina impide la comunicación entre el nervio y el músculo provocando una parálisis generalizada de los músculos del paciente, que no pueden contraerse. Este envenenamiento puede derivar en la muerte si afecta a la función respiratoria.

El Dr. Ricardo Ruiz comenta que “esta toxina también es considerada un arma biológica, ya que su capacidad letal podría ser utilizada para matar personas”. Un artículo publicado por la Asociación Médica Americana, en su revista JAMA, afirma que se puede usar como arma en forma de aerosol o transmitiéndola a través de los alimentos. Los síntomas del envenenamiento suelen presentarse entre 12 y las 72 horas después de haber estado expuestos a la toxina. Para combatir los síntomas, sería necesario aplicar inmediatamente una antitoxina y cuidados de apoyo como la respiración asistida durante semanas o meses.

Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra del Golfo

El bótox se ha probado como arma biológica en diferentes ocasiones. El programa de armas biológicas de EE.UU. produjo por primera vez la toxina botulínica durante la Segunda Guerra Mundial porque pensaba que Alemania había hecho lo mismo. Incluso el ejército estadounidense repartió más de un millón de dosis de antitoxina entre los soldados que desembarcaron en Normandía.

El arma también se desarrolló en Irak, como indica este informe desclasificado de la CIA, publicado en los Archivos Nacionales de EE.UU. El país asiático admitió tras la Guerra del Golfo haber producido 19.000 litros del producto, de los que 10.000 se cargaron en armas dispuestas para su uso. Esta cantidad podría matar por inhalación a aproximadamente tres veces la población mundial. La Convención sobre las Armas Biológicas de Naciones Unidas prohibió la investigación con fines bélicos sobre el uso de la toxina botulínica como arma biológica en 1972.

Ningún riesgo para la salud

El Dr. Ruiz Rodríguez asegura que el uso del bótox es totalmente seguro en los tratamientos dermatológicos de hoy en día. Explica que la toxina botulínica “se ha empleado desde hace más de veinticinco años para el tratamiento de alteraciones oftalmológicas y neurológicas con gran seguridad y eficacia” y que “las dosis que se utilizan en estética son mínimas” y no conllevan ningún riesgo para la salud. Además, el doctor nos cuenta que ni siquiera se ha documentado que exista alergia al bótox. Las posibles complicaciones de un tratamiento suelen derivar de una mala técnica por parte del médico o el centro en el que se realiza el proceso.

El efecto que se desea conseguir con la inyección del bótox es la desconexión de determinados nervios con los músculos sobre los que actúan con el objetivo de eliminar la contracción y, por tanto, la expresión de determinadas zonas: “El efecto sería similar a cuando nos rompemos una pierna y permanecemos escayolados unas semanas. Cuando nos retiran la escayola, podemos mover la pierna, pero nuestros músculos están más débiles. Progresivamente, vamos recuperando la fuerza en la musculatura hasta volver a tener la misma que antes”.

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Una cuestión estética, pero también una solución a otras patologías

Llama la atención que, a pesar de que el uso más conocido del bótox tiene que ver con cuestiones estéticas, estas solo ocupan, según el doctor Ruiz, en torno a un 40% del total de los tratamientos. También sirve para solucionar distintas patologías en las que la toxina botulínica puede ser muy eficaz.

Es el caso de la hiperhidrosis, que produce un exceso de sudoración que afecta a miles de personas en todo el mundo, donde la inyección de bótox en zonas como las axilas o las palmas de las manos puede bloquear la comunicación entre los nervios y las glándulas sudoríparas para eliminar la sudoración. También, se utiliza para corregir el estrabismo, la salivación excesiva, el dolor crónico de espalda o las migrañas.

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